jueves, 8 de agosto de 2024

Crítica: PELUCHES


Otro tipo de máscaras

Peluches es una propuesta precisa para el espacio de Esencia: íntima y lúdica. Dos personas que trabajan como botargas para fiestas infantiles conversan sobre sus vidas entre mesas de plástico, globos esparcidos y el típico micro saturado de la animadora. Allí, desde un trabajo que nuestra prejuiciosa sociedad ha concebido como ridículo o hasta “patético”, vemos a dos seres conflictuados, perdidos, y sí, también algo ridículos. Pero, ¿logramos como público verlos de cuerpo completo?

Pues las botargas nunca salieron del cuerpo de los actores, lo cual aplaudo. Habría sido un despropósito para la premisa y el mensaje que la obra busca dar sobre las identidades y los secretos. Quini Gómez y Gerardo Fernández logran no solo permanecer en sus botargas todo el tiempo, sino que superan el desafío físico de que sus cuerpos y movimientos igual se sientan diferenciados, notoriamente opuestos en la manera que ocupan el espacio. Gómez es rápida, errática y, con el perdón del chiste, eléctrica. Fernández, por otro lado, es mucho más lento, con una energía que refleja el terrible hartazgo de su personaje. El contraste clásico (joven entusiasmada vs veterano hastiado) funciona muy bien con sus actores y ayuda a conectar sus chistes.

Esto es más notorio cuando, más bien, la acción y los chistes se calman cerca del final y ambos personajes desenmascaran sus verdaderos motivos para estar ahí, sus conflictos sobre quiénes son y qué es lo que intentan esconder. Su caos, locuras y construcciones iniciales cobran sentido a partir de este final. Pero no pude evitar sentir que algo faltaba del inicio de la obra para justificar su final. 

Esto es una suma de elementos confusos durante el inicio y la mitad: que al principio algunos textos de Gómez salieran disparados sin el proceso suficiente, que el desarrollo sentimental de mitad de la obra se haya sentido demasiado súbito y extraño, o que un momento íntimo de Fernández al principio no fuera bien apoyado ni por la luz ni los sonidos. Quizás es este último detalle: el uso de las luces solo aparece en la última parte de la obra (con buenos resultados), y las pistas de sonido eran tan abruptas que me sacaban más que causar gracia. Quizás mayor coordinación con esos dos elementos del montaje habría sacado más a relucir el buen proceso y química de sus dos actores.

Peluches es una obra muy divertida, con una alternativa innovadora e inspirada para hablar sobre nuestras “máscaras” y secretos, que nos pueden dar seguridad o incomodidad. Para esta graciosa fiesta hay algunos detalles que afinar, y cuando los tengan sacarán todo el jugo que la intimidad del Teatro Esencia les puede dar. (Por cierto, la parte en la que hablan de la Commedia dell'Arte es verdad: googleenlo al salir de su función).

José Miguel Herrera

8 de agosto de 2024

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