viernes, 30 de agosto de 2024

Crítica: SOLO


Sentir y repensar los vínculos

La Compañía de Teatro Físico nos trae Solo”, en el marco de su décimo aniversario, y lo celebra compartiéndonos este montaje sobre el amor, la soledad y los caprichos de un corazón orgulloso. En el teatro, para mí, existen dos tipos de acercamiento al espectador: por un lado, obras que te hacen sentir; y por otro, obras sobre las cuales tienes que pensar. Esta obra es, sin duda, una que llena más al espectador a través del sentir. La puesta dista de manera considerable de un argumento narrativo complejo, e incluso podríamos afirmar que hay algunos vacíos que pueden desorientar al espectador, si es que este no ha ido con conocimiento previo sobre la trama. Sin embargo, Solo nos invita a regresar a lo primario, a la sencillez de las emociones y de los gestos, y lo expresa de una forma fabulosa. Ojo, no confundamos lo sencillo con algo de construcción simple; esta obra sabe darse su lugar dentro de los distintos montajes que nos ha ofrecido la compañía a lo largo de los años, tanto desde lo visual como lo acrobático y la manipulación de objetos.

Vale la pena observar la obra hacia lo íntimo. Al espectador llega, en primera instancia, el capricho grande, burdo, de un hombre que no sabe (o que ya no puede) lidiar con los demás, y desde una decisión radical, todo parece indicar que no hay manera de salvarlo de su necedad. Es a raíz de un encuentro inesperado con un perro espacial que la obra da un salto: la lucha de este hombre de desprenderse de esa amargura y orgullo; abrazar ese amor sencillo que este curioso animal desprende. Aquí es vital y mágica, la sutileza y destreza de Ronaldo Añorga y Eduardo Cardozo para entregarnos al personaje del perro y hacerlo transmitir de manera genuina el afecto y la inocencia. Así se va construyendo el vínculo y donde nosotros podemos empezar a navegar hacia lo íntimo.

Los elementos acrobáticos y audiovisuales van revistiendo y envolviendo el escenario, marcando los desafíos y situaciones de riesgo de ambos personajes, así como los momentos de complicidad y juego tanto entre ellos como con el público. Todo está estructurado y pensado para que el vínculo sea el motor de la obra y así lo sintamos nosotros también.

Al final, nos entregamos a este vínculo de forma casi inevitable, a la relación que se ha formado, a repensar la soledad de nuestros personajes (ya se vuelven nuestros, porque, por qué no, son también nosotros). Eso es lo bonito, que esta obra te da el espacio primero de emocionarte, enternecerte, entristecerte, para luego poder pensar y repensar la soledad y los vínculos. Solo, visto desde lo íntimo, termina siendo un regalo.

Un aplauso a Diego Sakuray, Eduardo Cardozo, Ronaldo Añorga, Manuel Chiock y todas las personas y equipos involucrados en este montaje; ha sido un bonito regalo de cumpleaños de la Compañía de Teatro Físico, para un público agradecido.

Omar Peralta

30 de agosto de 2024

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