Una bella historia con la música a medias
Cuéntame, obra musical para todo público, nos regala una historia emotiva,
divertida, pero que cojea de su aspecto musical. A pesar de ello, mantiene una
historia clara dentro de un juego fantasioso, aunque no por ello menos
verdadero. Partiendo de la propuesta luminotécnica, el montaje se muestra
preciso, con unos efectos visuales destacables, que le otorgaban a las escenas
este juego infantil necesario. Además, la propuesta de escenografía es
versátil, y desde ella, los actores se apoyan para generar coreografías que
mantienen el dinamismo de la obra.
A nivel actoral, se
puede decir que todos se prestaban para el juego que planteaba la obra, había
un entendimiento del texto preciso y la interacción entre los personajes era lo
que se podría esperar por las circunstancias dadas. A quien parece haberle
costado más entrar en esta dinámica fue a Manchi Ramírez, cuyo personaje, si
bien guarda un carácter más opaco frente a los otros, se desconectaba cada vez
que terminaba su acción en la escena o su diálogo. Su corporalidad escénica
desaparecía en sus traslados por el espacio y volvía cuando tenía que
intervenir. Además de presentar dificultades en el aspecto musical, la falta de
claridad y afinación perjudicaban el entendimiento de las canciones. Teniendo
en cuenta que los momentos musicales de la obra se desarrollan tanto con una
pista musical como por los actores cantando, no hacía un buen empalme la pista
con la voz de Ramírez.
Mejor dominio
musical presentaron Daniel Menacho y Daniela Olaya, aunque no fue suficiente.
Brillaron más por su dominio escénico, lo cual sí vale la pena resaltar. Quien
sí nos otorgó, de manera notable, un dominio musical, fue Guadalupe Farfán: con
una voz potente, afinada, lograba brillar en cada canción.
Ya desde la
dirección, no se entiende muy bien por qué la primera canción no tiene una
pista al igual que las demás; no presenta una carga dramática importante, no
logra entenderse muy bien, porque la calidad vocal tampoco la acompaña, y
engaña un poco al espectador, que en consecuencia esperaría que el tratamiento
para la demás canciones sea el mismo. De igual forma el preámbulo de la obra
choca un poco en su estridencia, y se entendería mejor si no fuera interrumpido
por las llamadas a la sala.
Luego de estas
consideraciones, la obra se desenvuelve mejor, va afianzándose a medida que
avanza la historia, y logra capturar ciertos momentos emotivos, que desembocan
en la resolución final de los personajes. Sin duda, todos atraviesan por un
viaje de transformación. Esta es una historia que sí logra evocar ciertos
aspectos olvidados de las tradiciones orales, de los cuentos, pero lejos de
buscar pretensiones, los aterriza a través de las experiencias de vida de cada
uno de estos chicos, ya no tan chicos, y la necesidad de recordar lo que
significa narrar, contar y soñar.
Omar Peralta
10 de marzo de 2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario