Empatía postergada
Originada en el programa Sala de Parto 2013 y estrenada
formalmente un año después, Cómo crecen
los árboles fue una de las piezas escritas por Eduardo Adrianzén que
provocara en su momento una gran controversia y división durante su pase por
nuestra cartelera teatral. Explorando el texto las consecuencias de la guerra
interna en un hogar de clase alta, algunos señalaron líneas argumentales
dispersas y no del todo resueltas, así como personajes rayando en el
estereotipo; otros, como quien escribe, percibimos una propuesta bastante
coherente con la producción dramática del autor, que brilla cuando se propone
retratar nuestra dura realidad política y social en contextos determinados.
Reestrenada casi una década después, la mayor fortaleza del nuevo montaje a
cargo del hábil director Rodrigo Falla Brousset sea acaso la de conseguir
restregarnos como sociedad nuestra nula capacidad para cerrar heridas
generacionales y además, para mostrar empatía hacia compatriotas víctimas de
una violencia que preferimos ignorar por conveniencia.
Solo bastaron unas cuantas palabras pronunciadas en el
primer acto por la empleada del hogar ayacuchana Paulina (una maravillosa Flor
Castillo), acerca del triste final de sus parientes durante el conflicto armado
interno, para hacer explotar, aunque sea por algunos momentos, aquella burbuja
de comodidad que se vive en el hogar de la esforzada activista Maritza (una
intensa Giselle Collao, en reemplazo temporal de Ebelin Ortiz), junto a su hijo
estudiante de gastronomía Dante (un solvente Renato Piaggio) y la novia de
este, la superficial aprendiz de cineasta Vania (una convincente Tania López). Por
otro lado, la inesperada aparición del padre de Dante, el militar prófugo Tomás
(un inquietante Gustavo Mayer), desenmascarará a su vez al profesor de Kung Fu
del joven, el extremista Cristóbal (un sólido Luis Baca). Todas las secuencias
se suceden de manera fluida; y los diálogos, muy al estilo Adrianzén, repletos
de ácidas referencias hacia nuestra idiosincrasia nacional tan fracturada, son aprovechados
con mucha efectividad por todo el elenco. A destacar el escalofriante monólogo
en el auto, a cargo de Mayer; y la tensa escena entre Castillo y López, ya
antológica, en la que comprobamos lo tristemente complicado que puede ser
lograr la tan necesaria unidad nacional.
Con contados elementos en escena, Falla Brousset delimita
bien los espacios y corrige además, el punto débil del montaje original: las
secuencias oníricas. La pesadilla de Dante es ahora ejecutada con mayor precisión
y orden, con el elenco portando vistosas máscaras y servido por las punzantes y siempre vigentes líneas del autor. Varias referencias y todas interconectadas
ingeniosamente: desde los “árboles” de Casona hasta nuestra gastronomía, que
sirve de simbólico parche provisional para un país dividido. Cómo crecen los árboles, gran texto recuperado para la escena por
la productora Kapchiy y repotenciado desde la dirección por Falla Brousset, es
un muy recomendable y necesario espectáculo, que si bien omite el detalle original
de la lluvia capaz de curar las heridas en el epílogo, este nos regala una
contundente imagen final, con todos los bandos heridos de muerte en el corazón.
Y que solo la empatía logrará que estos vuelvan a latir.
Sergio Velarde
15 de abril de 2023
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