viernes, 11 de diciembre de 2020

Crítica: TRES PODERES INCREÍBLES


La reproducción en las artes; ¡no una, sino tres!

La pérdida del contendido en las artes es el virus de las actuales propuestas virtuales.

La X Productora, que empezó a funcionar desde septiembre del presente año, propuso el proyecto Tres x Uno durante la pandemia, con la finalidad de continuar desarrollando pequeños proyectos desde la virtualidad. La modalidad de esta productora es trabajar con tres microproyectos virtuales por “función”. Siendo esta su temporada número 11, titulada Tres poderes increíbles, la cual estuvo disponible por tres únicas fechas: viernes 4, sábado 5 y domingo 6 de diciembre a las 9 p. m.

Es un proyecto conformado por tres pequeños propuestas virtuales, que tienen en común situaciones poco ordinarias que inician con una llamada. La primera propuesta es titulada Improbable (con Laura Reyes y Paco Varela), donde un ser de otro planeta se pone en contacto con una mujer que trabaja en un centro espacial, a la cual se le harán revelaciones de su pasado. El segundo proyecto es Impensable (con Camila Mac Lennan y Gustavo Mayer), en el que durante una reveladora llamada virtual, dos amigos de infancia, Adríano y Theresa en los finales sus cuarentas, se revelarán grandes secretos guardados que cambiarían sus vidas. Y por último, la tercera propuesta se titula Increíble (con Gabriel Gil y Caroll Chiara), en donde un joven llama a una vidente para contactar con el padre muerto y develar dónde escondió la herencia, pero lo menos usual podría llegar a pasar.

La primera reflexión a la que llego al terminar de ver las propuestas, más allá de cuestiones formales, es que todo este tiempo de investigaciones virtuales nos hemos concentrado en pensar y discutir  la forma y sus confrontamientos estéticos por intentar calzar lo virtual en los moldes de convenciones teatrales. Sin embargo, más allá de la forma, nos estamos olvidando del contenido. Y es sin duda, uno de los puntos más débiles. Por la naturaleza  corta de las propuestas virtuales, sus contenidos carecen de profundidad. Los temas abordados muchas veces son excusas para una exploración formal (la estética) y en algunos otros casos, ni ello. Ahora me pregunto, ¿hoy no hay mucho que decir?; ¿qué tipo de temas nos presentan y se repiten en las propuestas virtuales? Según mi experiencia, los temas que más se han repetido han sido “dramas familiares y cotidianos”, “los conflictos de vínculos, familiares, de amigos”, etc. Y repetidas veces con  la justificación de las llamadas virtuales, de las que somos testigos.

Sobre el problema del contenido, existen dos puntos en contra: 1) la duración y 2) las reducidas convenciones que han ido estableciéndose para la virtualidad. Como he podido observar, en gran parte de las propuestas virtuales a las que he asistido, se han centrado en la expresividad del rostro (desde una cámara frontal) en su intento de alejarse y diferenciarse de lo audiovisual. Muchos de los creadores no se han permitido mayores juegos o apoyos de diferentes planos, que podrían permitirse incluir otras clases de teatralidades. Por ejemplo, el uso de la expresividad corporal y con la falta de cuerpo, también se ha perdido la acción. Me refiero a que por prejuzgar ciertas herramientas audiovisuales, se limita la exploración y por lo tanto, también las posibilidades de utilizar otras herramientas que sostengan un espectáculo de mayor duración. La naturaleza corta de las propuestas influye directamente en el contenido y la profundidad de los discursos.

Antes de empezar un breve análisis de los proyectos, me parece importante dejar las siguientes preguntas: ¿se pretende que este producto virtual sea arte? Y en tal caso, ¿no es en el arte importante la actualidad de la propuesta y el contenido de las formas? En otras palabras, creo necesario pensar en forma y contenido juntos.



Centrándonos en nuestros tres proyectos en cuestión, el uso de “fondos virtuales” (de la plataforma Zoom) como elección para la estética del primero y tercer proyecto  me hizo pensar paralelamente en una evolución escenográfica de nuestra teatralidad. Observar “los fondos virtuales” como un recurso “escenográfico” me hace reflexionar en una posible secuencia evolutiva de la escenografía. En el teatro, hemos pasado de los telones pintados a las escenografías armadas; y más recientemente, del uso del ecran al fondo virtual. Como herramienta resultó vistoso, dinámico y le aporta ligereza a la estética. Sin embargo, es claro que no siempre podría funcionar, dependerá mucho, según mi criterio, de la estética de la propuesta y del contenido (pienso que sería más fácil de acoplarse a trabajos lúdicos o cómicos). La inclusión de estos fondos es coherente tanto en el primer y tercer proyecto, puesto que las situaciones planteadas buscaban estar más alejadas a la posibilidad de lo improbable. Como vemos, en el primer caso, “una central espacial” y en el caso del tercer proyecto, “la sala de la pitonisa”, que en sintonía a los hechos extraordinarios que se nos narró, logran un efecto de extrañamiento que funciona para ambos casos.

Debo señalar que las tres propuestas resultaron ligeras de asimilar, con intenciones de dejar abiertas situaciones críticas o incomodas socialmente, sin mayor profundidad. Como por ejemplo, se habla ligeramente de las marchas, los jóvenes de hoy, las relaciones familiares, la moral del ser humano, etc. Pero sigo pensando que los temas podrían haber pasado desapercibidos dado a la corta duración de cada proyecto, como antes mencioné. Sin embargo, debo decir que las actuaciones en general sacaron adelante la propuesta de la mejor manera. Sobre la segunda propuesta, a mi parecer, fue de las tres la que más llegó a conmover, dado que la situación es mucho más probable de darse e implicaba relaciones afectivas. A esto se les suma las  resaltantes actuaciones de Mac Lennan y Mayer.

Sobre la experiencia en general, me atreveré a dar una recomendación: creo importante que la explicación introductoria sobre el uso correcto de la plataforma, debería ser concreta y dinámica. Me refiero a cómo colocar correctamente la pantalla, bloquear los micrófonos, etc. Pudieron hacerse más cortas y precisas, al colocar un pequeño video explicativo de dónde presionar para cada instrucción, como en otras ocasiones he visto lo hacen. En lugar de hacernos esperar unos 20 minutos donde dos amables personas del equipo nos repitieron continuamente entre bromas estos pasos. Recortar este proceso me parece lo más eficiente, para lograr una mejor “experiencia”.  

Sobre la productora, pienso que tomó una audaz decisión que ante la necesidad de extender la duración de los proyectos “virtuales”, brinda una propuesta dinámica y eficaz al ofrecer tres micro-obras en lugar de una. Quedan invitados a no perderse los siguientes proyectos que vendrán, les aseguro que pasarán una bonita velada, dinámica, diversa y ligera.

Como reflexión final, me interesa volver al cuestionamiento inicial acerca del fondo y la forma. Creo que a estas alturas del año, debemos tener en cuenta que lo teatral pierde muchas de sus variadas formas de expresividad al intentar mantener la pureza “vívida del hecho teatral” dentro un “evento virtual”. Este intento y los pocos recursos hacen menos sostenible plantear una propuesta de mayor duración, lo que afecta directamente en el contenido y profundidad del desarrollo, quedándose en lo anecdótico. Hoy por hoy, me parece claro afirmar que este tipo de propuestas virtuales no son teatro y nunca lo serán, por su carácter virtual. Ya sin la carga de intentar ser algo que no será, ¿no deberíamos aventurarnos a explotar otros recursos y formas de teatralidades? Como el teatro físico, el circo, la danza, los títeres, etc.; elementos que por su naturaleza piden otros planos de visión que no nos limitan a la palabra y que recuperan la acción que se está dejando olvidada. Pienso que alejarnos en mayor o menor medida del teatro, por ahora, no debería importarnos tanto como la calidad de forma y contenido que se entrega en cada performance audiovisual. Estamos aún en un primer momento, donde la exploración de rescatar teatralidad en una pantalla, debería darse con mayores libertades, para posteriormente lograr observar este fenómeno y conceptualizarlo, con sus características y limitaciones, separándolo así de sus referentes (el cine, la televisión, las plataformas virtuales, etc.)  Queda bastante por explorar y explotar. Y nuevas preguntas vendrán con la reciente apertura de los teatros, que veremos reabrirse los siguientes meses. Va a ser interesante observar cómo estas dos experiencias conviven o compiten siempre bajo la elección del público. Lo único que me queda decir es que estoy feliz de ver el fenómeno teatral y artístico reaccionando a los cambios sociales, más claro que nunca.

Kiara Castro Béjar

11 de diciembre de 2020

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