La Magia: Parte Dos
La Asociación Coladecometa invitó al
público del Teatro Ricardo Blume, por segunda vez luego de medio año, a
presenciar la segunda parte de El Zorrito Audaz y el Ave Voraz. En esta oportunidad, bajo la dramaturgia de
Celeste Viale y con la dirección de Claudia Rua Bustamante.
Lo primero que se debe mencionar es el gran esfuerzo que ha puesto la producción en general, para hacer de esta
segunda versión un producto fresco, ágil, preciso para el público infantil y
con un lenguaje muy sencillo de empatizar y lo más importante: cautivante, en todos
los sesenta minutos del montaje. La primera entrega el año pasado fue
interesante, pero en esta oportunidad lo fue mucho más.
El teatro infantil es más que una serie de situaciones
lúdicas o chillonas sin sentido, con un lenguaje o voz que imita al de los niños.
En ese sentido, El Zorrito Audaz y el Ave Voraz superó con creces las expectativas, y nos invitó a reflexionar no solo sobre la protección del medio
ambiente, sino sobre la importancia de hacer un producto infantil con una serie de
elementos visuales y escénicos coherentes en todo momento y al mismo tiempo, atractivos
para su principal público: los niños.
La escenografía fue genial y los vestuarios y máscaras, originales y de excelente material. A un lado del escenario, una pared de papel que dejaba
ver las siluetas de los actores funcionó bastante bien en muchos momentos, sobre
todo cuando se quiso representar el combate del Ave Voraz con los protagonistas
de la historia: la Taruca (Alexandra Barandiarán), la Tortuga (Lorena Rodríguez),
Blas (Daniela Rodríguez) y el Caracol (Renato Medina Vasallo).
Sin embargo, el elemento más cautivante fue
definitivamente el sonido y los arreglos musicales, debido a su originalidad y
lo preciso en los momentos de más acción de los personajes. Además, fue un
elemento muy importante, porque se supo modular de tal manera que el sonido de
las canciones no densificaba el ambiente ni causaba incomodidad al público,
pero, al mismo tiempo, se escuchaba con claridad.
La narrativa del montaje fue clara: la
Tortuga y el Caracol tienen que ir a la Selva Oscura para entregar una medicina
importante y se topan con la Taruca y Blas, que desean participar en un
concurso de baile. Estas dos historias se cruzan debido a que la antagonista,
el Ave Voraz, roba muchas de sus pertenencias. Lo más interesante fue que los
actores no cuentan verbalmente esta historia, sino que lo hacen con sus
acciones de una manera clara y entendible. Esto a simple vista puede
parecer sencillo, pero para un actor es un reto y en este caso, lo alcanzaron.
Los intérpretes actuaron y cantaron con energía suficiente para un espacio como el Teatro Ricardo Blume. Rodríguez destacó muy
bien con el personaje de la Tortuga, pues puso una dosis de ironía inocente al
personaje, que más risas generó en el público. El Mono Choro (Jhair
Meléndez) tuvo poca participación, pero las posturas del actor imitando al animal fueron muy precisas y realistas. Por otro lado, Medina Vasallo destacó por su
despliegue en el escenario, pues fue el actor que más energía puso a su
personaje (con ciertos momentos de humor) y resaltó con su arriesgado baile
sobre telas, hacia el final de la obra.
Barandiarán resaltó más que nada por la impostación de su voz, que resultó muy
útil para un personaje como el que hizo, la Taruca.
El mensaje del montaje fue conmovedor, ya que dejó una clara
lección acerca de la importancia de la indulgencia hacia los demás. El final es
abierto, pues como Viale mencionó luego de los aplausos, aún está por
estrenarse la tercera parte de esta historia. El Zorrito Audaz y el Ave Voraz
estuvo en temporada entre mayo y agosto de este año.
Enrique Pacheco
24 de agosto de 2019
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