Un viaje onírico
Pequeños Héroes es
la última entrega de la Trilogía. En esta ocasión, bajo la dirección de Alberto
Isola y el propio autor Alfonso Santistevan. La obra viene presentándose en el
Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica.
El argumento se sitúa en la casa de una profesora de escuela
(interpretada magistralmente por Sofía Rocha), que al cumplir 90 años se
encuentra sola en medio de la violencia y es perseguida por los espectros de su
padre, un oligarca (personificado con aplomo y agilidad por Alfonso Santistevan);
su novio, un ex aprista (un preciso Alberick García); y un joven convertido en
senderista, a quien acogió desde pequeño (un genuino Sebastián Ramos). Es
entonces que cuestionará en gran medida qué le ha dejado la vida hasta este
punto.
Tal como las anteriores entregas (Vladimir y El Caballo del
Libertador), la puesta es escenificada en una vieja casona, la misma que
conserva esa mística lúgubre, con la diferencia en los elementos de utilería
pertinentes. El juego de luces y el acompañamiento musical, precisos en los
momentos claves de la obra, completaron el montaje adecuadamente. Pequeños
Héroes contiene una narrativa llena de
poesía y vehemencia, mediante el juego de las imágenes oníricas, retratadas
casi como un sueño de horror, que permiten al espectador embarcarse en un viaje
junto a los personajes, los cuales han sido bien construidos.
Una particularidad de la obra es la carga emotiva y dolorosa
que encierra el texto; sin embargo, la justa combinación con toques de humor, supone
un detalle acertado y necesario para equilibrar esa contradicción entre el
drama que se encuentra perenne y la comedia que aparece por momentos.
Una reflexión dura acerca de los ideales, el amor, las
creencias sociales, políticas, los tiempos de violencia suscitados por el
surgimiento del senderismo y la lucha por el reconocimiento de un heroísmo
pálido, son algunos de los temas que salen a la luz en el desarrollo de la
puesta. Sin duda, Pequeños Héroes culmina esta Trilogía cargada de emociones,
que van desde el pesimismo y el dolor hasta la ilusión del cambio; nuevamente, con
una buena amalgama de experiencia y juventud, que hace repensar nuestro pasado
(en momentos no menos difíciles), para evitar volver a repetir aquellos tiempos
de oscuridad.
Maria Cristina Mory Cárdenas
2 de noviembre de 2018
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