viernes, 21 de septiembre de 2018

Crítica: VELADA MISERABLE


Una velada sensorial

La Asociación Cultural Panparamayo fue la gestora de Velada Miserable, una propuesta teatral que estuvo compuesta por cinco breves obras unipersonales, creadas especialmente para fines de este montaje. Las historias tuvieron un eje temático en común: la miseria humana tocada desde una perspectiva escénica conceptual.  Esta obra contó con las actuaciones de Ares Escudero, Sandro La Torre, Sheillah Gutiérrez, Mario Ballón y Michella Chale. La pieza estuvo a cargo de Escudero con la obra Quebradura; luego se presentó Polen, creación de Mario Ballón; posteriormente, Una sola gota de Sheillah Guitérrez; Cúmulo, de Michella Chale fue la penúltima pieza; y cerró Pelagato, obra de Sandro La Torre.

Cinco historias de quince minutos ubicadas en distintos espacios del Club de Teatro de Lima permitieron la movilidad del público entre escena y escena,  dando lugar a lo que parecía ser un inusual tour nocturno por las instalaciones del teatro. Hubo un manejo óptimo de la movilidad del público, y rapidez en los cambios entre obras, lo que permitía que el espectáculo continuara su curso.  Cada unipersonal estaba compuesto por recursos escénicos estimulantes sensorialmente hablando, pues no eran construcciones convencionales: la palabra fue de los recursos menos usados. La corporalidad en las cinco historias tuvo protagonismo debido a la especificidad de movimiento y acción en escena; del mismo modo, los objetos utilizados por los actores tenían un objetivo específico en escena, por lo que sumaban y complejizaban el hecho escénico.

El aspecto más logrado de este montaje fue el hecho de haber utilizado recursos actorales sensorialmente estimulantes. Había una estética determinada en cada una de las obras: la mezcla de colores, incluso el uso de elementos tenían en sus texturas un aporte visual distinto al espectador.  En cada uno de los trabajos presentados en la velada, se notó una estructura dramática establecida, de modo que se notó la evolución de cada una de las obras de inicio a fin. Sin embargo, en el primer montaje, a cargo de Escudero, hubo a mi parecer un agujero negro entre el uso de huevos en escena. Fue la pieza que no terminó de concluirse sensorialmente hablando. La que percibí más lograda fue la última, a cargo de La Torre, debido a que desde el inicio se percibía qué universo temático iba a tocar gracias a las bolsas de mercado colgadas en todo el espacio, al igual que gracias al mecanismo de movimiento tan bien diseñado, interesante desde el primer momento.

Un espectáculo como Velada miserable fue una propuesta con mucha apertura para el espectador: permitió encontrarle un sentido “lógico”, un sentido sensorial, un sentido estético, etcétera. Desde todas las perspectivas he podido notar cómo la noción de “miserable” puede canalizarse de maneras distintas en escena, sin llegar a ser un espectáculo panfletario del tema. Ha sido un buen trabajo en el que no ha habido restricciones en cuanto a herramientas actorales, y que parece haber cumplido el objetivo que Panparamayo le dio a este espectáculo: reflexionar sobre lo miserable sin llegar a lo literal.

Stefany Olivos
21 de septiembre de 2018

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