domingo, 30 de septiembre de 2018

Crítica: LA PROMESA


Tres historias de San Petersburgo

La ciudad de Leningrado (hoy San Petersburgo) durante la construcción del cerco que aisló a esta ciudad entre 1941 y 1944 es el escenario de La Promesa. En medio del bombardeo nazi y las hambrunas, Lika (Andrea Alvarado) y Marat (Diego Salinas) son dos jóvenes que sobreviven juntos a esta coyuntura. Ellos van a  establecer una relación sentimental que es afectada con la llegada de Leonidik (Ítalo Maldonado), quien aparece completamente herido, dando lugar a un triángulo amoroso que va a condicionar el resto de la historia. Los tres jóvenes son unidos principalmente por una promesa: la de luchar por un mejor mañana. Sin embargo, catorce años después cuestionarán si en verdad han cumplido esta promesa de juventud.

La puesta en escena, dirigida por Roberto Ángeles, constituye de una manera fiel la esencia del texto original de Alexei Arbuzov, tomando complejidad alrededor del contexto de la Segunda Guerra Mundial. La construcción de los personajes tomó redondez con la caracterización, basándose en elementos de época que incrementaron tanto la verosimilitud como la complejidad de los tres personajes en escena. Incluso en las escenas donde los personajes ya eran mayores, estuvo logrado el hecho de ver los catorce años que cada uno había pasado por su lado. Sin embargo, en cuanto al manejo de texto, hubo desigualdad entre los tres actores, destacando el trabajo de Andrea Alvarado por el nivel de especificidad que logró en este aspecto. 

La plástica de la obra se construyó gracias a elementos simples que fueron justos y necesarios para situarnos donde debíamos: jarrones de metal, lámparas con mecheros, maletines de cuero, ropa propia del clima ruso, insignias militares, entre otros. Todos estos objetos fueron parte de una selección detallada que, como ya se mencionó, aportaba a la caracterización de los personajes y a necesidades básicas para el desarrollo de la obra. La iluminación casi no varió debido a que no era un recurso constante de efecto dentro del drama, de modo que su presencia era básicamente dar la luz de los espacios evocados, mas no indicar algún tipo de código o convención.

La obra duró un tiempo considerablemente largo, un reto que entre los tres actores logró sostenerse en un ritmo parejo de representación.  Otro objetivo que este montaje alcanzó fue el hecho de mostrar el drama de los personajes a través de un contexto como la Segunda Guerra Mundial y, a la vez, mostrar que la situación de los personajes hoy en día sigue ocurriendo: personas que no pueden cumplir sus aspiraciones por obstáculos coyunturales. Más allá de mostrarnos personajes que vivieron en una época determinada, pone en vitrina un drama humano que no pierde vigencia: la frustración y, por consecuencia, la resignación. Finalmente, la obra es una invitación a la reflexión acerca de temas como la amistad, el amor, la valentía, los sacrificios y los sueños  dentro del contexto que estamos pasando.

Stefany Olivos
30 de septiembre de 2018

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