domingo, 2 de noviembre de 2025

Crítica: MAYBE BABY


Imposible decidir

Un tema difícil de tratar se pone en escena con las pinzas de una acertada dramaturgia. La historia se resume en la situación que afronta una joven pareja en España (él, español; ella, peruana) cuando tienen la noticia de que ella está embarazada inesperadamente y deciden contratar a una migrante (peruana también) para que lleve el embarazo por ella. Los contratos de maternidad o gestación subrogada han sido materia de serias críticas y desarrollo legal para restringirlo en Europa, al constatar la deshumanización de mujeres pobres que encuentran en esa práctica una fuente extraordinaria de ingresos promovida por redes clandestinas de tráfico para su explotación, con consecuencias negativas en su salud física y mental, además del cuestionamiento moral que provoca.

La obra fue escrita por Cinthia Delgado y actúan Fiorella Pennano, Jordi Sousa, Montserrat Brugué, Claudia Pascal y Brian Cano, bajo la dirección de Norma Martínez. El mayor peso de la puesta recae en Pennano, quien interpreta a la peruana embarazada (Elisa) y que transmite su angustia, miedo y confusión, en un perfecto in crescendo, escena tras escena, sostenido por su gran capacidad actoral.

El formato circular del teatro Ricardo Blume permite, metafóricamente, abordar el tema desde distintos ángulos. Los actores se desplazan de lado a lado, como buscando respuestas, sin más recursos escenográficos que sus propios cuerpos, la luz y un sonido que anuncia los cortes. La puesta se desenvuelve con una sucesión de breves cuadros que van acumulando los elementos de un gran problema social, representado por un caso aislado, pero arquetípico. Los diálogos son breves, pero sustanciosos. Suficientes para definir la acción y emoción de cada personaje. El estilo cortado de la narración no interrumpe, sino que otorga mayor fluidez y ritmo a la puesta.

Sorprende, en los primeros minutos, el extraño acartonamiento de la pareja protagonista, los movimientos inorgánicos y el discurso de frases hechas, sin pulir. Pero es a partir de ese estado que se marca el comienzo del proceso de este conflicto que va creciendo conforme la obra agrega personajes y con ellos, emociones y dilemas nuevos que se expresan en diálogos punzantes y más elementos racionales que complican y agravan la situación que al inicio parecía de una solución fácil y efectiva. Que la receptora del embrión (Clara, interpretada acertadamente por Pascal) sea una migrante peruana de bajos recursos subraya el carácter social del problema. Asimismo, la oferta de duplicar o triplicar el monto convenido para garantizar el proceso denuncia que estos procesos son una posibilidad solo para quienes cuentan con recursos económicos para ello, es decir, es una solución para europeos ricos que pueden aprovechar la necesidad de migrantes pobres. Pero la crisis moral y emocional también afecta a las mujeres que contratan a otras, negándose los perjuicios, pero también el placer del proceso de la maternidad. La obra aborda el tema prescindiendo deliberadamente de los aspectos religiosos o legales (salvo las referencias al contrato, pero solo como compromiso adquirido) y aún de los políticos (por las redes internacionales que trafican con estas prácticas). Es que el conflicto es, ante todo, personal. Lo que está en juego es la integridad de cada mujer.

Los demás personajes (el esposo, la madre y el novio de la joven gestante subrogada) dan fuerza al conflicto principal, relevando sus propias miradas: el esposo (Sousa) desea ser padre antes de los 50 y pagará por serlo. La madre de Elisa (Brugué) se encarga de dar una mirada tradicional y protectora que cuestiona los conceptos modernos sobre la maternidad. La aparición del novio de Clara (Cano) subraya las limitaciones a que ella se ve sometida por el compromiso adquirido, pero, al mismo tiempo, permite que el personaje de ella deje de ser un mero vehículo de gestación para mostrarnos a una mujer con sueños, deseos, temores y su propia crisis interior.

Al final, al centro de todo, en medio de la oscuridad y el silencio, quedan dos mujeres que comparten una maternidad, en ambos casos incompleta y frustrante. ¿Cuál es la respuesta correcta? No hay final feliz ni moraleja. Acaso un intento de arreglo impensado. Pero se siente el sacudón moral, el dedo apuntando a la conciencia de cada espectador.

David Cárdenas (Pepedavid)

2 de noviembre de 2025

Crítica: SER IA, COMEDIA

 


El juego como acto de creación 

El pasado domingo 26 de octubre ocurrió una suerte de presencias escénicas que se subieron con valentía y generosidad al escenario del CAFAE para poder vislumbrar magia ante su público. Ser IA, Comedia forma parte de un grupo de creación colectiva que se permite explorar y cuestionar los desbalances políticos y sociales que ocurren en nuestra sociedad contemporánea mediante la herramienta de la improvisación. El grupo Puesta Teatro, conformado por Judith Chihua, Viviana Lossio, Vianca Tolentino, Nicolás Fantinato, Luis Felipe Gonzales y Luis Gustavo Gonzales, se encuentra guiado bajo la mirada de este último.

En primer lugar, el territorio donde la obra camina y se desprende comienza por jugar con la esencia de cada participante, para así construir una dinámica que les permite ser ellos mismos en escena. A partir de ello, cada explorador construye un bloque que representa sus vidas e identidades.

La dirección de Gonzales me parece generosa, al permitir construir junto con cada jugador. El hecho de abrir los horizontes de la creación escénica revela la mirada de un director preocupado por sacar una obra adelante, pero no solo eso, sino también la de un creador que se sube al barco junto a sus actores y les permite utilizar el error mediante lo lúdico.

En cuanto a la disposición del espacio, cada jugador se presenta de forma creativa. La dirección estética y los recursos visuales utilizados emiten un significado contemporáneo para el espectador de hoy en día. Es muy importante entender en qué sentido de búsqueda se encuentra nuestro espectador actual, y el grupo Puesta sabe cómo lograrlo.

En general, se trata de una propuesta que permite observar distintas dinámicas de creación. Y es que, cuando tienes o sueles tener buenos compañeros de juego, no necesitas aprender a jugar. Y el grupo Puesta lo tiene muy claro.

Juan Pablo Rueda

2 de noviembre de 2025

Crítica: ROSA DE DOS AROMAS


Ahora tiene tres

Francisco Cabrera nos presenta una versión libre de Rosa de dos aromas de Emilio Carballido, en la Sala Tovar, con las actuaciones de Olga Kozitskaya  y Liz Roggero. La diferencia consiste en la inclusión del tercer personaje, al que solo se alude en la versión original y que aparece en esta puesta, interpretado por Feffo Neyra. Además, aparecen fugazmente otros personajes, para contribuir a la hilaridad de las situaciones.

Desde el comienzo sabemos que se trata de una comedia, por lo que no extraña cierta exageración en la representación de dos mujeres de mundos opuestos que descubren, en la antesala de visita de una prisión, algo que tienen en común. Los detalles de cada una se marcan con acertado énfasis, como corresponde a la comedia, para que cada incongruencia motive la risa del público. Las buenas actuaciones de Kozitskaya  (que ya trabajó con Cabrera en Dr. Jekyll y Mr. Hide) y de Roggero (a quien hemos visto en El llanto de Afrodita o El divorcio de Hera) guardan un debido equilibrio al retarse mutuamente en cada escena hasta conseguir un clima distinto, de distensión total, hacia el sorpresivo final (inesperado para quien no conozca la obra).

La puesta en escena aprovecha los espacios para concentrar las diversas situaciones por las que pasan los personajes. Sin embargo, algo de la comedia se pierde por la extensión de algunos diálogos y la prolongación de algunos silencios. Es evidente que los años transcurridos desde su estreno (1985) exigen que el ritmo se acelere y el lenguaje incorpore nuevas expresiones. Ya la obra original adoptaba un estilo de comedia anterior a su estreno. Tratándose de una versión libre se desaprovecha la oportunidad de imprimirle aceleración y hacerla más contemporánea. Los traslados y cambios de escenario, en cambio, se manejan con agilidad.

La introducción del tercer personaje modifica sustancialmente la estructura de la obra, que originalmente concentra la atención en la doble mirada femenina del conflicto. Al agregar al hombre en disputa como un bufón, su conducta deplorable ya no se intuye, sino que se materializa, reforzando el tema central. Pero además agrega elementos, como las canciones, lo que otorga un sello propio a la puesta. Del mismo modo, la fugaz aparición de otros personajes, como la tía Flora y el teniente al cuidado del esposo preso, buscan la explosión hilarante, pero no justifican plenamente su presencia, salvo para darle un tono más farsesco a la puesta general.

Vi la obra en viernes de Halloween, por lo que merece comentario aparte la valentía del elenco y dirección de llevar adelante la función con todo en contra. La responsabilidad y el consabido “la función debe continuar” hicieron posible la representación. Siendo una comedia, una actriz o actor espera la reacción del público, pero si este es escaso, la sala se siente fría. No es extraña la escasez de público en las puestas independientes, pero esa fecha fue especialmente complicada y asumieron el reto. El resultado fue positivo para los pocos que allí estuvimos y que tuvimos que aplaudir ese coraje – además de la calidad actoral - por los ausentes.

David Cárdenas

2 de noviembre de 2025

Crítica: COMO TE GUSTA


Entre la pasarela y el juego: Shakespeare en clave moderna

El Británico abre sus puertas. Los espectadores entran para presenciar una obra más, pero al sentarse en sus butacas se dan cuenta de que es totalmente lo contrario: quizás se lleven una sorpresa. El Británico les presenta As You Like It, una fiesta de teatro contemporáneo en honor a sus veinte años de hacer teatro. Una coproducción con la Compañía de Teatro Físico, dirigida por Fernando Castro y con las actuaciones de Carolina Cano, Diego Sakuray, Anai Padilla, Sebastián Ramos, Sol Nacarino, Walter Ramírez y Emmanuel Caffo.

Hay mucho que escribir sobre esta obra: para empezar, es necesario aplaudir la inserción del error, pues resulta interesante, hoy en día, generar espacios de creación teatral donde se permita explorar la otredad y el desacierto; más aún teniendo en cuenta que el elenco disfruta de ese error.

Un escenario con pasarela es la forma perfecta de darle paso a los personajes de Como te gusta. Shakespeare, desde la dramaturgia, propone una convención frontal tanto desde la narrativa como desde la mirada del espectador. Castro posiciona una mirada peculiar sobre ello, colocando a cada actor como una suerte de pieza de juego durante la obra.

La dirección es atrevida y juguetona, permitiendo vislumbrar actos liminales dentro del montaje. La fusión que realiza entre el teatro físico y el teatro más tradicional es exquisita, logrando satisfacer al público que se encuentra sentado.

En cuanto a la estética de la propuesta escenográfica y de vestuario, es necesario mencionar que la disrupción y la mirada contemporánea frente al amor se reflejan en cada punto de la propuesta. Realmente, cuando observas la dirección de arte, rápidamente notas que estás dentro de una especie de teatro andante, con personajes que organizan un festín.

En general, me parece que la propuesta engloba de manera abismal las dinámicas de creación por encima de todo, donde de pronto tienes a actores que se permiten desnudarse en escena con la seguridad de confiar y arriesgar, para así abrirle las puertas al Teatro Británico.

Juan Pablo Rueda

2 de noviembre de 2025