Imposible decidir
Un tema difícil de tratar se pone en escena con las pinzas de una acertada dramaturgia. La historia se resume en la situación que afronta una joven pareja en España (él, español; ella, peruana) cuando tienen la noticia de que ella está embarazada inesperadamente y deciden contratar a una migrante (peruana también) para que lleve el embarazo por ella. Los contratos de maternidad o gestación subrogada han sido materia de serias críticas y desarrollo legal para restringirlo en Europa, al constatar la deshumanización de mujeres pobres que encuentran en esa práctica una fuente extraordinaria de ingresos promovida por redes clandestinas de tráfico para su explotación, con consecuencias negativas en su salud física y mental, además del cuestionamiento moral que provoca.
La obra fue escrita por Cinthia Delgado y actúan Fiorella Pennano, Jordi Sousa, Montserrat Brugué, Claudia Pascal y Brian Cano, bajo la dirección de Norma Martínez. El mayor peso de la puesta recae en Pennano, quien interpreta a la peruana embarazada (Elisa) y que transmite su angustia, miedo y confusión, en un perfecto in crescendo, escena tras escena, sostenido por su gran capacidad actoral.
El formato circular del teatro Ricardo Blume permite, metafóricamente, abordar el tema desde distintos ángulos. Los actores se desplazan de lado a lado, como buscando respuestas, sin más recursos escenográficos que sus propios cuerpos, la luz y un sonido que anuncia los cortes. La puesta se desenvuelve con una sucesión de breves cuadros que van acumulando los elementos de un gran problema social, representado por un caso aislado, pero arquetípico. Los diálogos son breves, pero sustanciosos. Suficientes para definir la acción y emoción de cada personaje. El estilo cortado de la narración no interrumpe, sino que otorga mayor fluidez y ritmo a la puesta.
Sorprende, en los primeros minutos, el extraño acartonamiento de la pareja protagonista, los movimientos inorgánicos y el discurso de frases hechas, sin pulir. Pero es a partir de ese estado que se marca el comienzo del proceso de este conflicto que va creciendo conforme la obra agrega personajes y con ellos, emociones y dilemas nuevos que se expresan en diálogos punzantes y más elementos racionales que complican y agravan la situación que al inicio parecía de una solución fácil y efectiva. Que la receptora del embrión (Clara, interpretada acertadamente por Pascal) sea una migrante peruana de bajos recursos subraya el carácter social del problema. Asimismo, la oferta de duplicar o triplicar el monto convenido para garantizar el proceso denuncia que estos procesos son una posibilidad solo para quienes cuentan con recursos económicos para ello, es decir, es una solución para europeos ricos que pueden aprovechar la necesidad de migrantes pobres. Pero la crisis moral y emocional también afecta a las mujeres que contratan a otras, negándose los perjuicios, pero también el placer del proceso de la maternidad. La obra aborda el tema prescindiendo deliberadamente de los aspectos religiosos o legales (salvo las referencias al contrato, pero solo como compromiso adquirido) y aún de los políticos (por las redes internacionales que trafican con estas prácticas). Es que el conflicto es, ante todo, personal. Lo que está en juego es la integridad de cada mujer.
Los demás personajes (el esposo, la madre y el novio de la joven gestante subrogada) dan fuerza al conflicto principal, relevando sus propias miradas: el esposo (Sousa) desea ser padre antes de los 50 y pagará por serlo. La madre de Elisa (Brugué) se encarga de dar una mirada tradicional y protectora que cuestiona los conceptos modernos sobre la maternidad. La aparición del novio de Clara (Cano) subraya las limitaciones a que ella se ve sometida por el compromiso adquirido, pero, al mismo tiempo, permite que el personaje de ella deje de ser un mero vehículo de gestación para mostrarnos a una mujer con sueños, deseos, temores y su propia crisis interior.
Al final, al centro de todo, en medio de la oscuridad y el silencio, quedan dos mujeres que comparten una maternidad, en ambos casos incompleta y frustrante. ¿Cuál es la respuesta correcta? No hay final feliz ni moraleja. Acaso un intento de arreglo impensado. Pero se siente el sacudón moral, el dedo apuntando a la conciencia de cada espectador.
David Cárdenas (Pepedavid)
2 de noviembre de 2025



