Una buena obra sobre las buenas personas o que intentan serlo
El anuncio de una obra dirigida por Juan Carlos Fisher y con un elenco de tan alto nivel (Jimena Lindo, Paul Martin, Milene Vásquez, Gabriela Velásquez, Norka Ramírez y Jorge Guerra) hace que uno ingrese a la sala con las expectativas al tope y la obra no nos defrauda. Por el contrario, es una de las mejores del año. El autor (David Lindsay-Abaire) recoge la herencia de la dramaturgia norteamericana y nos ofrece un panorama realista, con personajes muy bien elaborados, que dialogan de manera directa, a veces cruda, sin complicar el lenguaje. Sus diálogos sencillos permiten que el espectador identifique la situación y los conflictos de cada personaje y así pueda sumergirse en el universo al cual nos conduce el autor con maestría, para conmovernos.
Al centro de un ambiente cuadriculado y gris, Margaret (Lindo) es una mujer pobre, madre de una hija con discapacidad, que lucha por sobrevivir, pero no puede evitar las desatenciones al trabajo diario. A su alrededor, la miseria es el tema común de sus vecinas, que pueden sonreír a los problemas porque se saben sobrevivientes. Mike (Martin), antiguo amigo de Margaret, aparece y con él la oportunidad de salir del hoyo. Lo conoce desde cuando todos eran pobres, pero él pudo salir y lograr las comodidades que son lejanas para ella y su hija.
Mientras nos habla de su esfuerzo por encontrar un trabajo, nos revela cómo todos han tenido la oportunidad de ser buenas personas, pero las circunstancias han sido distintas. El tema social queda planeado desde la primera escena. Pero todos tienen una cuota de maldad que aflora cuando hay que sobrevivir. Cada personaje muestra su faceta más humana; incluso la esposa de Mike (Vásquez) puede ser bondadosa y solidaria con Margaret hasta que esta toca su estabilidad y muestra sus propias garras.
Margaret usa todos los recursos a su alcance y cuando estos se acaban, trata de cruzar una línea que ella misma se tiene prohibida. Los códigos morales no son simples reglas, son los fundamentos de la persona. Sin ellos somos bestias. Por eso ir más allá es saltar al abismo y Margaret aún tiene integridad. Finalmente, su lucha es por su hija y debe continuar, incluso resignándose al aceptar una opción laboral a la que se ha negado en todo momento.
El escenario se ilumina con la opulencia de quienes lograron la comodidad y se oscurece con quienes se mantienen en la miseria, como Margaret, sus amigas y aún su amigo Stevie (Guerra). La luz también narra. Precisamente, queda para la reflexión (y hasta el debate) la escena final, con un haz de luz iluminando el rostro de Margaret que mira al infinito: ¿resignación, esperanza? Que cada quien escoja.
David Cárdenas (Pepedavid)
15 de noviembre de 2025

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