La Memoria que migra
El pasado sábado 25 de octubre, en Casa Darte (Cusco), se presentó la obra Pasaje de ida, un unipersonal de Sandro La Torre. Se trata de una pieza testimonial que aborda el delicado tema de la migración. Digo “delicado” no solo por la forma personal, lúdica y cuidadosa con que se trata, sino también porque logra hurgar sutilmente en fibras sensibles, transitando de lo individual a lo comunitario.
No es la primera vez que veo esta puesta en escena, y observo con agrado cómo el teatro se manifiesta como acontecimiento irrepetible y único, resultado de esa mezcla de circunstancias que lo hacen distinto cada día: el momento, el espacio y el público presente, cada cual aportando un nuevo impulso al actor. A la vez, la obra evoluciona y se perfecciona con el tiempo y el espacio.
“El teatro es acontecimiento porque implica un encuentro irrepetible entre cuerpos vivos en un mismo tiempo y espacio.”
— Jorge Dubatti
Si bien la obra parte de una migración personal, los testimonios nos acercan a ese personaje de medias largas y pantalones cortos que, con inocencia, saluda con una sonrisa mientras se presenta con orgullo y ternura:
“Hola, soy Sandro, hijo de doña Eneida y don Alfonso.”
En una ciudad que lo recibe con indiferencia, este gesto sencillo resuena en nuestras propias migraciones —pequeñas o grandes, visibles o silenciosas—, donde siempre se espera una sonrisa de vuelta que levante el ánimo en una geografía desconocida.
Conviene recordar que la ciudad a la que llega este personaje es Lima, una urbe de migrantes desde su fundación hispánica, nutrida por constantes olas migratorias que la han dotado de mil colores, acentos y sabores.
“La gran migración andina hacia Lima trasladó a la ciudad no sólo población, sino también estructuras culturales y formas de organización que transformaron profundamente la vida urbana.”
— José Matos Mar, Desborde popular y crisis del Estado (1984)
La presencia del yo en esta obra permite visibilizar una voz común, esa voz que con frecuencia ha sido silenciada e invisibilizada: la de quienes han vivido la marginación. El actor no solo interpreta, sino que también evoca, recuerda y comparte, desdibujando los límites entre testimonio y representación teatral. Así, la escena se convierte en un acto de resistencia y memoria, que invita a la reflexión y a la justicia simbólica.
Desde el inicio, la obra nos presenta elementos escénicos que se transforman en artefactos del juego teatral. Poleas con hilos finos, casi imperceptibles a la vista, hacen flotar vestuarios que por un instante cobran vida, evocando carencias, recuerdos maternales y la necesidad de ponerse los pantalones y dejar de soñar. Son entes con voces de reproche, que —con la mejor o peor intención— intentan apagar el fuego del cambio, ese fuego que nos mantiene en escena.
El trabajo audiovisual cumple también un papel fundamental. Este recurso nos sitúa dentro de las anécdotas familiares —la figura del padre, la llamada de la madre— y nos acompaña en el trayecto del personaje hacia el teatro. En otros momentos, nos integra directamente a la acción escénica. Lejos de competir con el actor, el audiovisual dialoga, nutre y complementa la propuesta, generando una hermosa sinergia entre imagen y presencia viva.
Todo transcurre en un tiempo ficticio: los primeros 45 minutos de un partido de fútbol, una primera mitad de vida —“que llega por el gentil auspicio de Pilsen Callao”—, seguida por un entretiempo que queda en manos del espectador, invitándolo a reflexionar sobre lo visto mientras el actor se prepara para los siguientes 45 minutos.
Esta obra ha viajado mucho; se ha presentado dentro y fuera del Perú, acumulando más de cincuenta funciones en su haber. Una fecunda trayectoria que, sin duda, seguirá dando frutos, o como diría un maestro, flores en el oficio. Aún tiene mucho camino por recorrer y seguramente se seguirá presentando en teatros oficiales, independientes y salas íntimas.
Así que, si por alguna casualidad aparece en su muro de Instagram o en alguna red social, o si ven un cartel pegado en un café habitual, no duden en asistir.
Veamos teatro, seamos parte de ese convivio que nos nutre más allá de una pantalla.
Miguel Gutti Brugman
Cusco, 12 de noviembre de 2025
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