Tempranos brotes de enfermedad
Hace unos años, Osvaldo Cattone ofreció su última gran
actuación en El padre del autor
francés Florian Zeller, en donde interpretó a un anciano que sufría de Alzheimer.
¿Pero acaso esta incurable enfermedad solo afecta a hombres y mujeres de la
tercera edad? Pues el actor y director Gerardo Fernández se animó a volver a
las tablas con No quiero olvidar,
pieza de su autoría, una historia centrada justamente en la crisis que ocasiona
el Alzheimer de aparición temprana, una forma poco común de demencia que
afecta a personas menores de los 65 años. Síntomas como los problemas de
memoria, el razonamiento y la conducta comienzan a aparecer poco a poco en la
vida de la pareja protagónica, enfrentada a una situación límite que pondrá a
prueba su relación.
Lucio (el mismo Fernández) es un artista teatral de 49 años,
que vive su mejor momento profesional al ser convocado para un rol protagónico
en una conocida plataforma de streaming. Sin embargo, la temprana aparición del
Alzheimer pondrá en jaque no solo sus sueños de consagración, sino que hará
peligrar la feliz convivencia con su novio Álvaro (Álvaro Pajares), veinte años
menor que él. La dramaturgia de Fernández acierta en presentar los progresivos
síntomas de la enfermedad en el maduro Lucio, de manera esporádica en su rutina
diaria, a la vez que explora hábilmente la promiscuidad de Álvaro, quien siente
serias dudas de continuar con una vida monogámica. Se aprecia también el
dosificado uso del humor en sutiles detalles dentro de la trama que impiden que
el drama se desborde hacia el inexorable final.
Presentada en el íntimo Espacio Teatro Esencia de Barranco,
la más reciente apuesta de Fernández es fluida y conmovedora, aprovecha bien el
reducido espacio que dispone y se sigue con interés, a pesar de su dilatada
duración para estos tiempos del nuevo regreso al teatro presencial. Quizás
modular el volumen de las voces en determinadas secuencias (detalle necesario
en un espacio tan íntimo), así como ceder la presentación protocolar a un
asistente y no que la haga la misma productora Cynthia Bravo, también actriz
del elenco (por cierto, impecable en sus variados roles) pueden ser los únicos reparos
al montaje. No quiero olvidar es un
sólido espectáculo que explora con sobriedad y respeto las dramáticas
consecuencias de una penosa enfermedad degenerativa, que solo con verdadero amor
puede sobrellevarse con dignidad.
Sergio Velarde
24 de marzo de 2022
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