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jueves, 24 de marzo de 2022

Crítica: NO QUIERO OLVIDAR


Tempranos brotes de enfermedad

Hace unos años, Osvaldo Cattone ofreció su última gran actuación en El padre del autor francés Florian Zeller, en donde interpretó a un anciano que sufría de Alzheimer. ¿Pero acaso esta incurable enfermedad solo afecta a hombres y mujeres de la tercera edad? Pues el actor y director Gerardo Fernández se animó a volver a las tablas con No quiero olvidar, pieza de su autoría, una historia centrada justamente en la crisis que ocasiona el Alzheimer de aparición temprana, una forma poco común de demencia que afecta a personas menores de los 65 años. Síntomas como los problemas de memoria, el razonamiento y la conducta comienzan a aparecer poco a poco en la vida de la pareja protagónica, enfrentada a una situación límite que pondrá a prueba su relación.

Lucio (el mismo Fernández) es un artista teatral de 49 años, que vive su mejor momento profesional al ser convocado para un rol protagónico en una conocida plataforma de streaming. Sin embargo, la temprana aparición del Alzheimer pondrá en jaque no solo sus sueños de consagración, sino que hará peligrar la feliz convivencia con su novio Álvaro (Álvaro Pajares), veinte años menor que él. La dramaturgia de Fernández acierta en presentar los progresivos síntomas de la enfermedad en el maduro Lucio, de manera esporádica en su rutina diaria, a la vez que explora hábilmente la promiscuidad de Álvaro, quien siente serias dudas de continuar con una vida monogámica. Se aprecia también el dosificado uso del humor en sutiles detalles dentro de la trama que impiden que el drama se desborde hacia el inexorable final.

Presentada en el íntimo Espacio Teatro Esencia de Barranco, la más reciente apuesta de Fernández es fluida y conmovedora, aprovecha bien el reducido espacio que dispone y se sigue con interés, a pesar de su dilatada duración para estos tiempos del nuevo regreso al teatro presencial. Quizás modular el volumen de las voces en determinadas secuencias (detalle necesario en un espacio tan íntimo), así como ceder la presentación protocolar a un asistente y no que la haga la misma productora Cynthia Bravo, también actriz del elenco (por cierto, impecable en sus variados roles) pueden ser los únicos reparos al montaje. No quiero olvidar es un sólido espectáculo que explora con sobriedad y respeto las dramáticas consecuencias de una penosa enfermedad degenerativa, que solo con verdadero amor puede sobrellevarse con dignidad.

Sergio Velarde

24 de marzo de 2022

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