Las consecuencias de creer en un amor verdadero
Después de una temporada en la plataforma
virtual, Samoa Producciones trae nuevamente la propuesta Trinidad de Juan Carlos Delgado, dirigida por Nella Samoa Alvarez e
interpretado por Gian Paul Miranda, esta vez de forma presencial para
introducir su llamado “teatro cinematográfico” a las tablas.
En las llamadas, desde ya, nos anticipa la
trama violenta de la obra, pues unos enmascarados guían nuestro recorrido al
“juicio” de un protagonista que en sus horas más angustiantes y en defensa del
amor, ha cometido un crimen que lo puede llevar a la muerte.
Lo que funciona con mayor precisión es el
desempeño actoral de Miranda. Su forma de contarnos la situación resulta natural
y comprensible, logrando buenos momentos a la hora de ser introspectivo o al
dejarse llevar por la euforia sin exagerar demasiado. Gracias a la ayuda de unas
escenas (decentemente grabadas) proyectadas en el fondo del escenario, le da
énfasis a su acción y a sus motivaciones por lo que su personaje consigue la
empatía del espectador.
Aunque, por otro lado, la dramaturgia
carece de peso en el conflicto: no queda claro cuál es la lucha del héroe. Entonces
da la impresión de estar viendo un discurso escenificado. Aun así, el texto
referencia mucho a los thrillers psicológicos profundizando en el tormento de
un hombre que, por proteger a la persona amada, se refleja en las miradas de
una sociedad/público hipócrita y doble moral, brindando la oportunidad de ver
una buena resolución del actor ante tal parlamento lleno de matices y juego
escénico.
Por lo tanto, la dirección sabe adónde
quiere ir. Esta se apoya en la temática de los delirios internos, de lo
emocional. La atmósfera que crea la ambientación, los cuerpos en constante
movimiento, la iluminación, en su mayoría rojos oscuros, terminan de cerrar la
idea de lo visceral. Entonces, el espacio reducido se convierte en la mente
trastornada del personaje; las proyecciones, sus recuerdos; y la palabra, lo
último que le queda para sincerarse con el espectador que pronto tomará la
decisión de su vida dentro de la convención (por el estilo interactivo de la
puesta, una voz en off nos pide decidir el final de la historia en un momento
específico). Sin embargo, este recurso parece limitado y el clímax es predecible.
Trinidad plantea un teatro que dialoga con ciertos lenguajes, como lo
audiovisual, pero que todavía falta pulir. Su intención de cuestionar al
espectador y hacerlo más activo aún tiene que definirse.
Christopher
Cruzado
24 de marzo de 2022
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