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jueves, 24 de marzo de 2022

Crítica: TRINIDAD


Las consecuencias de creer en un amor verdadero

Después de una temporada en la plataforma virtual, Samoa Producciones trae nuevamente la propuesta Trinidad de Juan Carlos Delgado, dirigida por Nella Samoa Alvarez e interpretado por Gian Paul Miranda, esta vez de forma presencial para introducir su llamado “teatro cinematográfico” a las tablas.

En las llamadas, desde ya, nos anticipa la trama violenta de la obra, pues unos enmascarados guían nuestro recorrido al “juicio” de un protagonista que en sus horas más angustiantes y en defensa del amor, ha cometido un crimen que lo puede llevar a la muerte.

Lo que funciona con mayor precisión es el desempeño actoral de Miranda. Su forma de contarnos la situación resulta natural y comprensible, logrando buenos momentos a la hora de ser introspectivo o al dejarse llevar por la euforia sin exagerar demasiado. Gracias a la ayuda de unas escenas (decentemente grabadas) proyectadas en el fondo del escenario, le da énfasis a su acción y a sus motivaciones por lo que su personaje consigue la empatía del espectador.   

Aunque, por otro lado, la dramaturgia carece de peso en el conflicto: no queda claro cuál es la lucha del héroe. Entonces da la impresión de estar viendo un discurso escenificado. Aun así, el texto referencia mucho a los thrillers psicológicos profundizando en el tormento de un hombre que, por proteger a la persona amada, se refleja en las miradas de una sociedad/público hipócrita y doble moral, brindando la oportunidad de ver una buena resolución del actor ante tal parlamento lleno de matices y juego escénico.

Por lo tanto, la dirección sabe adónde quiere ir. Esta se apoya en la temática de los delirios internos, de lo emocional. La atmósfera que crea la ambientación, los cuerpos en constante movimiento, la iluminación, en su mayoría rojos oscuros, terminan de cerrar la idea de lo visceral. Entonces, el espacio reducido se convierte en la mente trastornada del personaje; las proyecciones, sus recuerdos; y la palabra, lo último que le queda para sincerarse con el espectador que pronto tomará la decisión de su vida dentro de la convención (por el estilo interactivo de la puesta, una voz en off nos pide decidir el final de la historia en un momento específico). Sin embargo, este recurso parece limitado y el clímax es predecible.

Trinidad plantea un teatro que dialoga con ciertos lenguajes, como lo audiovisual, pero que todavía falta pulir. Su intención de cuestionar al espectador y hacerlo más activo aún tiene que definirse.

Christopher Cruzado

24 de marzo de 2022

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