Cosas que no se dicen
El humano es un ser muy complejo, pues no
hace lo que piensa o dice lo que siente. De ahí que no están alineados sus
pensamientos, sentimientos y acciones. Por ejemplo, apuesto que elegirías
almorzar con tu familia en un restaurante que en casa de tu suegra. ¿Por qué?
Porque no quieres perder tu dignidad. Sabes que tus hijos prefieren su sazón,
porque es mejor que la tuya. Entonces, no quieres que se devalúe tu orgullo de
madre ante una “señorona” con harta experiencia. Pero, ¿por qué hacemos eso?
Porque somos personas, que proviene del latín persona, es decir, máscara usada en un montaje teatral. En otras
palabras, creamos máscaras sobre nuestros propios pensamientos para ocultar
aquello que nunca diremos o reconoceremos. Sobre dicho tema aborda El Mueble (o todas esas cosas que nunca nos
diremos), obra dirigida y representada por David Carrillo y Cécica
Bernasconi. Además, fue presentada con aforo reducido en el Teatro de Lucía.
La dramaturgia pertenece a los españoles
Juan Carlos Rubio y Yolanda García. Junto a los creadores escénicos, abordan la
historia de una pareja ideal que desea amoblar su sala, pero tienen diferencias
sobre el mueble que han comprado. Entonces sobresale su complicada convivencia
luego de veinticinco años. A nivel textual, El
Mueble… es una comedia que rompe la cuarta pared, pues los apartes que
presenta invitan que el personaje interactúe con el público. Ese recurso es interesante,
ya que la obra como producto estimula que exista una identificación entre el
espectador y personaje. También respetaron fielmente el texto, ya que no hubo
alguna variación en los nombres de marcas o lugares que evocan.
La escenografía estuvo compuesta por un par
de sillones, un mueble para armar y una caja de herramientas, básicamente. Así,
el uso de pocos objetos permitió que haya orden en el espacio. Po otro lado, si
separamos la escenografía de los entes actuantes, esta invitaba a imaginar por
donde iba el curso de la historia. En este caso, se observaba a dos personas
(sillones) con el mismo estatus que tenían que arreglar algo (mueble).
Las interpretaciones tuvieron un estilo
naturalista; es decir, dentro de la teatralidad usaron códigos que se emplean
en un entorno no ficcional. Las propuestas de Carrillo y Bernasconi
funcionaron. Esto se vio reflejado en el público, porque reían al identificarse
con alguna situación de la obra. Sin embargo, los primeros minutos del hecho
teatral estuvieron enmarcados por dichos que no provenían del aquí y ahora. Por
otro lado, las energías de los actores se complementaban. Generaban la ilusión
de parecer una pareja que ya había convivido mucho tiempo. Finalmente, ambos
supieron manejar los ritmos e interactuar con el público para que surja la
identificación. Se podía apreciar en el comportamiento del público, que
disfrutaba de la obra.
Los insights
estuvieron enmarcados por aquellas cosas que nunca se dicen. Por ejemplo, en
una discusión, algunos no reconocerían que la otra parte tiene razón, a pesar
de que sabe que la tiene, tal como sucede con los personajes de la obra. Sin
importar el objetivo, más se desea cuidar el orgullo y no entrar en un estado
de vulnerabilidad. Así, el tema de la obra es muy acertado, porque trata de un
conflicto universal que tiene el ser humano.
En líneas generales, la calidad de la obra
es buena. Se observa la experiencia de los actores y la capacidad de solucionar
en el momento. Además, los insights que
abordan no solo son pertenecientes a un segmento humano, sino a toda la
humanidad.
Elio
Rodríguez
8 de marzo de 2022
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