“Me da rabia cuando me dicen que el teatro no es una profesión”
Una de las actuaciones más sentidas del año pasado fue la que nos
regaló Sylvia Majo con el papel de Paulina en Cómo crecen los árboles de
Eduardo Adrianzén. Como resultado, Sylvia fue la justa ganadora como mejor
actriz de reparto en la categoría de Drama, por público y crítica, en los
premios El Oficio Crítico 2014. “En primer lugar, siempre he sido súper tímida”,
recuerda Sylvia. “Tan tímida que siendo escolar me dieron la diploma de conducta
¡de todo el colegio! (risas) Nunca en mi vida lo he contado.” Sylvia recuerda
también anécdotas no tan felices de su paso por la etapa escolar. “De chiquita
en primaria, la profesora me obligó a que yo bailara en una actuación. Yo tenía
8 años. Salí y me quedé parada, con mis lagrimones cayéndose de mis ojos,
mientras las demás bailaban. La profesora me miraba después con odio, me gritaba
que le había malogrado su actuación.”
Pero posteriormente se dio cuenta que lo suyo era la recitación de
poemas. “Me hicieron aprender “A mi hermano Miguel” de Vallejo. Siempre me ha gustado
leer poemas y me encantó recitar delante de todos. Lo hice feliz y muy fuerte y
bien. A partir de ahí, solo salía a recitar, pero ya jamás a bailar. Para mí me
resulta raro: dentro del salón soy tímida, pero recitando lo hago fuerte y
exagerado, moviendo las manos.” Luego de contar que se cambió nuevamente de
colegio, Sylvia revela un secreto guardado bajo cuatro llaves. “Yo fui
compañera de colegio con Pold Gastello. En Segundo de Secundaria, como éramos
tan “pavos”, nos pusieron de brigadieres. (risas) ¡Qué roche! A los dos nos
ponían en la puerta de campanas para ver si la auxiliar venía, mientras los
demás se sacaban la mugre. Éramos brigadieres sin la menor autoridad”, comenta
divertida.
Los profesores del Club de Teatro
“Pasaron los años, y ya casada con dos hijos y con mi licenciatura en
Computación de San Marcos, se me metió la idea de hacer algo de arte, no sé por
qué.” Sylvia afirma que siempre utilizaba el teatro con sus hijos, pero sin
saberlo. “Con mis hijos jugamos mucho, cuando eran chiquitos me encantaba jugar
con ellos a los títeres y poner música y narrarles cuentos, teatralizarlos,
pero no sabía que era actuación.” Es entonces que abre el periódico y se
encuentra con el aviso del Club, con la foto de Reynaldo D’Amore. “Sabía que
Pold (con el que seguía en contacto) estaba enseñando en el Club. Lo llamé para
que me aconseje y me dijo que me metiera. Le dije que jamás me meto a primer
año y contigo como profe. ¡Qué roche! Al final me convenció, y en la primera
clase me encantó y ya nunca lo dejé.” Sylvia empieza así formalmente su carrera
como actriz.
En el Club, Sylvia tuvo muy buenos profesores y además, la chance
de ser asistente de dirección del maestro D’Amore en el cincuentenario de la
institución. “Pold Gastello como profesor es muy bueno, muy dinámico. Lo que
siempre tengo en mente sobre él es que tienes que ser un actor de oficio, hacer
de todo para ganar experiencia.” Otro maestro suyo fue Paco Caparó. “Con él
aprendí sobre la humildad, no tienes que andar con engreimientos. Por ejemplo,
en la obra Los Pelópidas, Leticia Robles y yo éramos las protagonistas. Los
sábados, una era la reina y la otra, la estatua. Y los domingos, a la inversa.”
Sin duda, una gran influencia para Sylvia fue Sergio Arrau. “Creo que existen
personas que deberían ser eternas. Para Sergio lo más importante era la
disciplina, fue muy duro enseñando; recuerdo las lecturas que nos dejaba, en
cómo encontrar la acción del personaje.”
¿Cuáles son los requisitos que debería tener un buen actor de teatro? “No
soy quién para decir los requisitos, te menciono los que servirían para mí:
disciplina, responsabilidad y respeto. Tener puntualidad, aprenderme al letra y
no solo la mía, también la del compañero porque esto es un trabajo en equipo. También
cuidarse uno mismo, en temporada no puedes desvelarte y al día siguiente estás
con el cuerpo descompuesto.” Y sobre su director ideal, Sylvia afirma que “debe
tener paciencia y darle libertad al actor para crear. No debe imponer. Me gusta
que un director me deje proponer.”
La oportunidad de Cómo crecen los árboles
Sylvia siempre se entusiasma al recordar cómo llegó a ser parte del
elenco de Cómo crecen los árboles. “Dejé el teatro por el trabajo en la
universidad y por pasar tiempo con mi familia. Me llamaron de tres obras y
acepté. Pero después lo reconsideré, pues debo ser responsable. Mis hijos estaban
pequeños y una obra de teatro te quita mucho tiempo. Mis hijos estaban en una
edad que me necesitaban a su lado.” Sylvia abandonó estos proyectos y fue muy
feliz creciendo con sus hijos. “No puedes vivir angustiada por los tiempos, así
no iba a actuar bien. Todo a su
tiempo.” Ella seguía viendo teatro y se torturaba pensando en que ella hubiera
podido interpretar algunos personajes. Pero la televisión la rescató para
algunos breves personajes en La Pre, Avenida Perú (en el que disfrutó hacer por
primera vez de mala) y Conversando con la luna.
Cuando se publicó la obra Cómo crecen los árboles en la primera edición
de Sala de Parto, Sylvia lloró con el personaje de Paulina y también por el
hecho de que sería imposible para ella interpretarla en escena, ya que sentía
que nadie la conocía. “Felizmente me llama Eduardo Adrianzén, que me había
visto en Avenida Perú y Conversando con la luna, diciéndome que pensaba que
podía interpretar a Paulina. Fue una cosa de Dios. “Ésta es la oportunidad de
mi vida”, pensé. Me preparé como una loca por tres días antes de la audición. Mi
esposo y mis hijos fueron mi público. Yo elegí el vestuario, que finalmente
llevé en temporada. Les llevé la propuesta a Eduardo, al director Gustavo López
y Jano Clavier de Sala de Parto, y les gustó. Me trajo mucha felicidad.”
Sylvia continuará en actividad este año. “Estoy preparando una obra llamada
Esquina peligrosa, que dirige Joaquín Vargas, con actores muy buenos. Estrenamos
el 26 de marzo en la AAA.” Y también participará en otra aventura televisiva
por el Canal del Estado, de la cual todavía no puede comentar mucho. También ha
estado trabajando en unos cursos del Ministerio del Trabajo en conjunto con la
Universidad con San Marcos. “Nos contratan como profesores para jóvenes de
escasos recursos, totalmente gratis. Se les da pasajes, libros, cuadernos y lapiceros, todo el material que necesitan. Es
un programa muy bueno del gobierno en todo el Perú, yo estoy dictando en San
Juan de Lurigancho.” Para Sylvia sería un gran sueño llevar teatro a los conos.
“Yo enseño cursos de emprendimiento, de venta y de atención al cliente, y a
todos les enseño a través del teatro y funciona. Tanto es así que a las tres
semanas muchos ya han conseguido trabajo en empresas y todo se lo debo al
teatro, pues se han logrado desenvolver muy bien. Me da rabia cuando me dicen
que el teatro no es una profesión”, concluye.
Sergio Velarde
24 de febrero de 2015
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