Los cuentos infantiles en peligro
Escrita por el dramaturgo y periodista peruano Benjamín Sevilla, la
obra La Rebelión de los Villanos (llevada a escena en el 2005 por Teatro de la
Resistencia) regresa a los escenarios, pero esta vez en la Asociación de
Artistas Aficionados y con la Asociación Cultural Tallo, que se declara como “un
grupo amateur con espíritu y actitud profesional”. De entrada, para cualquier apreciación
hacia el presente montaje dirigido por Eduardo Torrejón, debe tomarse en cuenta
la realidad del colectivo. Y esta realidad debería figurar en el afiche
promocional para no confundir (o sorprender) al espectador promedio. Y es que
los problemas de dirección, de construcción de personajes y de valores de
producción resultan en escena, abrumadores. A pesar de todo, la pieza se deja
ver y hasta resulta por momentos entrañable, gracias al innegable esfuerzo que
pone el elenco para llevar esta “sátira” de personajes infantiles a buen
puerto.
La Rebelión de los Villanos plantea un universo atemporal, en el que
los malvados de los cuentos infantiles se encuentran hartos de ser como son y
deciden acabar con todas estas historias a través de una nefasta máquina,
mientras que las princesas y los héroes se hallan inmersos dentro su rutina,
hasta que ven peligrar su posición ante la ausencia de villanos. Así, veremos
al Lobo Feroz huyendo de una calenturienta Caperucita; a una manipuladora Cenicienta
enfrentando a la Madrastra; a Hansel amenazando a la Bruja; y a la cucarachita
Martina desesperada por la limpieza. Y desde el País de las Maravillas, la
joven y perdida Alicia será la pieza clave del entuerto. El texto encierra
algunas ideas interesantes, como la temida pérdida del cómodo status quo, o
como la imposición de esquemas y modelos por parte de una salvaje sociedad
hacia sus habitantes. Pero en escena, estas ideas resultan muy difusas, como también
lo es la salida que aquellos Enanos perdidos buscan dentro del limbo.
Resulta meritorio, eso sí, que la Asociación Cultural Tallo promueva la
inclusión dentro de sus montajes, como por ejemplo, a través de la
participación de actores en roles femeninos. Lamentablemente, al tratarse una
obra de arte, el estilo elegido y pobremente desarrollado para la puesta en
escena juega en contra. Por ejemplo, si bien la Cenicienta resulta muy ambigua,
no sucede lo mismo con la Reina de Corazones o con la misma Alicia, ambas
descalzas, seguramente por lo difícil que resulta encontrar calzado femenino
para tallas mayores. Vestuarios, máscaras y pelucas (especialmente la de
Alicia) deben revisarse. Esta puesta en escena de La Rebelión de los Villanos le
debe servir al colectivo como un paso adelante hacia su urgente profesionalización,
ya que el talento y el empeño que destilan sus integrantes resultan evidentes.
Sergio Velarde
14 de febrero de 2015
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