Auspicioso y feliz debut
La obra inicia con Sandra (Natalia Cárdenas), una joven enfermera itinerante,
hablando con Bruno (Francisco Cabrera), quien está gratamente sorprendido por
verla luego de su primera cita. Pero esta impresión inicial se rompe cuando
ella le cuenta que está embarazada y que ya decidió terminar con el “inconveniente”.
Esa primera secuencia hacía presagiar que estábamos ante una nueva y rutinaria
puesta en escena de Break Producciones, acostumbrada a presentarnos historias
sobre conflictos emocionales de jóvenes adultos sin mayor trascendencia, como
en Rockstars (2013) o Bésame mucho (2014). Falsa alarma. Para su debut como
director, Diego Lombardi elige la pieza Phoenix (agregándole la coda Volver a empezar) del joven dramaturgo neoyorkino Scott Organ, que puede verse actualmente
en el ICPNA de Miraflores. El título hace referencia a la ciudad norteamericana del estado de Arizona, en donde se encuentra la clínica en donde Sandra "solucionará" su problema.
Phoenix: volver a empezar es trascendente por dos motivos: muestra el espíritu egoísta e
individualista de parte de la sociedad actual, que prefiere seguir su vida sin
mayores complicaciones, y por supuesto, sin importarle las consecuencias de sus
actos; y por otro lado, explora de manera sutil y delicada el concepto mismo del
aborto. Sabia la decisión del dramaturgo en alejarse de cualquier tipo de cliché
o panfleto social para dar a conocer su postura sobre el tema. Las conversaciones
entre Sandra y Bruno, salpicadas por cierta dosis de humor (acaso muy
norteamericano, pero no por ello inoportuno), muestran por sí mismas la moral y
la ética que manejan los jóvenes (norteamericanos) ajenas a cualquier tipo de
responsabilidad. El novel director comprende al autor y plantea su puesta en
escena sin excesos de ningún tipo, aprovechando el espacio que ofrece el ICPNA,
con contado mobiliario y una escenografía que aparenta una construcción a medio
hacer, como lo es, en cierta medida, la relación sentimental de los
protagonistas.
Para que una pieza de dos actores logre sostenerse en escena, se
necesita de un director que pueda conducir a los intérpretes por toda una gama
de emociones. En ese sentido, Lombardi se revela como un director con una sensibilidad
especial para guiar a su elenco, logrando la mejor actuación de Francisco
Cabrera a la fecha y sorprendiendo con una excelente Natalia Cárdenas. Una de
las últimas secuencias, ya en la clínica de Phoenix y con los dos atribulados personajes
mirando a la platea entendiendo por fin lo que una pretende consumar y el otro
evitar, resulta de por sí, notable. Todas las conversaciones anteriores, ejecutadas escénicamente con mayor o menor fortuna, convergen felizmente en ese momento, con las miradas
de los actores en directo hacia el público. Phoenix: volver a empezar es un
auspicioso debut de Lombardi y una entrega teatral de Break Producciones que
verdaderamente vale la pena.
Sergio Velarde
20 de febrero de 2015
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