domingo, 10 de marzo de 2024

Crítica: CUÉNTAME


Una bella historia con la música a medias

Cuéntame, obra musical para todo público, nos regala una historia emotiva, divertida, pero que cojea de su aspecto musical. A pesar de ello, mantiene una historia clara dentro de un juego fantasioso, aunque no por ello menos verdadero. Partiendo de la propuesta luminotécnica, el montaje se muestra preciso, con unos efectos visuales destacables, que le otorgaban a las escenas este juego infantil necesario. Además, la propuesta de escenografía es versátil, y desde ella, los actores se apoyan para generar coreografías que mantienen el dinamismo de la obra.

A nivel actoral, se puede decir que todos se prestaban para el juego que planteaba la obra, había un entendimiento del texto preciso y la interacción entre los personajes era lo que se podría esperar por las circunstancias dadas. A quien parece haberle costado más entrar en esta dinámica fue a Manchi Ramírez, cuyo personaje, si bien guarda un carácter más opaco frente a los otros, se desconectaba cada vez que terminaba su acción en la escena o su diálogo. Su corporalidad escénica desaparecía en sus traslados por el espacio y volvía cuando tenía que intervenir. Además de presentar dificultades en el aspecto musical, la falta de claridad y afinación perjudicaban el entendimiento de las canciones. Teniendo en cuenta que los momentos musicales de la obra se desarrollan tanto con una pista musical como por los actores cantando, no hacía un buen empalme la pista con la voz de Ramírez.

Mejor dominio musical presentaron Daniel Menacho y Daniela Olaya, aunque no fue suficiente. Brillaron más por su dominio escénico, lo cual sí vale la pena resaltar. Quien sí nos otorgó, de manera notable, un dominio musical, fue Guadalupe Farfán: con una voz potente, afinada, lograba brillar en cada canción.

Ya desde la dirección, no se entiende muy bien por qué la primera canción no tiene una pista al igual que las demás; no presenta una carga dramática importante, no logra entenderse muy bien, porque la calidad vocal tampoco la acompaña, y engaña un poco al espectador, que en consecuencia esperaría que el tratamiento para la demás canciones sea el mismo. De igual forma el preámbulo de la obra choca un poco en su estridencia, y se entendería mejor si no fuera interrumpido por las llamadas a la sala.

Luego de estas consideraciones, la obra se desenvuelve mejor, va afianzándose a medida que avanza la historia, y logra capturar ciertos momentos emotivos, que desembocan en la resolución final de los personajes. Sin duda, todos atraviesan por un viaje de transformación. Esta es una historia que sí logra evocar ciertos aspectos olvidados de las tradiciones orales, de los cuentos, pero lejos de buscar pretensiones, los aterriza a través de las experiencias de vida de cada uno de estos chicos, ya no tan chicos, y la necesidad de recordar lo que significa narrar, contar y soñar.

Omar Peralta

10 de marzo de 2024

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