Cuando el monstruo está dentro de uno
- Hola de nuevo, Conor. Es hora de contarte la primera historia, ¿estás
escuchando?
- ¡No!
- He estado vivo tanto tiempo como esta tierra. Me pagarás el respeto
que me he ganado.
- ¿Qué sabes tú? ¿Qué sabes tú de nada?
- Sé de ti. Conor O'Malley.
Hace muchos años leí la
novela de Patrick Ness, una lectura que no demoró mucho, no por la longitud de
la obra sino por lo cautivante de la forma de narrarlo. La obra de teatro,
adaptada por Sally Cockson y Adam Peck y dirigida para esta puesta por Nishme
Súmar, no pierde el espíritu de la novela, mostrando esa amplia gama de
emociones, desde la tristeza hasta la alegría; especialmente el dolor, el duelo
y la pérdida que nos lleva a conectarnos emocionalmente con los personajes y sus
luchas y que nos permite reflexionar sobre cómo estamos enfrentando nuestros
desafíos personales acerca de la importancia de la verdad y el significado de
la vida.
Los que han leído el
libro saben que el protagonista Conor no sabe cómo afrontar la enfermedad
terminal de su madre y para ello, se vale de la presencia de un monstruo, una
manifestación de su propia mente, que a través de una serie de historias le
plantea desafíos que lo ayudan a enfrentar sus temores y emociones. Estas
historias entremezcladas con lo que vive en el día a día son mostradas con
muchos elementos visuales que contribuye a dar suspenso a la trama, pero
también agrega espectacularidad a las escenas.
En general, las
actuaciones son muy sobrias, el dúo de Conor y el Monstruo, interpretados por
Mario Cortijo y Marcello Rivera, se entrelazan de manera armoniosa en el
escenario; adicionalmente, hay que resaltar las actuaciones de Eduardo Pinillos
y sobre todo, a Brayan Pinto, que le da vida a un carismático matón en una
faceta diferente a las comedias que lo había visto antes.
Un tema que me hizo ruido
fue el de la movilidad del monstruo: en mi cabeza, en base a lo leído en el
libro, pensaba en un monstruo con la capacidad para moverse e interactuar
físicamente con los otros personajes y su entorno en una forma muy dinámica,
dando la opción a secuencias visuales muy impactantes. El agregar esos
"pies mecánicos" al actor, si bien lo hace muy grande, también le
resta movilidad haciendo que sus apariciones sean muy estáticas, es cierto que
eso supondría un desafío técnico mayor y supongo también un mayor presupuesto.
Otro punto que me llamó
la atención fue el coro, sentí que en las escenas imaginativas que se trataban
con mayor espectacularidad faltaban más personajes para mover los elementos
visuales; esto es una apreciación muy particular, pero que tenía que
mencionarla.
En resumen, Un monstruo viene a verme es una obra
que busca explorar temas profundos y universales de una manera emotiva y
reflexiva.
Ulises Cabanillas
18 de octubre de 2023
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