Insólito experimento escénico-literario
El director Roberto Sánchez-Piérola siempre nos ofrece
espectáculos atípicos, riesgosos y especialmente exigentes con sus
espectadores, alejándose de cualquier atisbo de convencionalismos. Ya sea con
su colectivo Cuer2 o con el grupo El Quipu Enredado desde la Casa de la
Literatura Peruana. Es justamente en este espacio en el que viene presentándose
el proyecto escénico Lo mismo lo distinto
que, en su propósito de fomentar la lectura de autores de diversos estilos y
calibres, apunta a crear una curiosa experiencia teatral, en la que confluyen
textos de variopintos escritores peruanos de distintas generaciones, recitados
por un trío de actores en un mismo contexto espacio-temporal. Los resultados de
tamaña empresa escénica pueden discutirse, en función de la sensibilidad de
cada espectador, pero es innegable que se trata de una interesante y valiosa
exploración, en la que el público es puesto a prueba en todo momento.
¿Será posible interconectar en un mismo espectáculo una
clásica novela corta como Las noches
hundidas de José Antonio Bravo, un imprescindible poemario de Blanca Varela
como Concierto Animal y una necesaria
pieza dramática como Qoyllur Ritti de
Delfina Paredes? ¿Pueden coexistir en un mismo plano las palabras escritas por
autores peruanos tan disímiles como Rodolfo Hinostroza, Pablo Guevara o Hernando
Cortés? ¿Existirán puentes que puedan tenderse entre la obra Amor, gran laberinto de Sebastián
Salazar Bondy, el poema La mano desasida
de Martín Adán y la novela 56 días en la
vida de un frik de Morella Petrozzi? ¿Autores contemporáneos como el
escritor Carlos García, la poetisa Mary Soto y el dramaturgo Alfredo Bushby
tendrán puntos en común que compartir en escena? Pues para Sánchez-Piérola y
sus actores Conny Betzabé, Godo Lozano y Francisco Rodríguez, la respuesta es
afirmativa en todos los casos. Luego de intensos ensayos, como lo comentó el
equipo creativo al final de la función, los intérpretes consiguieron hilar una
misma trama, acerca de la identidad inherente del ser humano, utilizando
fragmentos escogidos de las obras de los autores mencionados, respetando
estrictamente sus palabras. Sin duda, un experimento arriesgado y retador para
cualquier espectador.
Para el completo disfrute y entendimiento de la puesta en
escena, se hace necesaria la total atención por parte del espectador. Por
ejemplo, el salón escogido para la función fue acondicionado para una típica
conferencia, con una mesa al centro, pantalla multimedia y pizarra acrílica en
ambos frentes, y dos filas de sillas para el público a los lados; la
particularidad radica en que los nombres de la obra y su autor aparecen en la
pantalla conforme sus respectivos textos van siendo recitados en escena. Queda entonces,
en cada espectador, el elegir solo apreciar el trabajo interpretativo de los
actores o desviar la mirada continuamente para descubrir qué obra literaria
está siendo mencionada. Además, depende de la ubicación de cada asistente el
conseguir ver con claridad qué se escribe en la pizarra en determinado momento o
qué se lee en algunos papeles escritos por los actores y que son entregados solo a
algunos espectadores. En todo caso, resulta muy válida la labor creativa y
experimental de Sánchez-Piérola en su afán de proponer nuevas maneras de
comunicación escénica; y este mosaico dramático llamado Lo mismo lo distinto cumple con creces su principal objetivo: el de
motivar al público a (re)descubrir estas trece obras de literatura nacional y así,
en tiempos de intensa virtualidad, devolverle el placer de leer un libro en
físico.
Sergio Velarde
10 de junio de 2023
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