Voces al aire
Experiencia escénica que se adapta a lo que funciona
regularmente como bar, para compartir tres voces femeninas que exploran un
tanto su sexualidad como sensualidad, energías y lo que implica su ser/sentirse
mujer.
La primera consiste en una secuencia física donde se
aplica el pole dance, mediado por una playlist de canciones que de cierta
manera generan una atmósfera de intimidad entre bailarina y público; además,
sirve de guía para el baile, ya que los movimientos van de acuerdo a cada una
de estas. Asimismo, la iluminación tenue en la sala puede ser un indicativo,
sobre todo porque estamos mediadas por una “dinámica”: cada que la bailarina se
acerca al público, tenemos la libertad de tirarle billetes –falsos- (los cuales
nos facilitaron en el ingreso). De cierta manera, se estaría representando la
acción del consumidor en lugares donde se ofrecen este tipo de servicios: baile
en barra, clubes nocturnos, discotecas.
El accionar de la bailarina denota destreza física,
comodidad e ímpetu, tanto que cuando habla, no percibe que el público no está
siendo parte de, porque no se escucha casi nada de lo que dice. Probablemente
por algo técnico, como el volumen de la música, la proyección, el espacio jugó
en contra o no era necesario ser escuchada. Finaliza entonces escribiendo algo
en los billetes que encuentra en el suelo, donde se alcanza a leer la palabra
“serpiente”. Posiblemente haciendo referencia a toda la calidad de movimiento
que había realizado previamente en la secuencia física.
Así pues, se continúa con un recorrido por el bar hacia
lo que pareciera ser una confesión o algo incluso más íntimo. La segunda voz es
distinta, parece sí importarle ser escuchada. Espera a que cada persona esté bien
ubicada para continuar desde su posición inicial otra secuencia física realizada
a la par de un discurso. Esta transita entre desplazamientos por el espacio,
silencios, movimientos que grafican su discurso, multimedia y un canto que
representa la exploración de su ser, dándole referencia y voz a aquellas que la
sociedad no permite hablar, gritar, respirar.
Y de tal modo, sucede la tercera voz. Un unipersonal
sostenido por las estrategias del stand up sin llegar a serlo, la creación y
representación de más de un personaje, el uso de material didáctico, de archivo
y el enmascaramiento propio de la autoficción. Donde a través del personaje de Barbie
o lo que este ícono representa para la actriz-autora, decide salir de la caja, respirar
y así presentarse ante el público e interactuar con este para cuestionar,
reflexionar, denunciar, visibilizar cómo es que ha vivido una mujer, siendo
niña, adolescente y joven en una sociedad como la limeña: conservadora y
católica.
La experiencia acaba con un sincero poema donde convergen
las tres voces y sus sentires en relación a la apropiación de su ser mujer, con
la invitación a explorar por qué no un tránsito como alguno de los compartidos
o uno nuevo, muy propio de cada quién.
Conny Betzabé
14 de junio de 2023
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