Póker de ases en sobria comedia
Un merecido homenaje al imprescindible Jorge “Coco”
Chiarella, uno de los Maestros del Teatro Peruano (las mayúsculas más que
justificadas), es el que se viene llevando a cabo en el Teatro Ricardo Blume,
su teatro en Aranwa, dirigido por su hijo Mateo. Otros cuatro maestros de la
actuación se encargan de escenificar Jugadores
(2011), pieza del catalán Pau Miró, una que se encuentra en el límite exacto
entre la comedia dramática y el drama con altas dosis de humor. En todo caso, este
texto permite un lucimiento parejo de unos maduros intérpretes, quienes ofrecen una verdadera
lección de actuación al darles el debido peso a sus personajes y por ende, de generar
genuino interés en el destino de este cuarteto de perdedores quienes deciden
dar el todo por el todo en su jugada final.
El escenario circular de Aranwa se convierte en la cocina-comedor
de un departamento en el que transcurren las partidas de cartas que nunca vemos
como espectadores, pero sí en la que estos cuatro maduros señores se reúnen y reflexionan
sobre sus vidas, los riesgos asumidos, las entrampadas situaciones actuales y
especialmente, en aquella férrea amistad que los mantiene unidos a pesar de lo muy
diferentes que son y que los llevará a tomar una arriesgada decisión en el
último tramo del espectáculo. La magistral ejecución interpretativa de Alberto
Ísola, Alfonso Santistevan, Américo Zúñiga y Ricardo Velásquez hacen que nos
importe cada línea que declaman. Un acierto además, el de respetar la locación
original de la trama y así evitar cualquier inconveniente distractivo en la adaptación.
Cada escena es titulada con voz en off, siendo las cuatro primeras
en las que conocemos a estos caballeros, que responden a sus oficios antes que a
sus nombres propios: el Profesor (Santistevan), sancionado por haber agredido a
uno de sus alumnos que osó contradecirlo; el Barbero (Zúñiga), desempleado y dispuesto
a todo con tal de retener a su mujer; el Actor (Velásquez), cleptómano y muy consciente
del placer que obtiene con sus lagunas mentales en escena; y el Enterrador
(Ísola), obsesionado por una puta ucraniana. Cuatro personajes rezagados y
desplazados por la sociedad, que sin embargo están dispuestos a correr riesgos y así encontrarle sentido a sus vidas.
Jugadores es un espectáculo emotivo y divertido por partes iguales, en el que
este póker de ases de la actuación consigue una muy convincente historia de valentía
tardía y amistad otoñal, una que además celebra el tan necesario resurgimiento
del teatro presencial. Y por supuesto, es un más que digno homenaje al
inolvidable maestro Chiarella.
Sergio Velarde
30 de abril de 2022
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