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sábado, 30 de abril de 2022

Crítica: JUGADORES


Póker de ases en sobria comedia

Un merecido homenaje al imprescindible Jorge “Coco” Chiarella, uno de los Maestros del Teatro Peruano (las mayúsculas más que justificadas), es el que se viene llevando a cabo en el Teatro Ricardo Blume, su teatro en Aranwa, dirigido por su hijo Mateo. Otros cuatro maestros de la actuación se encargan de escenificar Jugadores (2011), pieza del catalán Pau Miró, una que se encuentra en el límite exacto entre la comedia dramática y el drama con altas dosis de humor. En todo caso, este texto permite un lucimiento parejo de unos maduros intérpretes, quienes ofrecen una verdadera lección de actuación al darles el debido peso a sus personajes y por ende, de generar genuino interés en el destino de este cuarteto de perdedores quienes deciden dar el todo por el todo en su jugada final.

El escenario circular de Aranwa se convierte en la cocina-comedor de un departamento en el que transcurren las partidas de cartas que nunca vemos como espectadores, pero sí en la que estos cuatro maduros señores se reúnen y reflexionan sobre sus vidas, los riesgos asumidos, las entrampadas situaciones actuales y especialmente, en aquella férrea amistad que los mantiene unidos a pesar de lo muy diferentes que son y que los llevará a tomar una arriesgada decisión en el último tramo del espectáculo. La magistral ejecución interpretativa de Alberto Ísola, Alfonso Santistevan, Américo Zúñiga y Ricardo Velásquez hacen que nos importe cada línea que declaman. Un acierto además, el de respetar la locación original de la trama y así evitar cualquier inconveniente distractivo en la adaptación.

Cada escena es titulada con voz en off, siendo las cuatro primeras en las que conocemos a estos caballeros, que responden a sus oficios antes que a sus nombres propios: el Profesor (Santistevan), sancionado por haber agredido a uno de sus alumnos que osó contradecirlo; el Barbero (Zúñiga), desempleado y dispuesto a todo con tal de retener a su mujer; el Actor (Velásquez), cleptómano y muy consciente del placer que obtiene con sus lagunas mentales en escena; y el Enterrador (Ísola), obsesionado por una puta ucraniana. Cuatro personajes rezagados y desplazados por la sociedad, que sin embargo están dispuestos a correr riesgos y así encontrarle sentido a sus vidas. Jugadores es un espectáculo emotivo y divertido por partes iguales, en el que este póker de ases de la actuación consigue una muy convincente historia de valentía tardía y amistad otoñal, una que además celebra el tan necesario resurgimiento del teatro presencial. Y por supuesto, es un más que digno homenaje al inolvidable maestro Chiarella.

Sergio Velarde

30 de abril de 2022

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