“Una obra debe ser pensada para tener un impacto social mayor al mero espectáculo”
El proceso de Daniel Goya fue una de las sorpresas virtuales
del año pasado, consiguiendo el premio del público como mejor videollamada. Oficio
Crítico conversó con uno de sus protagonistas, Gianfranco Cruzado, a raíz del
premio. “Tengo algunos tíos y una prima que tienen inclinación a la música,
cantan o tocan instrumentos; por ahí creo que siempre estuvo presente el arte desde
la infancia, sin embargo no de una manera profesional,” comenta Gianfranco.
“Incluso un tío mío siempre quiso que fuera baterista, pero no se le cumplió el
sueño.” Fue durante la adolescencia en la que comenzó el gusto de Gianfranco por
el arte en general.
Maestros y aprendizajes
Durante los primeros años de Secundaria, Gianfranco no se
consideró un estudiante muy suelto o extrovertido y tenía la idea de estudiar
Derecho; es por eso que llevó algunos talleres, como el de Desarrollo de la
personalidad a través del teatro, dictado por el maestro Reynaldo D’Amore en el
Club de Teatro de Lima. “Su taller fue llevado hacia un contexto más teatral,”
refiere. “Tuvimos algunas conversaciones después de clases, yo le dije que me
gustaban mucho, yo tenía 15 o 16 años y él me dijo que por qué no probaba
talleres para teatro, pues me decía que era bueno en lo que estaba haciendo, y
yo todavía estaba pensando en estudiar Derecho.” Es así que Gianfranco llevó
talleres en el Club de Teatro. “Ese fue el detonante en realidad para que cambie
de mentalidad y D’Amore fue una de las bisagras en ese proceso.”
Gianfranco decide estudiar Comunicación Audiovisual, una
carrera que le interesaba por su gusto al cine. “Y porque al principio, mis
papás estaban un poco reacios de tener un hijo actor, como en muchos casos
seguramente.” Es así que decide desarrollarse en el cine, penando más que en la
actuación, en la realización de películas. “Entré a la Católica, a la Facultad
de Comunicaciones; luego del primer ciclo me cambio a la especialidad de Artes Escénicas,
porque por suerte en ese momento estaba todavía dentro de la misma facultad.”
Es en aquel tiempo (2013) en el que Gianfranco se entera del taller de Roberto
Ángeles, de quien todavía no tenía conocimiento. “Ingresé en el 2014 y terminé el
2015, fue año intenso; a mí Roberto me ha dejado muchísimo aprendizaje, lo considero
como mi maestro actoral, uno de los que me marcó el gusto por el teatro y tuvo
mucho impacto para que yo decidiera ser actor.”
Dentro de la especialidad de Artes Escénicas, Gianfranco tuvo muy buenos maestros, como la extraordinaria actriz Bertha Pancorvo, el director Malcolm Malca o la joven artista Vera Castaño, su jefa de Prácticas de Actuación. “De hecho fue Vera la que me comentó del taller de Roberto Ángeles,” recuerda. “Mencionaría además a Alfonso Santistevan, con quien llevé Dramaturgia, a quien respeto y admiro mucho.” Las herramientas brindadas por Santistevan le sirvieron a Gianfranco para aplicarlas en su trabajo posterior como actor y confiesa le ayudaron muchísimo. “Muchas de las enseñanzas que me dio para escribir un texto eran técnica e inspiración, como las ideas que tienes que tener en la cabeza para escribir un texto o las que se te cruzan de repente, pues hay que escribirlas y luego ver si funcionan o no.” Gianfranco denomina también a Alberto Isola como un profesor estupendo. “Fue mi maestro en la facultad y ahora en un taller que terminé el año pasado en la virtualidad; me ayudó a complementar todo lo que sabía y a aterrizar un poco el trabajo.” La carrera de Artes Escénicas significó para Gianfranco algo mucho más allá de convertirse en un actor. “Porque te brinda todo un grupo de herramientas, que no necesariamente te sirven para ser solo un actor, sino que permite desarrollarte en el mundo profesional del teatro y de las artes escénicas.”
Puestas en escena
La primera obra profesional que interpretó Gianfranco fue en
microteatro y tuvo por título ¿Tanto te puede trastornar la vida un botón?
(2016), escrita por Olivia Manrufo, compañera del taller de Ángeles. “Era una
obra muy interesante que trataba sobre el aborto, la dirigió su esposo cineasta
(Miguel Angel Moulet) y era la primera vez que estaba dirigiendo algo teatral,
mientras que Olivia estaba metiéndose más a la dramaturgia.” Quizás el
entrenamiento que recibió Gianfranco no era precisamente el de actuar una obra
de 15 minutos cinco veces seguidas, incluso de madrugada. “Pero igual la experiencia
fue bonita, creo que mucho hace el elenco y el texto; puedes estar en un montaje
enorme, en un teatro enorme, pero mucho tiene que ver con el compañerismo que
se genera dentro de la producción y el texto qué estás interpretando, si es que
no te conectas, pues no funciona.”
¿Cuáles son los requisitos básicos que debe tener un buen actor de teatro? Gianfranco enumera, de manera subjetiva y sin un orden en particular, ciertas características que ha llegado a alcanzar y que le han permitido interpretar personajes. “Primero, la empatía con el personaje,” refiere. “Tiene que dejar de lado el juicio, así esté o no de acuerdo con lo que hace el personaje.” Añade el compañerismo, pues el actor es una pieza dentro una historia que es como un rompecabezas, un elemento que complementa algo más grande. “Siempre hay que tenerlo presente, saber qué está haciendo tu compañero en el escenario, para complementarlo.” Finalmente, Gianfranco menciona la humildad del actor frente al éxito o al fracaso, a la trascendencia o intrascendencia. “Siempre tienes que tener los pies en la tierra, para no perder lo otro, porque si se te suben los humos, lo pierdes.”
Por otro lado, para Gianfranco, un buen director de teatro “tiene
que escuchar a sus actores y actrices; nunca me ha pasado, felizmente, pero he
escuchado anécdotas de algunos directores que ya tienen toda la obra concebida
en la cabeza y ya saben cómo se va a plantear.” El problema llega con los
actores, que cargan su propio bagaje de experiencias. “Si el director deja de
escuchar a su elenco, esa obra no va a tener vida; el director debe estar escuchando
y saber cuáles son las cosas que están proponiendo los actores en el escenario.”
Agrega también la importancia del conocimiento de los hechos mundiales y de
actualidad, para enriquecer sus puestas en escena. “Debe estar actualizado de
todo lo que está sucediendo en el mundo, porque el texto viene con una carga; y
si bien va a tomar vida en el escenario con los actores, el director tiene que
saber de qué trata esa obra para poder enfocar de una manera pertinente el tema
y para eso tiene que estar actualizado del mundo y de lo que está sucediendo;
para mí, ninguna obra es una respuesta a los problemas, pero sí parte de una
problemática, y tiene que tener un impacto social, comunitario y mayor al mero
espectáculo -que también es parte de la obra- que nos permita cuestionar las
cosas.”
“Es importante que un director sea consciente de todo el
grupo humano que está manejando,” manifiesta Gianfranco. “Pero también hay que
recordar la jerarquía, un director tiene finalmente la última palabra.” Es
cierto que el director es la figura externa que ve todo lo que se está
planteando en escena y es su deber estar pendiente de su elenco. Gianfranco
recuerda que alguna vez dentro de su formación, su compañero y amigo Renato
Rueda le tocó dirigirlo. “Estábamos en un ensayo y cuando aparecía una duda
sobre si la acción que se estaba llevando a cabo era la correcta o no tenía
verdad, Renato nos dijo ‘No se preocupen, muchachos, porque yo los voy a cuidar,
no voy a dejar que les pase nada’, él estaba pendiente de nosotros.” Para
Gianfranco, el director también puede ser un soporte para sus actores. “Para su
trabajo, eso tiene que estar muy presente: tiene que cuidar a sus actores y
actrices.”
Procesos virtuales
Si bien Gianfranco ya tenía cierto bagaje en la virtualidad, se vio obligado como todos a mudarse con sus proyectos al medio virtual. “Por ejemplo, mi taller con Alberto (Isola); el primer y segundo nivel fue presencial y en marzo nos cierran y lo terminas de manera virtual.” Gianfranco empezó los ensayos de su muestra con sus compañeros de manera virtual y estrenó antes de El proceso, por lo que ya tenía una experiencia previa, al lado de la actriz Wenddy Nishimazuruga con la dirección del mismo autor, Daniel Goya. “Era una obra que estaba pensada para un escenario, pero la trasladamos a la virtualidad; sin embargo, no queríamos perder esa teatralidad, es decir, en términos no tan naturalistas.” Goya planteó la puesta como una entrevista de trabajo virtual, pero con algunos detalles que escapaban de lo cotidiano. “Sí fue lo primero que hice en un estilo más naturalista, me refiero a sentarme frente a la computadora y recibir una videollamada, pero interpretándola.”
Con respecto a los futuros proyectos de Gianfranco, este
confirma que viene trabajando con el colectivo El Club de Los Aquellos.
“Tenemos ya un calendario para llevar proyectos
a la pantalla,” menciona. “Si bien es cierto las artes escénicas están
por reabrirse, va a ser un poco complicado para la ejecución de esos proyectos,
sobre todo para llevar al público, porque los presupuestos son limitados para
los grupos independientes.” Gianfranco también está a la espera de un proyecto
por concretarse, que podría ser virtual o tal vez presencial. “Todavía no lo
sabemos, pero estamos viendo eso y esperando pues que lleguen más proyectos, yo
estoy abierto hacia la virtualidad y también a lo presencial, pero con mucho
cuidado,” finaliza.
Sergio Velarde
14 de enero de 2021
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