sábado, 23 de marzo de 2019

Crítica: UN INTENTO VALIENTE DE REPRESENTAR 30 OBRAS EN 1 HORA


30 apuntes sobre el intento de representar 30 obras en 1 hora en 1000 palabras

1. Afirmar que “Un intento valiente de representar 30 obras en 1 hora”, a propósito de su reestreno en FAE Lima 2019, fue una manera de hacer teatro nunca antes vista sea acaso desproporcionada, principalmente porque su estructura dramática se basó en múltiples formatos ya conocidos; sin embargo, la mezcla lució enérgica y coherente el escenario.

2. Como lo anticipaba el título, seis actores se proponen un reto “descabellado”: representar 30 obras en solo 60 minutos, vale decir, cada 2 minutos deben mostrar en escena historias concisas, si bien es cierto basadas en sucesos, anécdotas personales o referencias de cualquier índole, estas estuvieron bien articuladas como creaciones colectivas originales, con la dirección de Santiago Maggiolo, uno de los ejecutantes.

3. El espacio que ofreció el Centro Cultural Cine Olaya, adecuado como anfiteatro con estrados al frente e hileras de sillas a los lados, permitió la estrecha comunión entre espectadores y actores, gracias a la ausencia de la cuarta pared y a la participación activa del público.

4. Una participación que funcionó en la gran mayoría de los casos, pero con reparos muy menores, como por ejemplo, cuando el público vociferaba el orden en el que debían presentarse las escenas; en realidad pareciera que dicha secuencia fuera escogida aleatoriamente por los mismos actores, ya que fue imposible distinguir algún número en específico en medio de los gritos.

5. En el programa de mano, se lee que este espectáculo es irrepetible y cambiante; es verdad, lo es, pero solo en el orden de las obras, ya que incluso el público que asistía por segunda vez reconocía el título de varias.

6. Afirmar, además, que el público decide qué historias se van a contar, se puede prestar a una malinterpretación: las obras ya está ensayadas, solo se desconoce el orden.

7. Contando con elementos precisos para su ejecución (sillas, micrófonos, linternas, pelucas), los actores desarrollaron con solvencia cada miniobra, logrando fluidez y especialmente, una energía que disfrutó el público.

8. Este intento no fue un match de impro; pareciera, pero no lo fue: los actores no improvisaron nada, solo el orden de las obras fue elegido al azar, ya que cada cuadro estuvo ensayado al milímetro, lo cual fue de agradecer.

9. Este intento sí tuvo teatro testimonial, pues pudo percibirse el mundo interior de los intérpretes en varias secuencias, algunas de ellas abrumadoras; en ese sentido, Fernando Castro y Dusan Fung resolvieron las suyas con mucho aplomo y dignidad.

10. Este intento no fue microteatro: fue una serie de nano-historias, todas ellas con inicio y cierre, con objetivos claros y existencias pertinentes.

11. Como toda antología, es improbable que todos los segmentos guarden la misma calidad; no obstante, el esfuerzo, carisma y oficio de los ejecutantes consiguieron un nivel parejo en sus 30 microintentos.

12. Cada cuadro ofreció de todo como en botica; eso sí, los variados formatos (musicales, entrevistas, dramatizaciones, dinámicas) no escondieron nunca las posturas políticas, sociales y culturales del elenco, celebradas por el auditorio.

13. Nuestra realidad nacional es un caldo de cultivo infinito para la creación de historias que muestran el sinsentido de nuestra sociedad a la que nos enfrentamos día a día, lo que constituyó la principal fortaleza de esta puesta.

14. Alguien accidentalmente rozó el cronómetro que anunciaría en el fin del intento en plena obra y lo desconectó; no importa, un espectador se hizo cargo del conteo. Bien por la participación activa.

15. La irreverencia que se coló en determinadas secuencias, como la del trasero parlante de Óscar Meza, se encontró bien dosificada y en favor del estilo de la obra.

16. Las canciones y los atisbos coreográficos, como la de Salserín con los pantalones abajo o los monólogos con pelucas, se resolvieron con mucha gracia y simpatía en escena; mención aparte para el desempeño de Jely Reátegui.

17. Fue curiosa la participación del público, que vitoreaba de manera constante, pero eso sí, cómodamente sentado en su lugar, pues otro fue el cantar cuando se le fue requerido el descubrirse emocionalmente junto a los actores; válido el experimento para comprobar hasta qué punto las apariencias todavía son defendidas a capa y espada, ya que fueron muy muchos los renuentes y pocos los asistentes que se animaron a revelar, por ejemplo, su situación económica o su opción sexual.

18. Este intento le dio cabida a la tan urgente situación de nuestros hermanos venezolanos: la lectura de unas simples y a la vez, contundentes estadísticas de un país en crisis por parte de tres de ellos, reveló enormes semejanzas con la triste realidad que sufrimos hace décadas durante el gobierno aprista.

19. Por cierto, los apristas renegarían de varias secuencias, especialmente al ver en una de ellas a su actual líder, siendo representado dando tumbos alrededor de una Justicia no ciega pero miope. ¡Palmas!

20. Una ronda de cervezas para celebrar la salida de Cipriani con el público. ¡Salud!

21. Contundentes e intermitentes pullas contra García. ¡Palmas, compañeros!

22. La oportuna reflexión estuvo presente en ciertos cuadros: dos Caperucitas (Reátegui y Beatriz Heredia con abrigos rojos) que deben cuidar de sus vidas en las calles, mientras son acosadas por hombres disfrazados de lobos, quienes avanzan desde el público hasta el escenario; los testimonios en off de las víctimas contribuyeron a la efectividad de la escena.

23. La efectividad también se logró con la enumeración de los casos de feminicidios más recientes, pero acompañada del molesto sonido de un micrófono averiado en el fondo; el aguante del público fue puesto a prueba, así como nuestra progresiva insensibilización con respecto a este tema que viene cobrando numerosas víctimas día a día.

24. Una imagen para el recuerdo: la puesta en escena de una secuencia “expresionista” de "La Sirenita" de Disney, armada con creatividad, sentido del espacio y mucha gracia.

25. Las palabras sobran cuando se dice todo con miradas: un postulado claramente cierto y comprobado con la escena de los seis actores contemplando nostálgicos al público por unos minutos.

26. Se incluyó un reto del balde de agua helada, en el que Castro debía adivinar películas solo con los gestos de los espectadores; lamentablemente este intento sí falló en la función. ¡Agua para él!

27. Varias secuencias estuvieron dedicadas a la lucha contra la discriminación de diversa índole, especialmente, a la homofobia; una tarea que sin duda, nos compromete a todos.

28. La obra que representó el conversatorio de una ya vista anteriormente puso sobre el tapete todas las poses, necedades y frustraciones de los críticos, comentaristas y “opinólogos” que intentan una opinión sobre alguna obra de arte, con las precisas palabras y entonaciones de los actores.

29. Enérgico el trabajo en conjunto de los seis actores (la puesta del 2018 tuvo ocho): Reátegui, Heredia, Fung, Meza, Castro y Maggiolo lo dejan todo en el escenario.

30. “Un intento valiente de representar 30 obras en 1 hora” se vendió como una puesta de formato nunca antes visto, descabellada y novedosa, riesgosa e irrepetible; puede que dicha afirmación sea algo exagerada, pero lo cierto es que dicho intento no solo se logró con creces, sino que brindó oportunas reflexiones dentro un espectáculo de entretenimiento bien ejecutado.

Sergio Velarde
23 de marzo de 2018

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