Dentro del marco del festival Sótano 2 en el
Teatro de la Universidad del Pacífico, una de las obras propuestas como parte
del programa de obras contemporáneas es Negra, dirigida por Gabriel de la Cruz y Malena Romero. Se nos presenta a dos actrices
que intentan descubrir qué es lo que significa la palabra “negra”. A través de
los testimonios que cada una va compartiendo, es que la obra va mostrándonos una
realidad vigente donde factores como el color de piel condicionan la vida de
cada persona.
La función comienza sin necesidad de
formalidades: sin anunciar una tercera llamada, la presencia de las actrices
Mayra Najar y Anaí Padilla se imponen al barullo del público con una
conversación acerca de qué es lo que significa “negra”. Este inicio, imponente y
sutil a la vez, es perfecto para dar a inicio a la serie de historias personales
que las actrices comparten con el público. Si bien la obra se apoyaba en los
testimonios de cada una, utilizaron convenciones para tocar cada historia de
una manera distinta: apoyándose con fotografías, a través de conversaciones
entre ambas, incluso con cambios de ropa dentro de la escena. Estos códigos
ayudaron a crear una atmósfera cercana con el espectador.
Algunas escenas de la obra eran hipotéticas en
relación a lo narrado por las actrices, como proyecciones de los pensamientos y
aspiraciones que ambas manifestaban desde sus testimonios. Este fue un
elemento que le daba variedad de
dimensiones a la obra: podíamos ver a las actrices contando su testimonio de
manera lúdica, a través de historias hipotéticas pero que, como espectador,
sabíamos que eran idealizadas, siendo a la vez fieles a todo lo que íbamos
sabiendo de cada una de ellas. A todo esto, se sumó una serie de material
audiovisual que constaba desde fotografías personales hasta videos donde se
podía apreciar testimonios de personas cercanas a las actrices en relación al
tema de toda la obra: la experiencia de vivir en una sociedad donde el color de
piel puede modificar el trato entre personas.
La obra logró condensar todo el material ya
mencionado bajo una línea dramática sólida y coherente, logrando encontrar
matices y puntos de encuentro entre ambas historias. Era notorio el trabajo por
lograr la conexión de ambas historias personales, de modo que en escena se pudo
apreciar toda una partitura que convertía dos testimonios individuales en una
radiografía fiel al contexto que vivimos hoy en día en relación a la
discriminación. No solo se trató de exponer la historia de dos personas que han
sido discriminadas por su color de piel, sino que estuvimos en frente de toda
una serie sensaciones y angustias producidas por estigmas culturalmente
normalizados: el ser mujer, el ser actriz, el ser gorda, el ser negra. Por otro lado, hubo un énfasis en el trabajo
corporal de las actrices dentro de toda la composición, un elemento que lograba
unificarlas dentro de todo este viaje testimonial. Este efecto se consolidó
gracias a la precisión en el manejo no solo de marcaciones de movimiento, sino
en el manejo de los textos en cada momento por parte de ambas actrices.
No estamos al frente de una obra testimonial
que se queda solamente en las experiencias de dos personas. Gracias a las
historias de Mayra y Anaí, pudimos ver toda una serie de angustias que se crean
a partir de estigmas socialmente normalizados. Negra no es una ficción: es el
día a día, es la voz de un grupo marginado, es un balde de agua fría que
inevitablemente va a llevar al espectador a sensibilizarse sobre cómo se encuentra nuestra sociedad actualmente.
Stefany Olivos
29 de junio de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario