jueves, 31 de enero de 2019

Crítica: LOS INOCENTES


Relatos de collera en escena

Un clásico de la literatura peruana ha sido recientemente adaptado al teatro. Estamos hablando de Los inocentes de Oswaldo Reynoso, libro de cuentos publicado en 1961, que llegó a los escenarios bajo la adaptación y dirección de Sammy Zamalloa. La temporada se estrenó en el remodelado Teatro Roma, donde Cara de Ángel, el Príncipe, Carambola, Colorete y Rosquita cobran vida en una versión fiel a la esencia de barrio sesentero presente en el libro.

La obra se dividía en momentos en los que cada personaje tenía su propio protagonismo, en donde mostraba su mundo personal, con la intervención de los otros actores. El montaje era un viaje por los pensamientos, la idiosincrasia, los hechos importantes y, vale decir, algunos hitos de cada uno de ellos. Podíamos ver representadas algunas ideas y características de los personajes, gracias a que hubo un gran nivel de especificidad en su construcción, en el manejo del texto e incluso en la corporalidad de cada uno.  Se notaban con memoria, que reflejaban todo lo que les ha podido pasar desde muy pequeños; no necesitábamos ver su historia completa para poder entender su forma de pensar a través del manejo corporal y de la voz. Colectivamente era interesante verlos interactuar, pues era como una gran familia en escena. Algo que quizás le jugó un poco en contra durante la representación, fueron los momentos en los que los personajes hablaban a la vez, debido a que no se entendía lo que decían. Eran evidentes algunas lisuras sueltas, pero hubiese sido interesante poner un tipo de orden en estas interacciones.

Estuvo bien lograda la información acerca del contexto que los personajes estaban viviendo: años sesenta, todos parte de un barrio de clase baja, con muchas carencias donde todos ellos crecieron apuntando a ser el más fuerte. Todo esto gracias a la selección de vestuario y, sobre todo, a los colores de estos. Las tonalidades opacas sumaron a la atmósfera de los personajes, daba la sensación de ver una época lejana e incierta.

Se lograron imágenes y símbolos correspondientes a los temas tratados en la obra. Una en especial, por ejemplo, fue la representación de la masturbación de los cinco personajes a la vez, que aportaba a aquella crudeza propia de los “relatos de collera” de Reynoso. Este aspecto homoerótico que el libro refleja fue llevado a escena con códigos precisos, atinados. Estamos hablando de una obra literaria que fue creada para ser leída. En este contexto, fue expuesta con códigos propios de la literatura para causar un efecto crudo y fuerte al leerse. Esa es la “esencia” del libro, la que ha tenido que ser reproducida en teatro, bajo una selección de convenciones no solo a nivel actoral, sino también desde la dramaturgia. En este caso, esta traducción estuvo lograda para fines del montaje.

El manejo de las estructuras que estaban en el tercer plano del escenario era interesante, porque los actores se trepaban en ella y así creaban niveles visuales: mientras los actores que no intervenían protagónicamente en escena estaban trepados, los que sí estaban siendo foco de atención, se encontraban en el escenario.  Los cambios de escena fueron limpios, pues hubo un buen manejo de los objetos por parte de los mismos actores; se consiguió que los cambios fueran parte del ritmo de la obra, mas no una pausa para continuar la siguiente escena: había una calidad de energía actoral que acompañaba a estos cambios y, por consecuencia, apoyaba el seguimiento de la obra.

Es sugerente ver cómo estos “relatos de collera” siguen teniendo mucho que decir a los espectadores del nuevo ciclo. Es curioso ver cómo una adaptación de una historia pensada para la literatura puede tener tanto material que explotar escénicamente. La masculinidad, entre otros temas, es uno de los principales aspectos tratados en esta historia. ¿Cómo se piensa al respecto hoy en día?  Podemos decir que esta es parte del proceso de desmitificación del concepto de masculinidad que se nos ha estado enseñando.

Stefany Olivos
31 de enero de 2019

lunes, 28 de enero de 2019

Entrevista: ROXY YSIDRO


“El teatro me transforma como ser humano”

El Teatro para la Infancia nos sorprendió con nuevos rostros el año pasado: es el caso de la joven y talentosa actriz Roxy Ysidro, quien obtuvo el premio del público a la mejor actriz (en Teatro para la Infancia) Oficio Crítico 2018, por su participación en la obra Llegaron los Piratas de Héctor Ascorra y Giancarlo Mori. “De verdad, la noche de la premiación fue muy linda y muy importante para mí, porque es algo muy personal, sobre todo, porque yo aún estoy iniciándome (en la actuación) y estoy en un constante aprendizaje, entonces lo recibo (el premio) con mucho amor y mucho respeto, me motiva y me da la responsabilidad de querer seguir aprendiendo. Es un compromiso conmigo misma y con quienes confiaron en mí”, refiere con entusiasmo.

Formación y primeros pasos en el arte

Roxy sintió una temprana inquietud por arte; precisamente, fue la escuela el lugar donde pudo encontrarse con sus primeras experiencias artísticas. “Siempre me gustó practicar todo tipo de arte y ahí (en el colegio) me enseñaron danzas folclóricas, teatro y siempre bailaba, pero el día que me invitaron a ser parte de una obra teatral, ahí me enamoré (del teatro). Además, en aquel entonces había un programa de televisión llamado ‘Teatro desde el teatro’ de Ricky Tosso y yo decía: ‘qué increíble, yo quiero hacer esto’, en realidad, no sabía todo el trabajo que había detrás, pero quería hacer eso”. Roxy estudió un corto periodo teatro musical, para luego animarse a estudiar profesionalmente la carrera de actuación, ingresando a la Facultad de Artes Escénicas de la Pontificia Universidad Católica del Perú. “Cuando vi una clase de entrenamiento corporal en la Universidad Católica, dije: ‘eso es’, todo lo que buscaba, esa chamba, ese sudor lo quiero yo y así empezó. Lo que me produce a mí el teatro es lo que yo valoro, porque no solamente me da una sabiduría de conocimientos, sino que también me transforma como ser humano y esa es una parte que valoro mucho del teatro”.

En cuanto a sus primeros proyectos, Roxy nos cuenta: “Fue también con Giancarlo (Mori), en una obra que hicimos hace varios años, se llamaba Anastasia, viaje tiempo atrás (2009); y también hice una obra infantil-musical La bella y la bestia, con una organización cultural llamada ‘A todo Arte’, incluso la llevamos hasta Ayacucho. Con la obra Llegaron los Piratas, llevamos casi cuatro años; y también la universidad me demanda mucho tiempo por las prácticas y las horas de ensayo, entonces, prefiero no abarcar tantos proyectos, porque creo que ahora no podría dar el mil por ciento, cuando quiero hacer algo me gusta hacerlo bien, poder disfrutar del proceso, explorar y hay que dedicarle tiempo”, asegura.

Voluntariado y actuación

Roxy Ysidro está convencida que todo aprendizaje debe ser compartido, más aún si hablamos de arte. “Me encanta hacer voluntariados, por eso separo un tiempo para ello. Hago Cuentacuentos con los niños para reforzar la parte de comprensión lectora, también trabajo con adolescentes y hacemos dinámicas de teatro. Por ejemplo, hace poco trabajamos con títeres, los construimos nosotros mismos y de verdad, ver todo lo que el arte les permite es increíble. Se dieron (los alumnos) la oportunidad de jugar, incluso contaron experiencias que vivían en sus casas y pensaba cómo el arte se expande y te ayuda a comunicarte con el niño de otra manera y poder entender lo que le está pasando. En ese sentido, el arte es muy amplio, no solamente el teatro, sino también la danza, la música”.

Dosificar la hiperactividad es una tarea que Roxy toma muy en cuenta, no solo para mejorar su desempeño artístico, sino también para conocerse a sí misma, siendo la formación actoral una pieza clave para lograrlo. Es así que la novel actriz ha tenido la oportunidad de aprender junto a destacados profesionales, quienes son guía y referente para ella. “Un profesor que me marcó desde el inicio fue Gerardo Fernández (Espacio Teatro Esencia), porque me enseñó la importancia de la disciplina; usualmente, existe esta idea errónea de que en el teatro hay cero disciplina, que es algo fácil de hacer, que todo está relacionado con la bohemia, pero hay mucha disciplina y mucha rigurosidad en todo lo que se hace. Cuando entré a la universidad, me enseñó también Jorge Villanueva (Ópalo), él trabaja mucho el aspecto físico, su metodología, su forma de pensar y comunicarse con nosotros (los alumnos) es como un sello personal. También está Marbe Marticorena, con ella aprendí a través del juego a descubrir cosas interesantes, ello sin perder la seriedad del trabajo. Este ciclo me enseñó Alberto Isola, quien me sorprendió por la visión humana que tiene del teatro. Además, Alfonso Santistevan y Katiuska Valencia, la verdad que he tenido profesores que me han aportado mucho y son personas que admiro, por eso quiero absorber todo el conocimiento que pueda”, asevera.

Para Roxy, el teatro tiene un significado muy personal. “Es un lugar sagrado, al que le debo mucho y al que respeto mucho, siento que es un lugar muy seguro. Cuando voy a ensayar o voy a clases es como si me abrazara y, siento mucha admiración por quienes se dedican a hacer teatro, porque conozco de cerca todo el trabajo que se hace y me imagino que debe ser el doble en las producciones profesionales”. Al mismo tiempo, hace énfasis respecto a la elección por vocación de esta carrera. “Nadie te obliga a estudiar teatro, si estás ahí es porque quieres estar, entonces, de por sí hay un compromiso y eso es valorable, porque a veces uno como ser humano está cansado, pero luego recuerdas que tú solo has venido aquí y que ha habido una motivación, que tal vez puedas no entender al principio, pero eso te va a cargar de energía, eso es lo que me da el teatro; además, me permite trabajar no solo la parte profesional, sino también la parte humana”.

Justamente, si hay alguien a quien Roxy admira por su trabajo y dedicación en las tablas es a la actriz Sofía Rocha. “Me parece una actriz muy completa, me gusta su versatilidad, que es algo que no todos (los actores) logramos, porque romper realmente todo lo que tú significas y empezar a crear de cero es algo increíble y eso se logra combinando el talento con la práctica, por eso la admiro mucho. Además, como actriz, me motiva a estudiar más”.

Si bien Roxy está empezando su carrera como actriz, tiene una opinión bastante clara acerca del Teatro para la Infancia –del que ella es parte-. “El teatro infantil es muy distinto, porque trata con la mentalidad de los niños, cuando estuve en la obra Llegaron los Piratas, había una interacción minuto a minuto con ellos y la obra cada vez era distinta, porque las respuestas que te dan los niños son muy distintas; hay niños que son más juguetones, hay más “maduros” y por ejemplo, yo recuerdo que había una parte en la que se dialogaba para ver si sacábamos a los piratas o no, entonces en una función, una niña se paró de su butaca y dijo fuerte: ‘Pero que trabajen’, ‘pero que cambien’, ‘pero que mejoren’, lo dijo abiertamente y todos se pararon a aplaudirla, incluso nosotros (los actores) volteamos a verla y yo pensé: ‘Nuestra chamba se está haciendo’. Ahí ves la proyección de tu trabajo, porque no van al teatro solo a divertirse, sino que se están cuestionando, están razonando y eso es lo que queremos lograr, porque a veces subestimamos a los niños y no debe ser así, ellos también necesitan una profundidad que les permita cuestionarse, crecer, abrir sus panoramas, porque ellos están entrando a este juego con nosotros. Nosotros estábamos en la AAA, pero para ellos realmente estábamos en el Callao y los piratas nos iban a invadir; con algunos personajes con características negativas que iban a afectar a los ciudadanos, entonces, ella (la niña) decide decirles: ‘Okey, te vamos a dar una oportunidad pero vas a hacer las cosas bien’, eso es increíble”.

La actriz reafirma la importancia de este género teatral, debido a la respuesta inmediata por parte de los niños, ello, aunado al hecho de visibilizar qué se está haciendo para mejorar como sociedad desde el teatro. “Yo sí creo que todos deberíamos pasar por el teatro para infancia, para cargarnos de esa energía y recibir esa información que te dan los niños”.

Proyectos y emprendimientos   

Afortunadamente, Roxy siempre contó con el apoyo de sus padres para dedicarse a la actuación, y actualmente cursa su cuarto año en la Facultad de Artes Escénicas de la PUCP y está avocada a preparar una creación colectiva, como parte de sus estudios universitarios. Sin embargo, tiene planes de explorar otros géneros teatrales como el teatro clásico o el drama. Recientemente, se ha animado a presentarse en audiciones y ha podido colaborar en una serie de televisión, un campo que le gustaría seguir conociendo. “Me encanta el teatro, pero si me gustaría participar también en cine o televisión, porque siento que me pueden aportar otras herramientas, hay cosas que varían en el trabajo (en la tv.) y eso es lo que me gustaría encontrar”.

Pero estos no son los únicos proyectos que Roxy quiere lograr en el futuro. “Yo vivo en San Martín de Porres y son muy pocas las personas que pueden acceder al teatro, porque son muy pocos los lugares que lo ofrecen, quizá de una forma gratuita, ya que no todos pueden costearlo. Además, no todos tienen esta cercanía al teatro, esta inquietud de querer estudiarlo, de querer conocerlo; entonces a mí me gustaría terminar la carrera, ir a otro país, aprender técnicas, pulirme, empaparme de mucha información y poder regresar para abrir en mi barrio un Centro Cultural; yo siento que todo empieza desde abajo y esa es la proyección más grande que yo tengo, fuera de mi carrera como actriz, me encantaría que más personas tuvieran acceso al teatro y también yo seguir aprendiendo, porque también dictar te pule y te enseña un montón”, comenta.

En cuanto al emprendimiento, Roxy no teme arriesgar y nos cuenta su más reciente proyecto personal: el lanzamiento de una tienda virtual de ropa vintage llamada Marne Vela. “Estamos trabajando este proyecto (vía redes sociales) no solo vendiendo la ropa, sino ofreciendo una visión, una perspectiva, que tiene que ver mucho con la deconstrucción del hombre y el empoderamiento de la mujer y como la mayoría de prendas vintage son piezas únicas, ese mismo trato se le da al cliente, hay un trato personalizado y cuando se realiza la entrega me gusta conocer también a la persona y generar un intercambio de ideas al respecto de estos temas. Mi idea es ofrecer no solo la prenda sino también un pensamiento de vida, algo que sea diario y que tal vez utilizando la prenda uno recuerde este pensamiento. Esta empresa es solo una herramienta, el efecto se da en uno mismo, yo siempre digo: ‘Te puedes poner la mejor prenda, pero si no hay un amor propio que irradie de ti mismo, la prenda va a verse opaca y jamás nos va a convencer cómo se nos ve, en cambio, si hay un amor propio esa prenda va a tomar el brillo de la persona, por ahí va mi idea para trabajar esta empresa”, concluye.

Maria Cristina Mory Cárdenas
28 de enero de 2019

Entrevista: YASMINE INCHÁUSTEGUI


“Para hacer teatro se necesita agallas”

Uno de los colectivos más representativos de Teatro para la infancia en la capital es, sin duda, Palosanto, liderado por el maestro Ismael Contreras. Uno de sus últimas apuestas, Pinocho Vagamundo (2018), recibió la mención del jurado de Oficio Crítico como el mejor montaje dentro de su categoría; asimismo, su actriz protagónica, Yasmine Incháustegui, recibió el mismo reconocimiento por su destacada participación. “Escuchar a los niños es la regla número uno de Ismael”, afirma Yasmine. “El niño es participativo y se tiene que improvisar dentro de la historia; al comienzo sí me costó, yo estaba estudiando al empezar a trabajar con Ismael y así pasa en los estrenos: ya lo tenemos todo, pero los niños lo van cambiando, pero así el montaje va ganando y creciendo”.

Teatro para niños y adultos

Yasmine se interesó en el teatro cuando era estudiante de Quinto de Secundaria en el Rímac. “Llegó un grupo de teatro aficionado, estaban haciendo Jesucristo Superstar, ingresé y me gustó”. Y si bien ella ya tenía la idea de estudiar Ciencias de la Comunicación y ser profesora, un grupo de amigos la animó a entrar a la ENSAD a estudiar Actuación, en donde tuvo dos profesores que fueron sus pilares hasta hoy: Ismael Contreras y Daniel Dillon. “Ismael te deja crear mucho, te da mucha libertad; como alumnos, en sus clases de primer ciclo, volábamos un montón, siempre la tiene muy clara y sabe cómo orientarte”. Y Dillon es, para Yasmine, el otro lado de la moneda. “Es más analítico, más concienzudo en los detalles, en cómo decir el texto; lo básico es la acción, pero debes encontrar los detalles del personaje”.

Con Un busto al cuerpo (2012) de Ernesto Caballero, bajo la dirección de Dillon, Yasmine egresaba formalmente de la ENSAD, pero ella ya estaba integrando el elenco de Palosanto de Contreras desde el 2010. “Entré a reemplazar a una actriz, mi primera obra fue Achikée, la Tierra Seca; estuve cuatro años, después de me retiré por cuestión de horarios, pero regresé el año pasado”. Yasmine estuvo en los elencos de La zorra vanidosa y Pinocho Vagamundo, todos los fines de semana en el auditorio del CAFAE. “Las obras de Palosanto son propias, originales y con mensaje”, indica. “Por ejemplo, a una obra con Pinocho se le da la vuelta desde su propia dramaturgia, eso es muy difícil de encontrar”. Si bien es cierto Yasmine tiene una larga experiencia en teatro para la infancia, intervino en otras puestas de interés, como Naturaleza muerta (2015) de Claudia Sacha, Reflejadas (2017) de Joaquín Blanes y Gracias Morales, y más recientemente, Aparecen las mujeres (2018) de Sara Joffré. “Se piensa que el teatro infantil es fácil, pero no es así: todos los personajes se abordan igual, tanto para niños como para adultos, pero está el timing en las obras infantiles, hay que escuchar al niño, él te va a interrumpir y debes reaccionar a eso, ese es el plus”.

Las caras del teatro

“Una buena actriz de teatro debe trabajar la verdad y aprender de todo: saber actuar, cantar o entonar, bailar, improvisar; todo depende de la obra, porque el mercado es bastante amplio”, afirma Yasmine. Por otro lado, un buen director de teatro debe “tenerla clara, que te dejen espacio para la creatividad; no me gustan los directores que marcan, sé que en cierto momento ya debes marcar, pero debe dejarte crear y proponer”. Asimismo, las obras de teatro dirigidas a los más pequeños deben tener sus propias características. “Tienen que ser originales, tener el punto de vista del dramaturgo y una enseñanza concreta que pase en tu contexto”.

Como toda artista independiente, Yasmine ha hecho de todo en el teatro. “Hago producción y también me gusta escribir”, revela. “He llevado talleres de dramaturgia y tuve la oportunidad de poner mis textos en escena”. Por ejemplo, con Claudia Sacha como profesora, se organizó el evento 7 voces en escena (2014), en donde escribió y dirigió El desayuno; y con la Asociación Cultural Teatrando de Arequipa, escribió La cuidadora (2018), una obra de teatro de horror. Actualmente, la incansable Yasmine se encuentra en temporada con El Doctor Oinc, los fines de semana con el colectivo Palosanto en el CAFAE de San Isidro. “Cuando terminé Secundaria, mis padres no pudieron costearme mis estudios, así que trabajé y yo decidí qué es lo que debería hacer”, recuerda convencida. “La vida es una sola, a pesar de todas las adversidades, hay que tener agallas y no poner tantas excusas: cuando uno quiere hacer las cosas, se hacen”, concluye.

Sergio Velarde
27 de enero de 2019

domingo, 27 de enero de 2019

Crítica: MUNDANA/MUNDÄNE


La belleza de la diversidad

El Centro Cultural Cine Olaya estuvo presentando en dos únicas funciones la obra Mundana/Mundäne (obra ganadora de los Estímulos Económicos para la Cultura 2018 del Ministerio de Cultura), un espectáculo-performance, que por medio de la danza y expresión corporal expone y permite cuestionar aspectos como la simplicidad, la belleza, la diversidad, el uso del cuerpo como instrumento de comunicación y la forma de conectarnos como seres humanos a través de este lenguaje, tanto en la vida común como en el plano artístico.

Esta innovadora propuesta es una creación colectiva a cargo de Carla Coronado, en la cual intervinieron los performers Lorena Peña, Inés Coronado, Carla Coronado, Christian Olivares y el alemán Roland Walter, artista conocido como el Rey Alegre, quien vive con la condición de parálisis espástica y ha participado en espectáculos con artistas de todo el mundo. Un escenario distribuido de tal forma que las acciones se ejecutaban en distintos planos. Aparece una mujer de un lado (incorporándose lentamente, dejando que el cuerpo hable) y, del otro extremo, una maraña de bolsas negras cobra vida a través de una persona que parece turbada interna y externamente.

De esta forma, se marcó el inicio –un tanto prolongado- de una serie de cuadros que fueron retratando una especie de pugna entre mente y cuerpo; los artistas exteriorizaban distintas reacciones (siempre utilizando el cuerpo) acompañadas de locuciones en off que visibilizaban (aparentemente) sus pensamientos o emociones. Por otra parte, las intervenciones de este carismático artista alemán reafirmaron con vehemencia la valía del cuerpo en cualquier circunstancia, probando con claridad la capacidad de reinventarse continuamente. Evidenciando además, la conexión y sinergia de los cuerpos en movimiento, trasmitiendo emociones y reacciones como la complicidad, el miedo, la frustración, la inseguridad, los prejuicios, la valentía y el optimismo.

Mundana/Mundäne supone una construcción que estimula la reacción corporal, un lenguaje recientemente incorporado (por lo menos en los espectáculos locales) en las propuestas escénicas. Ahora bien, en algunos cambios de escena los espacios se sintieron un tanto largos, situación que desvanecía la energía que ya se había creado entre el público y la imagen visual. El contraste surge en los momentos más vibrantes revestidos de música y alegría, para luego mostrarnos un final que proyecta a los cuerpos como símbolos de unión, fuerza y autenticidad.

Maria Cristina Mory Cárdenas 
27 de enero de 2019

sábado, 26 de enero de 2019

Entrevista: CÉSAR GOLAC


“Con nuestro arte se puede generar memoria”

“Descubrí tarde el teatro, en el colegio era muy tímido, no iba a fiestas y cuando iba, no bailaba y me escondía”, recuerda César Golac, joven artista ganador de la mención del jurado de Oficio Crítico como mejor actor en Teatro para la infancia por Sirenas y pesebres (2017), dirigida por Ana Correa. “En Tercero de Secundaria teníamos que bailar una danza folklórica y el que no bailaba, jalaba el curso”. Aquel fue el disparador para que César descubra el llamado que le hacía el escenario. “En la presentación me moría de miedo, pero al empezar a bailar, sentí un hincón en el estómago, como que me liberaba, como cuando se desinfla un globo, y fue placentero: a partir de esa experiencia, vencí esa barrera”. Ese fue el inicio de una carrera teatral que le viene deparando muchas satisfacciones.

Estudios y prácticas

Al terminar Secundaria, César se dedicó a trabajar para ahorrar dinero y así poder elegir la carrera de su preferencia, siempre rondando la idea de estudiar teatro. “Mi primer taller fue con Aristóteles Picho y en aquella época se abre el TUC en la Universidad Católica y decido postular, junto a otros compañeros, como Alana La Madrid y Mirella Bálsamo”. Para César, la postulación fue en sí una prueba de fe, para comprobar si esa era la carrera adecuada para él. “Muerto de miedo postulé a los tres exámenes (cuerpo, voz, conocimientos); luego regresé a ver los resultados con Michael Joan y otra amiga, y ahí estaba en la lista: desde ahí fue dedicarme totalmente al teatro”. César tuvo una impresionante cantidad de profesores que fueron moldeando su talento artístico: Isola, Correa, Bushby, Palacios, Carbone, Santistevan, Ralli, Nuñez, entre otros. “Los tuve justo ahí, fui como una esponjita con tanta información y recién ahora estoy dando mis primeros pasos desde la dirección, es un reto para mí”, asegura César. “Esta es una carrera muy competitiva, no hay apoyo del Estado. Como tampoco tuve apoyo de mi padre, terminé la carrera en nueve años, por eso pasé por tres promociones y tuve tantos profesores y amigos”.

N. A. Ninguna de las anteriores (2008), excelente puesta en escena escrita y codirigida por Mario Ballón, fue uno de los primeros montajes en los que participó César, con un claro mensaje en contra de la discriminación y la homofobia. “Conocía a Mario por la Escuela de Danza Contemporánea, en donde llegamos a ser compañeros, y por sus trabajos en La Caja Negra; él me vio en una obra y me convocó”, rememora César. “Conozco la línea de Mario que es la de trabajar el cuerpo; a mí me gusta mucho partir de ahí, de qué es lo que transmite el cuerpo, ya que responde a su contexto, a una memoria”. Frente a puestas diametralmente opuestas en su concepción, como La jaula de las locas, el estreno de N.A. Ninguna de las anteriores, al lado de Sandro La Torre y Tania Ruiz, fue para César un gran avance. “Tocamos el tema del género, que no se hablaba mucho en ese tiempo, y además partimos de la perspectiva de cada uno y qué podíamos aportar en el proceso”.

Sorpresivamente, vimos a César en la hilarante comedia El misterioso asesinato de You Payaso (2011), escrita y dirigida por Cristian Lévano, acompañado por Yasmín Londoño y Alfredo Lévano. “Fue como salir de estos temas densos y también fue para mí importante ir más allá de mis horizontes y conocer otros puntos de vista, como el de Cristian, que es de la ENSAD”, comenta César, agregando que cada temporada es una oportunidad de conocer más compañeros. “Fue muy rico y placentero el proceso, fue como salir de tu realidad y entrar en un universo de la comedia, fue muy bacán”.

Nuestra memoria en el teatro

“Yo estaba pidiendo trabajar una obra así”, asegura César, con respecto a una de las más desgarradoras puestas del 2016, La humilde dinamita, escrita y dirigida por Marbe Marticorena. “Mi cuerpo lo necesitaba, para generar ese tema de la memoria que está presente y que no debemos olvidar”. Y fue todo un reto para César entrar en el universo que planteaba la obra: la lucha interna que desangró a nuestro país durante tantos años. “Tuve que enfrentar realidades y leer bastantes libros que me acerquen al contexto, que también es parte de una historia que no sabía, aunque lo hayamos vivido, como los coches bomba y las torres caídas”. Para César, entrar en aquel contexto fue muy duro, pero afortunadamente tuvo compañeros que lo apoyaron y Marticorena que lo supo contener. “Porque el personaje era obligado a matar, tenía que hacerlo para vivir; fue dolorosísimo experimentar aquello que en el fondo no quieres hacer, pero que frente a tu realidad no te queda otra salida; terminada la obra, emocionalmente salía agotado; más allá de eso, agradezco mucho esta experiencia, porque con nuestro arte se puede seguir generando memoria”.

Sirenas y pesebres también contenía elementos propios de nuestra cultura. Para César, las obras dirigidas al público infantil deben tener ciertas características básicas: “Deben ser honestas, entenderse qué es lo que quiere decir el director; además de tener distintos lenguajes, como teatro, danza, títeres, música, luces, toda la propuesta estética”. Añade también que debe transmitir valores, porque todo cuento debe enseñar algo. “Aparte, ya estamos acostumbrados a lo clásico, como Caperucita o Cenicienta; creo que también debemos arriesgarnos a tener lo nuestro, a valorar lo rica que es nuestra cultura”. César siempre da lo mejor de sí mismo, sea cual sea la propuesta en la que intervenga como actor. “No pienso en si voy a gustar al público (no sé si sea egoísta en parte), por eso creo que es importante la guía del director y el arriesgarse para no quedar siempre en un mismo esquema; el hecho de haber sido formado en danza, actuación, enseñanza para niños, lo pongo como una responsabilidad”.

Para César, un buen actor de teatro debe “ser arriesgado y saber a qué va; y decirle sí a una obra, cuando conectas con ella, cuando se puede arriesgar, ponerle matices, donde pueda estar cómodo: ahí entonces le voy (ríe)”. Por otro lado, un buen director de teatro debe “tener claro qué es lo que quiere, porque es importante que todo artista sea comprometido con su sociedad; para qué hacer la obra, pues hay una responsabilidad grande más allá del espectáculo; qué vas a transmitir; qué se va a llevar el público”. César espera que las instituciones y el Estado tomen en serio la carrera del teatrista. “Porque la cultura es la última rueda del coche, la educación es pésima, la corrupción nos invade, estamos atascados: la educación de la mano de la cultura va a hacer que el Perú salga de esta situación”.

Justamente, la última aventura de César, Xauxa (2018), en la que se encarga de la dirección, resulta muy coherente con su postura, ya que aborda variados temas que denuncian la violencia y represión en nuestra sociedad. “El teatro puede cambiarle el “chip” a las personas, pero inmediatamente, no”, reflexiona. “Igual que la educación, debe empezar desde abajo, en casa; ahora estamos como entregando esta luz y tú, interprétala de tu forma, no te obligo, no te exijo, estamos dando información”. Xauxa regresa este año y César se encuentra abocado a su reestreno. “Estoy convencido de que el teatro permite dar la posibilidad de generar una reflexión en el púbico”, concluye.

Sergio Velarde
26 de enero de 2019

viernes, 25 de enero de 2019

Crítica: LA ODISEA DE LOS ALIADOS


Relatos nuestros

El grupo HAMUY* Teatro presentó en la Casa de la Literatura la obra denominada La Odisea de los Aliados, fruto de un trabajo de creación colectiva estructurado a partir de narraciones verbales acerca de tradiciones y mitos de algunos departamentos de nuestro Perú.

Bajo la dirección de Cynthia Dávila Velarde –quien también actúa en la obra- y la participación de Natalie Tomapasca en el reparto, se construye esta pequeña puesta, teniendo como herramientas principales: pequeñas esculturas, cubos de colores, instrumentos musicales (de origen peruano y extranjero), entre otros artículos que sirvieron para enriquecer las acciones. En cuanto a la trama, se trata de la historia de dos mujeres (Alba y Selenia), quienes se encuentran en un pueblo y empiezan a contar las historias que escucharon de sus abuelos cuando eran pequeñas; entonces, como una suerte de relatos teatralizados, cobran vida a través de ambas actrices. 

Tanto Cynthia como Natalie lograron construir e independizar correctamente los diferentes personajes que encarnaron, matizando con una dinámica ágil y amena las escenas. La gestualidad y movimientos corporales permitieron al público enganchar con la propuesta. Además, el acompañamiento musical y sonidos fueron detalles que aportaron frescura a las narraciones. Sin embargo, identificar claramente cada historia con un inicio y un final no fue posible, debido a la estructura que se delimitó en la obra. La ausencia de precisión en este sentido, dificultó separar las siete historias (que por medio de una pregunta del público, se aclaró que eran siete historias provenientes de la costa, sierra y selva de nuestro país). Por ejemplo, el relato del Cerro Baúl y el toro guardián del mismo (proveniente de la ciudad de Moquegua), particularmente, pude identificarla debido a que conozco aquel mito, lo cual no pude lograr con el resto de narraciones.

La Odisea de los Aliados es una propuesta sencilla pero interesante, que rescata relatos muy nuestros (basándose también en las Tradiciones Peruanas), los cuales merecen ser recordados y promovidos; por lo tanto, al ser esta una creación teatral que sigue los lineamientos de la pedagogía e investigación escénica, podría crecer aún más, estructurándose con mayor amplitud. Les queda una función más este domingo 27 de enero.

*Hamuy Teatro (H:Huella, A:Andar, M: Movimiento, U: Unión, Y: Ying/yang).}

Maria Cristina Mory Cárdenas
25 de enero de 2019

Crítica: NAVE


La nave de instalaciones escénicas

Función de estreno 24/1/19 de “Nave” de Moyra Silva

“En esta oportunidad quisimos hacer foco sobre la construcción artística más que en la argumentación, procurando contribuir con el desarrollo del teatro contemporáneo nacional y la generación de nuevas experiencias en sala para los distintos tipos de espectadores”. (José Avilés, jefe de Artes Escénicas del ICPNA)

“Nave” es una propuesta performática que pretende convertir al público en actores, en el desarrollo escénico de este espectáculo. Un público que está durante toda la “obra” en escena, tratando de construir dentro de su acostumbrada cotidianeidad en un espacio extracotidiano, apelando a su memoria emotiva que la directora quiere lograr para llegar a la emoción, pero no lo consigue, porque la reacción de los participantes inicialmente es de incomodidad y luego, son cautivados por las dinámicas y concursos de cultura general y emocional.

Son varios cuadros, en donde los ayudantes de escena son los encargados de guiar a los nuevos actores, es decir, al público, que es separado previamente en grupos por letras. Uno de estos cuadros consiste en que un grupo es sentado en una mesa y luego, sus ojos son vendados por otro, el cual les hace oler diversas frutas o verduras y el que desee, las ingiere. Ninguno de esos olores llega al público; lo que se percibe es la incomodidad de ser expuestos ante los demás. Además, el privarlos del sentido de la visión limita en muchos de ellos una reacción emocional, que es finalmente el objetivo y justamente, en esa escena, es la única donde una actriz está por breve tiempo guiando in situ a los nuevos actores a mover las manos, abrazarse y besarse con el que está a su lado. Después de acabado este cuadro, la actriz sale para no regresar. 

En otro cuadro, se invita a todos los asistentes a circular por espacios que están plagados de hermosas instalaciones cargadas de belleza, y en el que los nuevos actores vuelven a su condición de público y ellos, muy felices, pues transitan por estos espacios, en donde luz y sombra crean imágenes surrealistas, como diría Adolphe Appia: “…la luz habla…”.

La disposición del espacio es interesante e interactiva, se le saca provecho al espacio del ICPNA para crear buenas atmósferas visuales.

Las nuevas formas de hacer teatro están brindando la posibilidad de crear nuevos lenguajes escénicos, robándole a las artes visuales y escénicas, y aunados a la avasalladora tecnología, nos da infinidad de propuestas. Pero la dramaturgia, que es el eje conductor dramático, debe estar bien clara, para que el producto escénico sea comprendido, al margen del tipo de propuesta que se vea. Si ese aspecto no está claro, veremos chispazos de algo que se pueda decodificar y eso es lo que sucede con “Nave”: en los 45 minutos que dura el trabajo, teniendo como actores al público, carentes de vida sobre la ficción escénica, hacen de este una dinámica teatral psicológica, donde la emoción tornándose forzada no aflora catárticamente.

Consejo: Se debería crear un código actoral para los ayudantes, para que así guíen y protejan mejor al público, especialmente a los adultos mayores o a los que no desean participar. Recién uno se entera cuando lee en el programa de mano de Folk: “Trae ropa y zapatillas cómodas, porque te vas a desplazar” y si se acude en tacos o en bastón, la suerte está echada.

Dra. Fer Flores
25 de enero de 2019

jueves, 24 de enero de 2019

Entrevista: KELLY ESTRADA


“Desde niña quería ser actriz”

Una de las gratísimas sorpresas del año pasado fue la actuación de una joven actriz dentro del numeroso elenco de Un misterio, una pasión de Aldo Miyashiro, que estuvo en temporada en el Teatro La Plaza. Kelly Estrada, egresada de la ENSAD, logró el premio del jurado de Oficio Crítico como la mejor actriz de reparto por la mencionada obra, convertida ya en un verdadero clásico del teatro peruano. “¡Imagínate, todos hemos hecho escenas de la obra en los talleres y en la misma Escuela!”, afirma Kelly. “Creo que el mensaje de la obra es que cada pasión llevada al extremo no es bueno, además de la importancia de tener una familia; los seres humanos tenemos la necesidad de ser escuchados y de tener una familia”.

Los inicios en el arte

“En mi familia nadie se dedica al arte, pero desde niña quería ser actriz, no sé por qué, quizás porque estaba sola en casa y jugaba que era diferentes tipos de personajes”, recuerda Kelly, quien a los 16 años tuvo que elegir una carrera. “Decidí estudiar Ingeniería de las Telecomunicaciones, pero me pasó un accidente y a raíz de eso le dije a mi papá que mejor hacía lo que me guste, porque uno nunca sabe en qué momento ya no está”. Su padre la apoyó y fue entonces que descubrió la ENSAD, en donde podría estudiar actuación de manera profesional. “Estando en el colegio, fui a una de esas ferias vocacionales en el Jockey Plaza. Vi un stand de la ENSAD, que estaba vacío, luego lo “googleé” en casa y me decidí a ingresar”. Kelly nunca había llevado un taller de teatro, ni visto obra alguna. “Mi mamá no estaba muy de acuerdo, pero me dijo que juegue un rato, así que entré a la Pre-ENSAD, que mi padre pagó. Y lo sorprendente de todo es que ingresé de manera directa, solo con evaluaciones en clase de voz, cuerpo y actuación en esos meses”.

Ya en la ENSAD, Kelly tuvo dos profesores clave durante su proceso como actriz. “Carlos Acosta es súper constante, cree en el trabajo diario para poder lograr las cosas más que en el talento; es aguerrido, dedicado y le encanta enseñar. Daniel Dillon fue mi maestro y ahora es mi amigo, me dio confianza en lo que estaba haciendo”. Kelly llevó además talleres de dramaturgia y dirección con Dillon, actividades que le llaman mucho la atención. “Entre los trabajos que tuve, me gustó mucho ser asistente de dirección, ya que uno aprende observando las cosas que hace el director, que no solo debe dedicarse a la dirección de actores, sino que debe verlo todo”.

Temporadas con misterio y pasión

Kelly egresó de la ENSAD con una obra que le trajo mucha satisfacción: Mala sangre (2015) fue presentada en el Festival de Teatro Danza en Lima (2015), dirigida por Dillon. “Nos armamos como como grupo, enviamos nuestra carpeta y ocupamos el segundo lugar, con apoyo económico para su producción”. La pieza escrita por David Plana estaba compuesta por varios cuadros ambientados en diversos espacios. “Nos presentamos en la Casona Fernandini, porque tenía varios ambientes y la idea es que el espectáculo fuera itinerante. Fue una experiencia muy bonita y todos le tuvimos mucha fe a la obra”. Sin embargo, Mala sangre no pudo continuar con el elenco original, pero sí tuvo futuras presentaciones en el Teatro Mocha Graña, siempre con la dirección de Dillon, mas con otro elenco.

Una de las mejores experiencias teatrales que tuvo Kelly una vez terminado su paso como alumna de la ENSAD fue su protagónico en la puesta en escena de Perséfone (2017), al lado de actores como Liz Navarro, Henry Sotomayor y Haysen Percovich, nuevamente a las órdenes de Dillon y estrenada en su alma mater. “No voy a negar que sentía mucha presión por ser la protagónica, y además por actuar al lado de personas que admiro mucho”, recuerda Kelly. “Quería hacerlo bien y conforme fue avanzando el proceso, iba descubriendo cosas nuevas. Esa obra me ayudó mucho a nivel profesional, fue un reto esa temporada de cinco semanas y un orgullo para mí, porque una vez me dije que algún día haría una obra en mi escuela”.

¿Cómo llegó Kelly a integrar el elenco de Un misterio, una pasión? “Pues yo aparte de ser actriz, tengo otros trabajos y fui anfitriona en el Teatro Pirandello”, menciona divertida. “Me crucé con Mario Ráez, quien hizo la dirección de iluminación en Perséfone, en un estreno del 2018 y me dijo que un día eres protagonista y al otro, anfitriona”. Ráez le contó que se iba a estrenar una obra en La Plaza y que pensaba que Kelly podía interpretar uno de los personajes. “Me reí, le dije: “¿Me estás bromeando, no?, pero igual le mandé foto y número”. En una de las funciones en el Pirandello, alguien le toca la espalda a Kelly, mientras trabajaba como anfitriona. “Era Juan Carlos (Fisher, director) y yo pensé: ¿Qué está pasando? Me dijo que le habían hablado muy bien de mi trabajo”. A la semana siguiente, Kelly es citada para el casting. “Estaban solo Renato Rueda (actor) y Juan Carlos, leímos la escena de “La Loca”; estaba aterrada, escuchaba la risa de Juan Carlos y solo tres minutos después me dijo: Eso es todo, gracias”. Kelly pensó que lo había arruinado todo y que había fracasado; no obstante, recibió la llamada de Fisher tres semanas después. “Me dijo que había estado muy ocupado, por eso no me había llamado antes y me preguntó si me gustaría ser parte del elenco y de la temporada”. El resto es historia.

“Creo que una buena actriz de teatro debe tener disciplina”, afirma Kelly. “Siempre ser constante, trabajar no solo porque se tiene función, sino porque uno se preocupa por su cuerpo, por su voz, se debe llevar talleres, muchas veces lo dejamos de lado”. Por otro lado, un buen director teatral debe “saber escuchar a su actor, dejarlo fluir y dar indicaciones específicas y no tan generales. A veces con una sola palabra basta”. Este año, Kelly estará abocada a terminar el taller dictado por Leonardo Torres Vilar, en su segundo y tercer nivel, así como terminar un par de textos que comenzó a escribir. “Yo les aconsejaría a los jóvenes que quieren ser actores que prueben la carrera, que se arriesguen siempre”, concluye.

Sergio Velarde
24 de enero de 2019

miércoles, 23 de enero de 2019

Entrevista: CINTIA DÍAZ DEL OLMO


“La actuación es una carrera de compromiso y perseverancia”

El Club de Teatro de Lima siempre ha sido un referente obligado de formación artística desde su fundación en el año 1953. Y a seis del fallecimiento de su fundador, el recordado maestro Reynaldo D’Amore, el Club se encuentra más vivo y rozagante que nunca, gracias a toda una nueva generación de exalumnos que se encarga de mantenerlo exitosamente a flote. Una de ellas es Cintia Díaz del Olmo, exalumna que ahora es profesora del Primer Año de la mencionada institución y actriz en sus producciones. Justamente, Cintia ganó el premio del público a la mejor actriz de reparto en Comedia Oficio Crítico 2018 por La cantante calva. “¡Ay, el señor D’Amore! Por él sentía a la vez, cólera y simpatía”, recuerda divertida Cintia. “Porque siempre era tan misterioso, nunca se supo dónde vivía, cuándo era su cumpleaños; yo le preguntaba y él siempre me cambiaba el tema”.

El teatro desde siempre

“Siempre me ha gustado el teatro”, afirma Cintia sobre su vocación de actriz, que además tuvo como profesora en su colegio a la destacada y recordada actriz Noemí Del Castillo. “En Quinto de Secundaria fui a ver La casa de Bernarda Alba en el Teatro Juan Parra del Riego y la obra me impactó; me dije que esto es lo que yo quería hacer”. Sin embargo, sus padres la convencieron de estudiar Comunicaciones. “Sí me gustó y en el camino de la carrera, me olvidé un poco del teatro. Pero cuando ya estaba por terminar, por azares de la vida, entré al programa La casa de Gisela”. Prácticamente encerrada dentro del canal de televisión, Cintia estuvo rodeada de muchos artistas y producciones diversas y fue entonces que recordó su gusto por el teatro. “Fue así que entré al Club de Teatro; empecé a estudiar, fui avanzando y dejando poco a poco las Comunicaciones”. El maestro D’Amore vio en Cintia a una aplicada y entusiasta alumna. “Me dijo una vez que necesitaba un reemplazo para enseñar adolescentes y yo lo hacía encantada; después necesitaba alguien para el curso de la mañana solo en el verano, pero yo le metí ganas y el curso duró todo el año y me quedé trabajando acá y actuando en las producciones del Club hasta hoy”.

Cintia llevó todos los cursos que ofrecía el Club: no solo el de Actuación, en el que tuvo como profesores a Juan Carlos Díaz, Paco Caparó y Pold Gastello, sino además el de Oratoria, Pedagogía Teatral, Desarrollo de la personalidad a través del Teatro, etc. “El Club ofrece cursos de Teatro al alcance de todos, tenemos mucha gente de diferentes capacidades porque no hacemos audición; brindamos una formación completa con un programa de Arte Dramático de tres años, con disciplina y compromiso, porque ser actor no es fácil”. Para Cintia, el Club de Teatro es como “la carrera técnica de actuación”, ya que sus cursos son prácticos, aunque sí enseñan aspectos teóricos. “Somos más personalizados, intentamos formar un ambiente familiar, para que los alumnos no solamente vengan a estudiar, sino para que tengan la confianza de contarnos sus problemas y dudas, que se sientan en casa”.

La actuación, menciona Cintia, es “una carrera de perseverancia y compromiso; si tienes estas dos cosas, lo logras, así no tengas mucho talento, porque eso es solo tener una mayor facilidad”. Afirma además que una buena actriz de teatro debe “divertirse con lo que hace, tener compromiso y por supuesto, facilidad de reunirse para ensayar (ríe); es que es a veces difícil ponerse de acuerdo, pero básicamente la condición es que se divierta, si amas lo que haces, lo demás llega solo”. Por otro lado, considera que sí es necesario que un director de teatro haya llevado, por lo menos, algún curso de actuación. “Para que sepa que lo que pide sea factible, que conozca el otro lado”. Finalmente, considera importantísimo que se dicte talleres de Teatro en los colegios. “No solo para formar actores, el teatro en niños y adolescentes tiene beneficios enormes”.

Puestas y proyectos

Una de las obras más interesantes en la que participó Cintia fue Carne de mujeres (2015), dirigida por Caparó e integrada por un elenco principalmente femenino. “Fue una obra que escribió en base a nuestras experiencias, él nos hacía preguntas y nosotras nos explayábamos; con esos textos se armó la obra”. Una de las escenas más logradas de la mencionada puesta fue la última, en la que las actrices se revelaban como tales en el escenario. “Contamos cosas absolutamente personales, mostrando que somos actrices, que actuamos y además, somos mujeres y nos pasan cosas, todo partió de nosotras”. La cantante calva tuvo también un interesante periplo antes de su temporada oficial. “Es teatro del absurdo, así que estuvimos buscando por un lado. Hicimos una temporada chiquita para probarla y luego Paco fue corrigiendo. En realidad, fue un trabajo muy satisfactorio, tuvimos mucho público, con el “boca a boca” conseguimos funciones llenas y logramos seis nominaciones en Oficio Crítico, que para mí son seis premios”.

Una de las personas más importantes en la vida de Cintia es Paco Caparó, antes su profesor, ahora su esposo. “Es mi complemento, mi pareja, mi amigo, mi compañero, el papá de mi hijo, es una persona muy apasionada por lo que hace, aunque, como esposa, a veces trabaje demasiado”. Y añade que como director es muy amable, mientras que uno se sepa la letra. “Te va guiando durante el proceso y cuando reaccionas, ya está tu personaje armado”. Si bien es cierto que Cintia se encuentra ahora dedicada a ser mamá y profesora, sí se hace un espacio para la actuación. “No dispongo de mucho tiempo, así que prefiero escoger obras que tengan un fondo y que tengan cierta trascendencia, al menos para mí”. Precisamente, el Club de Teatro ya está preparando un próximo proyecto para este año, con Cintia pisando las tablas nuevamente. “Es una nueva versión de una obra que ya se presentó en el Club antes (no puedo dar muchos detalles) y estamos contando con alumnos, profesores y exalumnos del Club de Teatro para que actúen, con Paco y Jhosep (Palomino) en la dirección”.

Este año, Cintia ya empezó a dictar clases en el Club de Teatro en su temporada de verano. “Yo enseño a Primer Año y siempre le digo a mis alumnos que no busquen ser famosos, sino ser buenos actores, con disciplina y compromiso”. Agrega también que es importante la responsabilidad en su asistencia a las clases. “Así como en cualquier carrera, si estudian Medicina y no faltan a las clases, tampoco deberían faltar a las clases en el Club. Si no le damos importancia a nuestra carrera, nadie lo hará”, concluye.

Sergio Velarde
23 de enero de 2019

martes, 22 de enero de 2019

Crítica: CONSTELACIONES


La acción constante en escena

Una posibilidad, una probabilidad y una gran oportunidad serían los factores clave para concretar las diversas circunstancias de los seres humanos y convertirlas en hechos. Precisamente, este imaginario se propone en el texto del dramaturgo y guionista británico Nick Payne, titulado Constelaciones. La obra se ha estrenado recientemente en el Teatro de Lucía, bajo la dirección de Rodrigo Falla Brousset y cuenta con las notables actuaciones de Gisela Ponce de León y Jesús Neyra.

Un escenario simple y minimalista, acompañado por una araña de la cual se desprendían pequeños focos, cuya intermitencia marcaría las intensas escenas que componen la puesta, aunado al efecto de sonido. Respecto a los personajes, ella (Marianne) es una maestra de física cuántica; él (Roland), un esforzado apicultor. Sin nada, o tal vez con mucho en común, se conocen en una fiesta y a partir de ahí, surgen estas infinitas posibilidades de unirse, separarse, volver a verse, no verse más, construir una vida juntos a pesar de los problemas o tomar rumbos totalmente distintos. Sin duda, una narrativa compleja y retadora, sobre todo a nivel interpretativo, pues los cambios ocurren al instante y casi sin salir de escena.

Los roles fueron asumidos correctamente por esta dupla actoral, que tuvo la gran responsabilidad de sostener cambios drásticos de emociones y acciones a lo largo de los casi noventa minutos de duración de la obra sin intermedio. Importantes también la química y el entendimiento en escena, los cuales se lograron de forma natural. Debido a la rítmica de la propuesta (variantes y repeticiones en los hechos), fue un acierto hacer que los actores utilicen el espacio fuera del escenario también, situación que redondea la conexión con el público y aporta al juego escénico. Aunque hubiera podido arriesgarse más en cuanto al diseño de luces y el acompañamiento musical para crear una atmósfera aún más íntima, que de hecho se logró crear.

Con una incansable potencia interpretativa, la siempre versátil Gisela Ponce de León se complementa con un afiatado Jesús Neyra, y juntos transitan por este universo de momentos, oportunidades y desencuentros, humanizando a estos personajes, que hacia el final nos revelan lo efímero del tiempo y la importancia de vivir sin dejar nada al azar, asumiendo el control de nuestro destino. ¡Que así lo permitan las estrellas!

Maria Cristina Mory Cárdenas
22 de enero de 2019

sábado, 19 de enero de 2019

Crítica: OJALÁ


Ojalá sea teatro circense

“Ojalá” bajo la dirección de Yuriko Tanaka, es una obra ganadora del XIV Festival de Teatro Peruano de Teatro Norteamericano del ICPNA.

En un escenario convertido en una caja negra al estilo grotowskiano y con una desnudez de elementos y escenografía, este espectáculo circense se presenta en auditorio del ICPNA de Miraflores.

Un espectáculo circense que pretende mostrar una historia que no existe en escena, pero poéticamente está descrito en el programa de mano.

Imágenes maravillosas de los artistas de circo, felices como peces en el agua, que son sacados de su contexto circense para tratar de contar una historia con sus acciones corporales, pero que no logran comunicar actancialmente lo que Tanaka escribe.

Este lenguaje visual, tan riesgoso y bello que ellos crean, se va desvaneciendo en la repetición, cayendo en el tedio.

Nos deleitan con secuencias donde muestran lo bien que sus cuerpos están preparados para el circo, pero al usar la escasa palabra para complementar lo que sus cuerpos tratan de decir, estas se ahogan en su objetivo, textos sin sentido, inorgánicos y de escasa técnica vocal.

La escena tan mágica de rueda CYR como puro acto circense es muy buena, ya de por sí inunda el espacio con una multiplicidad de imágenes y sonidos propios de ese instrumento al contacto con el piso, pero se queda solo en imágenes repetitivas y eso hace que no trascienda; al incluir el texto, este acto mágico se corta bruscamente.

El trabajo del circo requiere mucha precisión en el uso de la aparatología circense, porque está en juego la vida del artista, pues justamente estos protocolos de seguridad son los que también hacen lenta la propuesta escénica; en cada cambio de escena, la demora por poner los arneses a las artistas no contribuye a sostener los actos circenses.

El problema de este espectáculo contemporáneo es que no se ha encontrado el puente que usa el puro acto circense al pretender que los artistas circenses actúen, he allí uno de los problemas.

Las nuevas formas de hacer teatro o espectáculos de artes escénicas y visuales nos dan nuevas propuestas estéticas que van a contribuir al desarrollo del teatro. Se debe ser muy estricto al tratar de construir un espectáculo no solo dirigiendo a los actores/artistas/performances/actantes y es la responsabilidad del director de crear y desarrollar capacidades que contribuyan al trabajo actoral y la creación en paralelo de la estética del montaje.

La directora presenta este trabajo como “ESPECTÁCULO DE CIRCO CONTEMPORÁNEO”En “Ojalá” se tuvo como base la estética de la acrobacia circense en el uso de la aparatología del circo moderno, pero al incluir el texto también se decodifica como espectáculo teatral.

En “El cruce sobre el Niágara” del maestro Alonso Alegría, se ha incluido magistralmente el acto circense clásico al servicio del teatro. Pero una cosa es una obra donde ya existe una dramaturgia bien hecha, con otra donde la dramaturgia del cuerpo y la línea dramática está ausente.

Este espectáculo dura aproximadamente 35 minutos y ha sido la ganadora del concurso del ICPNA 2018. Saludo las nuevas formas de enfocar nuevos conceptos dentro de lo que ellos denominan “Festival de Teatro Peruano Norteamericano” y donde la directora denomina su trabajo: “ESPECTÁCULO DE CIRCO CONTEMPORÁNEO”.

Dra. Fer Flores
19 de enero de 2019

viernes, 18 de enero de 2019

Crítica: MÁXIMA, PROTECTORA DEL AGUA


El maravilloso mundo del títere

La Asociación de Artistas Aficionados ha estrenado un nuevo horario familiar (6:30 p.m.) con el espectáculo titulado Máxima, Protectora del Agua, el cual se estructura combinando la destreza de los títeres corporales, las máscaras, la narración oral, la música y el teatro. Dirigida y representada por la actriz y titiritera Ana Santa Cruz, quien con vasta experiencia en este campo, conduce con gran habilidad y entusiasmo esta propuesta.

Basada en la historia de la agricultora y defensora ambiental peruana Máxima Acuña, quien enfrentó a una empresa minera para defender el agua y ecosistema de su pueblo (Cajamarca) y como si se tratase de un pequeño cuento representado en vivo, este show para toda la familia transita por la diversidad de la cosmovisión y costumbres andinas, resaltando temas tan importantes como la responsabilidad social y ambiental.

A nivel visual, los detalles del escenario en miniatura ideado y construido por la propia Ana Santa Cruz, daban un toque íntimo y propio para el manejo de los títeres; sin embargo, en un teatro con una sala tan amplia como el de la AAA, en caso de un lleno total, sería difícil de apreciar desde las últimas butacas. De otro lado, los detalles como el vestuario, la musicalización e iluminación fueron acertados y pulcros. Acompañados de una narración clara y bien matizada por parte de la actriz, sumado a una contundente ejecución en el manejo del títere y las máscaras; cambiando –el personaje-  con mucha sutileza y precisión los diversos pasajes de la historia.

Máxima, Protectora de Agua es una representación que amalgama correctamente la teatralidad, la metáfora y el claro mensaje que encierra su narrativa: el cuidado y protección de los recursos ambientales, teniendo en la figura de esta mujer (Máxima) a una valerosa representante del activismo y la lucha por una justa causa. Un relato breve pero concreto en su estructura escénica; en cuanto a la edad de los asistentes, se recomienda que sea a partir de los 10 o 12 años, debido a los efectos de sonido y luces, que podrían resultar muy potentes para niños más pequeños.

Maria Cristina Mory Cárdenas
 18 de enero de 2019

miércoles, 16 de enero de 2019

Entrevista: JUAN CARLOS ADRIANZÉN

“Hacer producción no es el premio consuelo”

La reunificación de las dos Coreas del dramaturgo francés Joel Pommerat fue, sin duda, una de las puestas en escena más destacadas del año pasado y recibió la mención del jurado de Oficio Crítico como el mejor montaje en la categoría Drama del 2018. Conversamos con Juan Carlos Adrianzén, productor de Escena Contemporánea, que es un destacado colectivo peruano conformado por Alberto Isola, Magali Bolívar y el propio Juan Carlos, además de contar con diversos profesionales colaboradores como Ana Celia Salazar en la producción ejecutiva, y que viene ofreciendo notables espectáculos de manera ininterrumpida desde su fundación hace seis años. “Me interesó el arte desde la inquietud que te inculcan en casa por llevarte al teatro, al incorporar la vida cultural dentro de tu ejercicio natural”, recuerda Juan Carlos. “En mi casa no había artistas, pero siempre se leyó, siempre se fue al teatro, se fue al cine, se consumió arte; tenía la inquietud en el colegio de estar en el grupo de teatro, en el de cultura; la estimulación vino de los dos lados: de la casa y de la escuela”.

Los inicios en la producción

Si bien Juan Carlos pensó ser periodista cultural en algún momento, por casualidades de la vida terminó colaborando con los amigos que hacía en el mundo del teatro. “Creo que la vocación estaba ahí”, reflexiona. “La de ser organizador, el relacionarse con la cultura, y todo terminó en la producción, para luego migrar a la gestión; más allá de la producción de eventos, se debe entender la gestión cultural como esa gran mirada macro que está detrás de un trabajo constante de ejercicio cultural”. Además, desde pequeño tuvo profesores que lo fueron encaminando hacia las artes en general. “Jorge Sarmiento (actual director de la ENSAD) fue mi profesor en el colegio, me enseñó teatro, psicología y filosofía, te estimulaba mucho la curiosidad por la escritura, por el teatro”. Fue así que Juan Carlos, entre otros proyectos, editó una revista universitaria llamada Vórtice (1996-1997), dedicada específicamente a la literatura;  y se convirtió en el director del Centro Cultural Casa Abierta (1998-2003), en el que se presentaron montajes teatrales, exposiciones y talleres. “También trabajé en el Centro Cultural de la Católica por varios años haciendo producción de teatro, cuando este llevaba el liderazgo de la producción teatral, cuando eran muy pocos los espacios de promoción institucional y antes del crecimiento de toda la escena alternativa”.

¿Qué tan importante es para un grupo de teatro el tener un productor? “Todos podemos hacer la declaración de la renta final del año en una calculadora, pero es mejor tener un contador”, refiere Juan Carlos. “Se creía que la producción (hace tiempo, ahora pienso que menos) era esta cosa que podemos hacer todos, la de dedicar un poco de nuestro tiempo en apoyar”. Y si bien este accionar se convierte en algo mágico para los colectivos más jóvenes, en los que todos quieren hacer todo juntos, Juan Carlos cree que hasta para los más independientes ya les queda claro que es mejor que haya una figura central encargada de esa responsabilidad. “Porque si todos hacemos todo, nadie tiene una responsabilidad clara de lo que hace, y así como designamos a alguien que sea director, pues sobre los hombros del productor va a pesar una gran responsabilidad, ya que se encarga de que la gestión de todos los elementos funcione de manera organizada”.

Juan Carlos afirma que cuando regresó a Perú de estudiar la Maestría en la Universidad Complutense de Madrid en España y de vivir casi diez años trabajando en gestión cultural, en los talleres de Gestión y Producción que dictaba, sentía que había jóvenes que estaban seguros de que su lugar era ese. “Ya no era el puesto reciclado como se pensaba antes, es decir, como cuando uno no es muy bueno, entonces que haga producción; como no hay papel en esta obra para ti, te toca organizar”. Asegura además, que sí existe en la actualidad gente que reconoce que la producción es un trabajo apasionante, divertido, satisfactorio e importante. “Hay mucho artista autogestionado que lo hace todo por necesidad, se entiende que sea así, pero hay que tener habilidades. Hacerlo a disgusto es lo peor”. En varias oportunidades, Juan Carlos se ha topado con jóvenes que acudían a él aduciendo que querían hacer producción. “¿Cuál es tu proyección?, les preguntaba. “Quiero ser actor, pero mientras espero que me llamen, quiero hacer producción”. ¡Ser productor no es un premio consuelo! Vas a estar frustrado haciéndolo; al contrario, hay gente que sabe cómo gestionar y organizar un proyecto”.

Mientras que para Juan Carlos la Producción implica la gestión de un evento o producto específico, la Gestión tiene una visión mucho más macro. “Un gestor cultural puede ser un productor, porque tiene una mirada más de empaque, de qué forma parte, más allá del evento en sí”, reflexiona. “No todo productor es un gestor, ya que él tiene una mirada mucho más profunda, de una gran fotografía de adónde conduce todo esto”. Es por ello que así como se puede reconocer a una agrupación que tiene “gestión” (acaso sin saberlo, pero existe una coherencia en su propuesta o programación), también hay producciones en las que se hace por hacer, en otras palabras, se hacen productos muy efectivos, correctos y buenos, pero sin una mirada global. “Hay mucho productor que migra a la gestión, pero la formación es otra: el  amueblamiento de un gestor implica más cosas que habilidades de gestión y producción específicas”.

Teatros y revistas

Como Coordinador y Programador de nuestro Gran Teatro Nacional desde junio del 2012, Juan Carlos se hizo responsable de su gestión integral y puesta en marcha durante cinco años. “Pienso que uno de nuestros logros fue la búsqueda de la institucionalidad, es decir, el generar una organización que respondiera a unos lineamientos y que tuvieran una coherencia con lo que se iba a hacer después”, menciona. “En cinco años se quiso darle esa mirada al espacio de diálogo y acercamiento con el público, tanto en su oferta de espectáculos, como en el Programa de Formación de Públicos”.

Juan Carlos se alegra de que a dos años desde su salida, el Teatro Nacional sigue caminando. “Nada se perdió, se sigue creciendo, se puede haber virado hacia un lado u otro, pero se mantiene a pesar del paso de las personas”. Evidentemente, en varios sectores, los proyectos terminan siendo muy personales, quedándose las personas quince o veinte años al mando de una institución. “Una institución sólida es la que se permite tener liderazgos que marquen pautas, pero si estos cambian, la institución debe seguir y responder a lineamientos lógicos y que nadie pueda venir y borrarlos de un plumazo”. Juan Carlos afirma estar conforme con el aprovechamiento de sus años al mando del Teatro Nacional; sin embargo, admite que pudo haberse hecho mucho más. “Acaso se debió encontrar una fórmula administrativa más ágil a la que te ofrece un ministerio, en otras palabras, quedó pendiente el cómo darle una figura ágil a una institución viva y constante”.

Uno de los mayores aciertos de la labor teatral de Juan Carlos fue la creación de la revista “La Lupe. Puro teatro, pura danza” junto a Guillermo Cortés y Juan Sánchez, publicación especializada en artes escénicas dedicada a la crítica y al acercamiento con nuevos públicos en Lima, que viera la luz en el 2012 y se mantuviera por seis números. “Se terminó por razones exclusivamente económicas, porque no hubo interés en financiarla; si nos convertíamos en una revista de variedades, seguro se acercaba a los intereses de alguna casa de publicidad , pero no era lo que queríamos hacer”. Fue entonces que Juan Carlos y equipo tocaron a las puertas de instituciones que deberían tener cierto “feeling” en apostar por la vida cultural. “Algunas instituciones respondieron bien, pero otras no le dieron el valor debido, ojalá en algún momento alguien se anime a retomarla”. Justamente, Juan Carlos estuvo presente en el recordado Velorio de la Revista Muestra (2014), organizado por la destacada dramaturga y crítica Sara Joffré. “Ella es de esas personas que se quedan, porque son referentes de necedad (en el buen sentido) y de apasionamiento, que han decidido que “este es mi lugar y voy a insistir desde mi trinchera”. Ella refleja la tozudez, pues en aquella época en la que nadie insistía con concursos de dramaturgia y publicaciones, había esfuerzos individuales como los de ella, eso es muy valioso de recordar”.

El amor y la escena

En el 2015 en España, Juan Carlos decidió casarse con el amor de su vida: el notable actor, bailarín y coreógrafo Franklin Dávalos. “Es mi cómplice principal, gran compañero de amor y de profesión”. Cada uno de ellos es un apasionado en sus labores dentro del mismo sector, han aprendido a trabajar juntos y sobre todo, a entender mutuamente sus horarios tan particulares. “Cada uno tiene sus propios escenarios de trabajo y además compartimos varios: él, ser pieza creativa en escena; y yo, una buena compañía como gestor de proyectos”. En una sociedad tan machista y pacata como la nuestra, el matrimonio de Juan Carlos pudo haber generado diferentes tipos de reacciones, entre ellas, habérsele cerrado algunas puertas. “Siempre he pensado que todo el mundo sabía de mi opción sexual y en todo caso, nadie me ha informado que haya perdido una oportunidad laboral por eso”. Agrega que alguna vez le llegó un comentario acerca de una institución tan conservadora que definitivamente no lo iba a convocar. “Pero yo me casé, porque queríamos casarnos, porque queríamos celebrarlo con nuestros amigos, y porque era un acto político y un aporte a una lucha que tiene un largo camino por recorrer”. Definitivamente, la sociedad española resulta muy diferente a la nuestra en ese sentido. “La legislación hace mucho, ya que si existe una ley que respalde una realidad, así no te guste o no estés de acuerdo, terminas respetando, porque la ley se respeta así no estés de acuerdo”.

Otra de las grandes pasiones de Juan Carlos es el colectivo Escena Contemporánea, que fundó al lado del director Alberto Isola y la actriz Magali Bolívar y que fue responsable de interesantes y recordadas puestas en escena, como El Cine Edén (2013), Estrella negra (2014), Este hijo (2014), Casi Transilvania (2015), El continente negro (2015), Nunca llueve en Lima (2016), Bárbaro (2017) y El dolor (2017), entre otras. “Fueron años de trabajo constante con más aciertos que tropezones”, reflexiona Juan Carlos. “No ha sido un camino de rosas, tenemos muchas dificultades, pero también mucha necedad en el equipo y logramos sacar varios proyectos adelante”. Fue así que en el 2018, Escena Contemporánea estrenó La piedra oscura de Alberto Conejero y Cintas de seda de Norge Espinosa, ambas dirigidas por Isola; y la ya mencionada La reunificación de las dos Coreas.

“Una clave para el éxito es el de haber medido nuestras fuerzas, que no tienen la misma vehemencia de cuando teníamos 20 años”, asegura Juan Carlos. “Evaluamos cuánto esfuerzo somos capaces de soportar con los avatares; siempre ha sido un ejercicio el de saber cuánto es lo que somos capaces de hacer con mucha conciencia”. Sabiamente para Escena Contemporánea, cualquier emprendimiento que surja pasa por un análisis de posibilidades, el mismo que es necesario para poner en actividad cualquier empresa o negocio. “Es un ejercicio de gestión: reconocer habilidades y suplir deficiencias”.

Los roles del teatro

Para Juan Carlos, un buen actor de teatro “debe ser chancón, pero no de letra, sino de la vida”, añadiendo la importancia de prepararse constantemente, de leer mucho, ver, escuchar y asistir a las funciones de teatro. “Debe haber curiosidad por lo que está pasando en el mundo; es por eso que a veces se ve poca profundidad en algunos montajes y es que de pronto no trabajaron o no vieron lo suficiente”. Por otro lado, un buen director de teatro “tiene que ser muy estudioso, tener la capacidad de superar todas las lecturas posibles de un texto, de saber orientar y escuchar a sus actores, y tener capacidad de riesgo”. Finalmente, para Juan Carlos, un buen productor de teatro debe ser ordenado, curioso, y además debe leer mucho. “No solo es alguien que debe conseguir la silla que quiere el director al lado de la mesa, él debe ser capaz de sentarse con su director, respetando los límites, y aportar”. Y es que resulta inconcebible un productor que ni siquiera haya leído el texto. “Todos debemos aportar desde nuestros lugares, y el productor debe tener sensibilidad artística para conectarse con lo que se está creando entre todos”.

Sobre los casos más recientes en nuestro medio, de la oposición del dramaturgo (a través de herederos o agencia) hacia algunas propuestas específicas por parte de directores que, por ejemplo, quisieron cambiarles el sexo a los personajes como en Un tranvía llamado Deseo de Tennessee Williams, o una actriz asumiendo un rol masculino como en Esperando a Godot de Samuel Beckett, Juan Carlos nos comenta el convenio realizado con Pommerat para llevar a escena La reunificación de las dos Coreas. “Trabajamos dos veces con Pommerat (autor de Este hijo); la traducción del francés al español la hizo Nadine (Vallejo, codirectora del montaje) con acompañamiento de Alberto; esta viaja a la agencia en Francia, allá la leen y verifican que el texto sea válido”. Es así que los inconvenientes se van resolviendo, como la traducción exacta de los títulos. Por ejemplo, “Cet enfant” no podía traducirse exactamente a “Esta criatura” o “Este infante”, es por eso que quedó “Este hijo”. “Felicitaron mucho la traducción, además nunca propusimos hacer cambios, porque nos interesaba el texto como era desde la dramaturgia”.

Sin embargo, sí hubo una estrecha colaboración con Espinosa en Cintas de seda: la sólida propuesta de Isola hizo que el autor redujera considerablemente el número de personajes y hasta se añadió una escena nueva. “Antes ponían obras de autores a quienes ni les consultaban ni pagaban”, asevera Juan Carlos. “El autor es el primero que ha hecho posible que el proceso de una obra inicie. Si es un autor con el que no puedes negociar, entonces no trabajes con él, hay otras obras o escribe la tuya. Los autores no están en la obligación de concedernos su obra; y si dicen “A mi obra no le mueves nada”, no están equivocados, hay que respetarlos, porque es su visión”.

Muchos proyectos le esperan a Juan Carlos este 2019. Él se encuentra radicando en Colombia, trabajando como Director de programación del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo en Bogotá. “Pero a Escena Contemporánea le esperan muchos viajes: nos vamos de gira con Bárbaro, al norte de Chile por Iquique y Arica; con El dolor estaremos en temporada en La Maldita Vanidad, un espacio muy bonito en Bogotá, y en un festival de teatro unipersonal en Madrid”. Cintas de seda viajará también a un festival en España; e Isola dirigirá, en coproducción con el Celcit de Argentina, una obra de Adriana Genta (autora de Estrella negra), que será traída a Lima y luego se llevará a Uruguay. “Produciremos también un espectáculo de teatro para niños, con texto de Cesar De María y la dirección de Nadine, en coproducción con la Universidad del Pacífico; y nos haremos cargo de un espectáculo de Mirella Carbone estrenado en Buenos Aires, quien vuelve a Lima con Lorna Ortiz, y que presentaremos en temporada de junio y julio”, concluye.

Sergio Velarde
14 de enero de 2019