domingo, 12 de febrero de 2023

Crítica: LADY MORT Y LA RESISTENCIA


¡Lucha permanente!

El artista, más que un velocista, es un fondista; debido a su capacidad de mantenerse en la carrera de la vida, de la creación, de la búsqueda de conocimiento, del cuestionamiento constante, de la disciplina, entre otros aspectos. Muchas veces las circunstancias podrían vencer a las almas frágiles, pero cuando se trata de una necesidad tan grande y vorágine de “hacer”, artísticamente hablando, entonces nada evitará la terca persistencia, excepto la muerte. Así se muestra, como una metáfora de la idea antes planteada, Lady Mort y la resistencia, obra escrita por Jorge Díaz Montalvo, dirigida por Brayan Vilchez y presentada en el Espacio Teatro Esencia.

Un aspecto muy interesante de la visión del autor para relatar su obra es jugar con lo que no vemos o, en otras palabras, con lo que no queremos ver. Por ejemplo, aunque el espectáculo es metateatral, también aprovecha en relacionarse a una coyuntura política sin necesidad de brindar detalles exactos o contextualizar demasiado.

No obstante, la historia trata de la travesía de dos actores: Uriel y Kamil (interpretados por Renato Cruces y Álvaro Pajares, respectivamente), quienes están por dar función de su primera obra, pero hay una serie de problemas con los que tienen que lidiar como son la falta de público, sus dilemas personales y además, un conflicto social que acontece afuera del teatro -su espacio de confort-; resultando esto último, por momentos, indiferente para los personajes, por lo que refuerza la tesis de la negación de los artistas por tener una postura política en la actualidad. Entonces, dentro del drama, se introduce a Lady Mort (Cynthia Bravo), un ente omnisciente invisible que, si bien interactúa con los protagonistas, no interviene en los acontecimientos del conflicto, puesto que su participación representa un símbolo: el vaticinio de una tragedia inevitable.

Por otro lado, el montaje ofrece mucha variedad decentemente desarrollada en los números musicales o en los textos largos de introspección. El elenco está entregado a la causa con sus interpretaciones. Sin embargo, mientras menos hacen, consiguen mejor naturalidad a lo largo de la función. En el caso del arte, todavía se ve flojo y poco interesante, pudiendo utilizar las propias paredes del escenario en lugar de forrarlas con papel. Mayor rigurosidad en el aspecto técnico debería ser su preocupación principal, tanto en las directrices de los actores como en la escenografía.

En general, el mejor de los aciertos de la obra es que nos permite ir descubriendo de a pocos la relación del viaje emocional de Uriel y Kamil con la premisa de resistir en el arte ante la adversidad, sea de donde venga; aunque eso no signifique que no pueda cuestionársele al artista sobre su compromiso con la realidad social.

Christopher Cruzado

12 de febrero de 2023

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