Controversia en mi vida monogámica
Cuestionar la fidelidad del hombre dentro de una relación erótico afectiva se vuelve recurrente hoy en día. Los aspectos biológicos y psicológicos que nos acercan más hacían la búsqueda de probar nuevas experiencias con otras personas se ven enfrentados a una línea moral que corresponde al respeto por tu pareja, la sociedad, la religión, la familia, etc. ¿Qué sería lo correcto en ese caso? ¿Estamos luchando contra la naturaleza o con la visión institucionalizada de la fidelidad perfecta? El teatro a veces no quiere encontrar respuestas, pero evidencia ciertos síntomas que la vida real demuestra. Ante ello, Teatro en el Perú trae al escenario del Teatro Auditorio Miraflores la obra El ornitorrinco del dramaturgo mexicano Humberto Robles bajo la batuta de Marco Huachaca, director e intérprete de la puesta, junto a los actores Liz Roggero y André Moyo, quienes completan el elenco.
La trama nos relata una comedia,
aparentemente sencilla, con la pareja integrada por Ana (Roggero) y Paco (Moyo),
donde este último propone una nueva experiencia para los dos: salir con otras
personas, probar una relación abierta. En este punto se ve involucrado un amigo
en común, David (Huachaca), que provoca el conflicto de la obra. Sin embargo,
varios cuestionamientos respecto a la sexualidad o la monogamia son lo más
rescatable dentro del montaje que, por momentos, podría llegar a ser
educativo.
En términos de ritmo, carece de
frescura en un principio. Los gags no son apoderados por los actores en la
primera escena, por lo que da la impresión de que vemos un calentamiento para
el verdadero espectáculo. Pues ya para la segunda parte, la fluidez de Huachaca
y Roggero tiene mejores resultados. La misma situación los lleva a sacar el
lado más interesante de sus personajes dentro de la duda, la culpa y, por
supuesto, la reflexión. A pesar de la solemnidad de Huachaca, que se percibe en
un código diferente al de sus compañeros, logra brindarle movimiento a la obra:
con él comienza el conflicto principal, gracias a él la obra cobra un mayor
sentido, y se debe en parte a su buena presencia en el escenario. Ya cerca al
cierre, los tres actores confluyen con mayor dinamismo, se escuchan más y sus
movimientos son precisos.
No obstante, la dirección
escénica peca de simplista y demasiado inmediata. Para el Huachaca director
basta con luces blancas y breves cambios de posición de los elementos. Tampoco
significa que tenga una estética minimalista, sino que prácticamente el espacio
nos transmite poco. Un juego de luces con mucha facilidad habría resuelto esa
ausencia.
El texto logra ser bien contado;
los actores se comprometen a dirigir bien el discurso, dentro del terreno de la
comedia sin llegar a ser extremadamente chabacano o banal. Si lo analizamos con
detenimiento, encontramos un tema interesante confrontado a la visión
conservadora de nuestra sociedad.
Christopher Cruzado
16 de junio de 2022
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