domingo, 16 de enero de 2022

Crítica: LA PUERTA DEL CIELO


Una invitación a sentirnos infinitos

Salimos. Caminamos, claro, algunos saltan para no pisar las rayitas de las veredas. Pero algunos las vemos de reojo y hasta las pisamos. Giramos la cabeza hacia la derecha. Y observamos que nos conducen hacia una puerta con un largo sendero. Tal vez nos lleva a interactuar con una persona, cambiar nuestro trabajo por el que más quisimos o conocer lugares que nunca imaginamos que existían. Nos invita a abrir una nueva oportunidad, una nueva puerta. ¡Sí! Hacemos caso al dios de la impro y la tomamos. Alistamos las maletas y nos vamos hacia Ibiza. Encontramos nuestro asiento en el avión, pero ¡oh!... nuestro entorno nos impide. No llegamos ni a colocarnos los cinturones de seguridad. En fin, la puerta del cielo se queda entreabierta; y en un futuro no muy cercano decidimos abrirla, pero ya todo habrá cambiado.

La puerta del cielo es una obra de teatro escrita por Alfonso Santistevan. En esta ocasión, la producción del montaje estuvo a cargo de CABAC TEATRO y la dirección de Eliana Zapata Quiñones. Además, los personajes fueron interpretados por Manuel Calderón (Javier adulto), Ebelin Ortiz (Mercedes), Ricardo Velásquez (Manuel adulto), Vanessa Zeuner (Rosa joven), Christian Suito (Javier joven) y José Gómez (Manuel joven). 

Santistevan, en su texto, sitúa a Javier (Calderón) en una vida acomodada; sin embargo, no lo tiene todo. Así, regresa al barrio más festivo de La Victoria para recuperar el tiempo más feliz de sus 20s o tal vez, de su vida. El dramaturgo escribió la obra para un montaje presencial. No obstante, los intérpretes decidieron adaptarla al tecnovivio. En ese sentido, lograron transmitir la esencia del texto a través de las nuevas tecnologías.

El montaje se transmitió a través de la plataforma YouTube. Las escenas exteriores fueron grabadas con antelación; las situaciones dramáticas exteriores, en vivo. Sobre esto, las transiciones entre escenas fueron marcadas por disrupciones técnicas. Además, la posición de las cámaras de los actores y actrices, en algunos casos, no alimentaba lo que deseaba comunicar la directora. Sin embargo, el mensaje, a nivel dramatúrgico, adquirió sentido en el desarrollo de la obra.

Los actores y actrices cumplieron su rol de agentes actuantes. La interpretación de cada uno estuvo dentro del lenguaje naturalista, tal como demanda el texto. No obstante, los lugares donde habitan los personajes no presentaban uniformidad. Es decir, la atmósfera que deberían complementarse entre el lugar y situación dramática solo estaba cubierto por los entes actuantes.

La puerta del cielo presenta varios temas como la añoranza al lugar feliz, la salsa, las tensiones políticas, las costumbres y los prejuicios sociales. En el caso del montaje, Zapata acentúa en el regreso a esas aspiraciones incumplidas. Esto se observa con la pregunta enfatizada “¿Qué hay detrás de esa puerta?” realizada por Javier. Dicha cuestión no es gratuita, ya que resume el abandono, arrepentimiento y regreso a las convicciones o deseos más profundos del personaje principal. Según Sanchis Sinesterra, dramaturgo español, al personaje se le conoce no por lo que desea ganar, sino por aquello que sacrifica. En ese sentido, la situación de Javier resulta ser dramática, porque apuesta todo lo que tiene para regresar al lugar feliz, a descubrir qué había detrás de esa puerta. Justamente, su renuncia al status quo es lo que humaniza a este personaje, pues todas las personas alguna vez hemos tenido que “perder” algo para volver al lugar donde alguna vez nos sentimos infinitos o dichosos. Eso nos identifica.  

La propuesta de valor de la productora parte desde un viaje por su sitio web hasta un conversatorio entre intérpretes. La experiencia resulta digerible para todo público por su simplicidad y rapidez en la accesibilidad. Sin embargo, la obra, como producto, no termina de humanizarse, pues cortaron la interacción entre los creadores y el público. En ese sentido, es distinto interactuar de manera escrita que entablar una conversación con los hacedores del hecho teatral. Un diálogo entre emisores y receptores acerca y evita que perdamos la esencia del teatro: la recordación de que somos seres humanos.

En resumen, el espectáculo de CABAC TEATRO es una propuesta que nos invita a volver a abrir puertas que alguna vez abandonamos. Como toda obra de arte, es un trabajo que aún podría explorarse y humanizarse más, pero resultan aprehensibles los temas de la obra.

Elio Rodríguez

16 de enero de 2022

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