martes, 14 de mayo de 2019

Crítica: BALADA DE LA CONCHA Y LA PASTORA


Un encuentro entre la poesía y el cuento

El Club de Teatro de Lima es el escenario elegido para representar la obra “Balada de la concha y la pastora”, de la dramaturgia de Alfredo Bushby y bajo la dirección de Eliana Fry García-Pacheco, quien asume este rol por primera vez con notable habilidad.

Escrita en verso, la obra narra la función de un teatro itinerante (presentado por Javier Valdés) que va de un lugar a otro, contando la historia de una pastora/cazadora (interpretada por María del Carmen Sirvas), que en medio de sus paseos por un bosque europeo se encuentra una concha marina que se convertirá en hombre (personajes encarnados por Esteban Philipps), por los ruegos de aquella mujer. Pero, ¿cuál es el asunto? Pues bien, al encontrarse estos dos universos, colisionan y se exponen sus diferencias frente a temas como el deseo, la religiosidad, la violencia y la culpa.

Desde el ingreso, los actores reciben al público como ‘actores’ –valga la redundancia- de este teatro de la calle. Se percibe la apariencia de un bosque encantado (por la iluminación), creándose una mística particular sostenida durante toda la puesta. Los vestuarios y el manejo de la utilería aportan dinamismo en los cambios de escena. Aunque, sin lugar a dudas, la potencia interpretativa es fundamental, en este caso, el trabajo actoral es muy correcto tanto en la entonación, como en el control de la respiración pese a la dificultad de los movimientos y acciones físicas.

Despojada de un estilo naturalista, la construcción escénica se compone de rasgos sumamente teatrales. Debido al lenguaje en verso, no hay nada dicho de manera explícita en los parlamentos, por ello, es necesario que el espectador preste  toda su atención a lo que se cuenta (y saque sus propias conclusiones).

Provocadora, audaz y retadora, “Balada de la pastora y la concha” es una interesante propuesta que desnuda dos versiones de la vida, cuestionando la posibilidad de un acuerdo entre ambas partes, que tal vez nunca se logre. Así, se convierte la poesía en un cuento cuya moraleja abre el debate. ¿Quién tiene la culpa? ¿La víctima o el victimario? ¿Tenemos la potestad para juzgar? Las respuestas quedan a discreción del público, que podrá avalar a una parte o a la otra.

Maria Cristina Mory Cárdenas
14 de mayo de 2019

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