Nuestra capacidad de reacción
Javier Quiroz es un joven artista proveniente de las
canteras de EspacioLibre, colectivo dirigido por Diego La Hoz. Si bien su
interés inicial fue la fotografía (afición por las imágenes), el destino quiso
que se dedicara a la actuación (manejo de la voz y el cuerpo), siempre de la
mano de La Hoz, con el que participaría en varios proyectos teatrales de interés:
desde su debut en Entre nubes y alcantarillas (2015), una interesante
aproximación al universo de Jorge Eduardo Eielson y su novela El cuerpo de
Giulia-no; hasta El país de la canela (2017), una incansable búsqueda de la memoria
en medio de una nación devastada por la guerra; además de las muy apreciables Mientras canta el verano (2015); RaTsodia (2015); Un saludo que no llega (2016); y Café
Inútil Orquesta (2016), en donde afinaría sus posibilidades como actor en
puestas en escena precisas y alegóricas, ricas en símbolos y con un pertinente
sentido crítico.
El estreno itinerante de Dos calculadores (2017) en diversos
espacios como el Club de Teatro o la Casa Cultural Mocha Graña, con la novel dirección
de Quiroz, acaso podría considerarse como el inevitable resultado de su corto
pero sustancial aprendizaje. Alejándose de cualquier atisbo de puesta en escena
tradicional, las acciones que propone el autor José Manuel Lázaro, interpretadas
por Quiroz, obligan al espectador a contemplar pacientemente el desarrollo de
los movimientos, gestos y sonidos, que los actores Yamile Caparó y Christian
Mora ejecutan impecablemente en el espacio. Dos cuerpos enmascarados y vestidos
a rayas, masculino y femenino, realizan varias veces a distintas velocidades la
misma y calculada secuencia, que lejos de agotar y agotarse anímicamente,
sugieren la reclusión del ser humano dentro de una rutina que no lo lleva a
ninguna parte, y que solo se podría romper con fuerza de voluntad y criterio.
Dos calculadores, producido por Claudia Benites, es un
íntimo montaje perfectamente compatible con las épocas actuales, en las que
abrir los ojos y percatarse de la necesidad de deshacerse de los patrones
establecidos, representados por los barrotes en los vestuarios de los actores y los cubos que utilizan, se
vuelven fundamentales para conseguir libertad de decisión y pensamiento. Quiroz
consigue con Dos calculadores un singular espectáculo de teatro físico, que si
bien es cierto delata sus sólidos orígenes teatrales en EspacioLibre, sí que tiene
personalidad propia, una con un agradecido sentido de crítica y rebeldía, imprescindible
en un medio como el nuestro, tan necesitado de reacción.
Sergio Velarde
9 de enero de 2018
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