jueves, 26 de octubre de 2017

Crítica: YEROVI, VIDA Y MUERTE DE UN PÁJARO CANTOR

El lado humano de Yerovi en escena

Como cierre del ciclo “Leonidas Yerovi – 100 años después”, Aranwa presenta “Yerovi, vida y muerte de un pájaro cantor”, con la dramaturgia de Celeste Viale, nieta del poeta, y dirigida por Jorge Chiarella. La obra nos trae a escena momentos importantes de la vida adulta de Yerovi, mostrándonos también aquellos asuntos amorosos que fueron la principal causa de su asesinato.

La pieza ha logrado tejer  la ideología de la época, la situación de las mujeres, y sobre todo, la de los poetas como Yerovi en el Perú de la post guerra. Desde la vestimenta hasta los argumentos que se usaban en el juicio al asesino nos daban un contexto claro, una forma de pensar específica de aquella época: mujeres subyugadas, pensamiento machista predominante, la idea de que el éxito estará fuera de país... lo que lleva a preguntarme ¿hasta qué punto ha cambiado la sociedad peruana?  Por otro lado, la dramaturgia cuenta con la perspectiva de Yerovi tanto como personaje como una figura omnipresente que comenta hechos sucedidos luego de su muerte, lo que le daba pequeños giros al ritmo de la obra, convirtiéndose en una obra impregnada con la personalidad que el poeta refleja en todos sus escritos.  Es admirable cómo es que a nivel dramatúrgico se ha logrado construir una pieza que logra saltar entre las perspectivas de los personajes tan atinadamente, sin saturar al público con la información que cada uno va dando.

Cada personaje era interesante de ver en escena. Hubo un cuidado exquisito en su construcción, tanto en apariencia física como en el mundo interno y en el modo de pensar. Es en casos como este, que vemos personajes realmente bien construidos, en los que podemos ver y disfrutar de  acciones orgánicas en escena que nos conectan inmediatamente a la obra. Vimos a un Yerovi (Janncarlo Torrese) ilusionado y ambicioso, una madre (Daniela Rodríguez) – y padre – conservadora que hace todo por que se haga justicia por la muerte de su hijo, un juez y amigo de Yerovi (Neskhen Manueño) que con un alto grado de ética profesional apoya a su madre en el proceso del juicio, un Sánchez (Alfonso Dibós) apasionado e incontrolable, y un agradable y variado etcétera.  Incluso los personajes con pocas apariciones en escena tenían un “no sé qué” pintoresco, una particularidad placentera de ver. Sin embargo, el acento del personaje  asesino de Yerovi,  Sánchez,  tuvo momentos frágiles en los que la propuesta de acento chileno se perdía, o incluso a veces por el acento no se lograba entender lo que decía. En estos casos, el uso de acentos debe estar al servicio del actor, no ser un obstáculo para la representación.

El escenario circular permitió una multiplicidad de desplazamientos en el espacio que se logró explotar al máximo. Hubo una consciencia fina del espacio reflejada no solo en la posición de los personajes, sino en su corporalidad: incluso de espaldas podíamos notar lo que le pasaba a cada uno de ellos. Hubo una precisión técnica en el manejo de las luces, la música y los cambios tanto de vestuarios como de utilería que aportaban al ritmo de la obra. Definitivamente la dirección fue atinada y cuidadosa en cada detalle, incluso en el saludo final de la obra se encargaron de respetar la misma limpieza en el manejo del espacio.
Un detalle importante dentro del desarrollo de la imagen de Yerovi que se muestra en la obra es la figura del padre, un hecho clave que parece ser el gatillo de todas las decisiones que Yerovi va a tomar, luego de enterarse de que no lo va a reconocer como hijo. La obra comienza con Yerovi regresando de ir a visitarlo, siendo a la larga un impulso para lograr el éxito. Sin embargo, la figura del padre ausente se traducirá en el vacío que Yerovi intenta llenar: ya sea viajando a Argentina, ya sea en sus aventuras amorosas. Es interesante una de las conclusiones a las que la obra llega: se juega con la figura del padre y el asesino como causas principales de su muerte.

Esta obra no es un elogio a Yerovi, como alguno podría pensar. A través de los saltos temporales entre hechos de la vida del autor y escenas del juicio luego del asesinato, tenemos la presentación de una visión cercana al Yerovi humano, con errores, ilusiones, cargas y traumas que cualquier persona, famosa o no, podría tener.

Stefany Olivos
26 de octubre de 2017

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