Falsas banalidades vehiculares
La aparente superficialidad de la puesta en escena de Auto, escrita por
el español Ernesto Caballero y estrenada en el Teatro Ensamble, acaso pudo
engañar al espectador menos avispado. Relecturas posteriores al hecho escénico
le otorgan a esta puesta múltiples interpretaciones, que van desde el
nombre mismo de la obra hasta la escondida complejidad de cuatro personajes en
el límite del cliché, que podrán aparentarlo todo, menos ser complejos. Una
esposa (Miriam Guevara, de Nosotros los burócratas), el marido (Martin
Velásquez, de El Rey de las Azoteas), la cuñada (Mia Michelena) y una guapa
jovencita que pidió un “aventón” (Airam Galliani) se reúnen en un juzgado luego
de ser parte de un accidente de tránsito, estando todos a bordo de un auto.
Y es que la palabra “auto”, aparte de representar al vehículo en
cuestión, también significa “la decisión judicial sobre un asunto que no
precisa sentencia” o “la breve composición dramática de un solo acto propia de
la literatura castellana”. Y además, el prefijo “auto” quiere decir “por uno
mismo, por sí mismo”, que es en lo que finalmente termina esta reunión: el juez
nunca aparece y los cuatro personajes reconstruyen la escena, cada uno a su
manera, juzgándose a sí mismos. ¿Todos son testigos o culpables? En medio de
los incómodos y sarcásticos diálogos, plagados de lugares comunes, las caretas
van cayendo y las miserias de sus vidas van aflorando. Caballero acusa con
eficacia a la trivialidad contemporánea, utilizando como herramientas a personajes
y líneas plenas de puerilidad.
La puesta en escena, resultado del Taller de Actuación a cargo de
Alberto Isola y presentada como temporada profesional, desaprovecha el espacio
y los niveles que ofrece el Teatro Ensamble. Incluso las butacas pudieron
aprovecharse mejor, por ejemplo, de modo circular. Sin embargo, las actuaciones
son lo suficientemente solventes como para disculpar esos detalles, especialmente
Guevara y Michelena, llevando al límite el estereotipo en sus
caracterizaciones. Auto de Ernesto Caballero (autor de Un busto al cuerpo, otra
pieza banal en apariencia) funciona como una ácida crítica a la modernidad, con
publicidad y consumismo incluidos, así como también demuestra que en su
simulada frivolidad radica su particular reflexión y encanto.
Sergio Velarde
18 de abril de 2016
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