Un nuevo intento.
Pasa algo con la Esquina peligrosa. Estrenada y re-estrenada en varias
oportunidades, siempre con la actuación y dirección de Oswaldo Bravo, esta
pieza del dramaturgo británico J. B. Priestley, escrita en 1932, pareciera no
encontrar la manera adecuada para llegar al escenario. Su última aparición fue
en el 2008 en el Club de Teatro de Lima; ya en aquella oportunidad señalábamos
que el buen texto de Priestley no fue aprovechado del todo por el elenco. Pues ahora,
en el Teatro Mocha Graña, Esquina peligrosa vuelve a escena celebrando los 25
años del grupo Entre Cajas, pero los resultados no son muy distintos a los
obtenidos en sus anteriores temporadas.
La anécdota ya es harto conocida. Ambientada en una casa acomodada en
la Lima de hace décadas, un grupo de amigos se reúne con una escritora de
novelas policiacas. En medio de las conversaciones banales y las risas, aparece
una cigarrera musical, que será el punto de partida para generar dudas acerca
de la muerte del hermano de Roberto (Bravo), el dueño de la casa. Todos los
invitados tenían un secreto guardado, generándose el conflicto. Luego, el autor
realiza hábilmente un quiebre temporal retrocediendo a este punto, evitando así
el drama que queda en aire. La puesta en escena, ya desde el ingreso al Teatro Mocha Graña con
música de fondo de antaño, transporta al espectador a décadas atrás,
a punto de ver un montaje teatral a la manera tradicional, teniendo este último
término el menos feliz de los significados.
¿Cuál es la mayor dificultad que enfrenta esta Esquina peligrosa y enfrentaron en su momento, sus anteriores estrenos? Acaso sea la de tomarse demasiado en serio
esta comedia dramática, para presentarla como un denso drama; y es que resulta
imposible tomarse en serio la acción dramática. Se percibe que los actores (el
director Bravo incluido) hacen su mejor esfuerzo, pero la falta de una dirección
clara les permite demasiados desbordes histriónicos; además, las
caracterizaciones físicas de los personajes hacen que resulten increíbles
varias de las relaciones sentimentales que ellos afirman tener. Las
sonrisas de los espectadores en momentos inadecuados, no hacen
otra cosa que confirmar la comedia involuntaria que se produce por varias de
las situaciones que vemos en escena. Tampoco existe una diferencia entre el
estilo de dirección de Bravo, desde que este servidor viera la misma obra en el
2002 en el mismo Mocha Graña. Las luces encendidas durante todo el espectáculo,
solo apagadas para las rupturas temporales y los cenitales rojos para la
confesión del personaje de Olga. Esta Esquina peligrosa podría levantar vuelo,
si su director Bravo se dedicara solamente a las tareas de dirección, variando
su óptica con referente a la pieza; además de una elección de actores que sí cumplan con el perfil de los
personajes.
Sergio Velarde
25 de mayo de 2014
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