martes, 19 de noviembre de 2024

Crítica: PSICOFONÍA


Sonido que pinta el espacio

Existen dos grandes protagonistas en el unipersonal Psicofonía. Primero, está el sonido, la música, el elemento sonoro que se introduce por todo el escenario y tiñe nuestra percepción de cada momento. Y segundo, está Karen Vivero, quien se desvive en el escenario mostrándonos a una mujer que baila en soledad al ritmo de sonidos y voces ausentes. Pero quizás es un poco incorrecto decir que se desvive, cuando el trabajo que nos entrega posee tanta vida.

Vivero interpreta en escena a tres generaciones de mujeres: una abuela, una madre y una hija. Dentro de cada una vemos el peso del anterior, así como el de los hombres alrededor de su vida. El juego que la obra realiza entre el sonido y la ausencia es vívido: más allá de la música, se juega bastante con la presencia de voces o estímulos de los que no percibimos el origen. Vivero pasa estos estímulos por el cuerpo en conjunto con los elementos de su caótico escenario, y nos los entrega a partir de una actuación bastante sentida, lúdica, conociendo bien las contradicciones de sus personajes y abrazándolas dentro de estas.

El storytelling no lineal, aunque a veces confuso, nos sirve más como una manera de experimentar la historia y las vivencias de los personajes desde su lado más emotivo. Los hechos en sí mismos toman un segundo plano para la experiencia que pasa por los personajes. Vivimos escenas que nos recalcan no solo el abandono masculino por el que pasan, sino su añoranza, su deseo por la aceptación, la erosión que todo esto genera en sus relaciones entre mujeres, y finalmente, la renuncia a su influencia y la paz con su sonido propio.

La obra puede explorar en un futuro el explotar los recursos que utiliza para el viaje, como lo son el micrófono, el instrumento o las voces en off: hacer del viaje musical (ya de una composición musical impecable) más multitudinario hará que el momento final, en el que Luz se vuelve perfectamente consciente de su música, se vuelva más poderoso. Pero más allá de la dirección en el sonido o las luces, el punto núcleo para que esta historia pueda seguir calando en nuestras fibras es la sensibilidad y oficio de su actriz principal. Esperemos ver más experiencias escénicas de mano suya y de la producción de Harawi.

José Miguel Herrera

19 de noviembre de 2024

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