“El estudiar Teatro te hace mejor
persona”
Franco y directo, el actor Alfredo Carreño, ganador del
premio del jurado de Oficio Crítico como Mejor actor de reparto 2017 por Casa de perros, nos contesta que no tiene idea si heredó su vocación artística por
el lado paterno, ya que en la familia de su madre no hay artistas. “Soy hijo de
madre soltera, no conozco a mi papá, solo sé que es venezolano”, nos comenta.
Lo que sí recuerda es la educación en el arte que recibió en su colegio en
Chincha. “Pertenece al Sodalicio (nunca tuve ningún problema con ellos, en mi
experiencia siempre han sido excelentes personas), inculcaban mucho el deporte,
el arte y tuve una profesora, Isabel Mármol, que sí -recalcando- sabía de
música y teatro, porque mirando al pasado me doy cuenta de que ella tenía
cierto acercamiento a la formación profesional que he recibido”. Los gustos de
Alfredo se inclinaban inicialmente, más por la música en sí que por el teatro.
“Confieso que como espectador no me gustan los musicales y como actor, no me
llaman la atención”. Alfredo perteneció a una banda llamada Revez de singular
éxito en Chincha, como baterista (él es autodidacta). “Tocábamos reggae, afro, ská,
jazz y fusionábamos, luego empezamos a hacer cosas más comerciales y nos fue
muy bien; no fuimos famosos, pero sí algo conocidos en Chincha, Pisco, Ica, Nazca,
llegamos a participar en el Centenario de la Universidad Agraria, admito que
tocábamos bien”.
Música y actuación de casualidad
Apenas terminó el colegio viajó a Lima para estudiar
Administración de empresas y Publicidad. “No las terminé, me dediqué a la
música y quería estudiarla profesionalmente; hasta ahora me gusta crear e improvisar
sobre un set de batería”. Además, menciona que había considerado entrar al
Conservatorio, pero que pensaba sería muy riguroso y nada fácil. “Así que voy a
la Universidad Católica para ver talleres de música para prepararme mejor.
Entonces un día, en el campus, paso por las oficinas del TUC de casualidad, me
entregan un folleto, entro a averiguar, ya que siempre me ha llamado la
atención, leo la currícula. Y dentro de mí digo ¡carajo!, esta currícula, soy yo”.
Para Alfredo, las puestas en escena en las que participó en
su colegio fueron muy cuidadas y dignas. “Es por eso que cuando veo que iba a
estudiar, aparte de Actuación, Música, Canto, Filosofía, Historia del espectáculo
teatral, Psicología, Semiótica teatral, Sociología, Literatura, Producción
teatral, etc., me entusiasmé mucho, ya que me parece excelente que un actor llegué
a este nivel de instrucción para poder guiar su talento”, opina. Se decidió a
probar suerte en el TUC, a pesar de no haber llevado nunca formalmente un
taller de teatro. “Además del examen ordinario de Ingreso a la Católica, tenía
una semana de exámenes de corporalidad, música y actuación. Todos los
postulantes ya habían hecho talleres, y yo ni siquiera fui al teatro; es más, la
única obra que fui a ver fue El juicio final (1997), una ópera rock con Los Mojarras
en el Montecarlo, que tocaban como banda de fondo; fue para un trabajo de uno
de los cursos que llevaba cuando estudiaba Administración".
Alfredo postuló e ingresó al TUC en el puesto 16, y tuvo muy
buenos profesores que fueron puliendo su talento. “El primer y segundo ciclo tuve
a Alberto Isola como profesor de Actuación; también a Alejandro Córdova, Vanessa
Vizcarra y Wendy Vásquez, tremendos actores; y la base corporal me la dio Ana Correa,
maestra”. Recuerda, además, a sus profesores de Literatura y Comunicación, Alfredo
Bushby y de Historia, Juan Luis Orrego, Gino Luque, entre otros, de los que
recibió muy buena preparación. Lamentablemente, el curso de Semiótica Teatral le
significó a Alfredo postergar sus estudios. “Tenía que analizar y leer un
montón, me descuidé, jalé el curso y tenía que repetir el ciclo, todo el ciclo,
así eran la disciplina y las reglas antes en el TUC; Alberto Isola me dijo que
tenía que esperar si quería continuar y que por mientras, entrara a talleres
para seguir aprendiendo”, comenta.
Alfredo no perdió el tiempo e intervino en una obra infantil
con unos amigos en un colegio de Magdalena, ingresó al taller de Bruno Odar,
del cual aprendió mucho y de ahí se le abrieron las puertas para llevar el
taller de cuentacuentos con Francois Vallaeys y el taller de construcción del
personaje con Alberto Isola en el 2006. “Yo iba y venía de Chincha, un día el TUC
me comunica que podía dar un examen para pasar el curso que jalé y pasar al
siguiente ciclo en la universidad”. En ese tiempo trabajaba en Mad Science como
animador hasta ser ascendido a productor, era un trabajo de oficina, así que
rindió el curso pendiente, pero optó por seguir trabajando en la mencionada empresa de animación. En
el 2011 fue llamado para apoyar en la producción teatral por el 50 aniversario
del TUC. “Se haría toda una serie de montajes, conferencias y eventos durante
al año, así que necesitaban gente para apoyar en producción. En febrero del
2012 renuncié, les dije a mis jefas Paola Vera y Paola Terreros que prefería
estar en el escenario y no detrás, ellas entendieron y apoyaron mi decisión”.
Ya con 32 años y una actitud renovada, Alfredo regresa a estudiar la carrera en
el TUC, conoce y aprende de maestros como Mateo Chiarella, Joaquín Vargas, Pepe
Bárcenas, María Luisa de Zela, Jorge Villanueva, Urpi Gibbons, el maestro Ernesto
Raez y nuevamente Alberto Isola, en 5to y 8vo ciclo. “Estoy muy agradecido con el
TUC, con todos mis maestros y en especial con Alberto que lo he tenido de
profesor cinco veces”, comenta.
Experiencias y montajes
La primera obra en la que participó Alfredo, después de su
formación en el TUC, fue Ausentes, proyecto escénico (2016), en donde integró
el coro de Policías, en medio de una confrontación entre la población civil y
el Estado, debido a un proyecto minero en la localidad. “La gente de la producción
me comentó que había un pequeño proyecto de la facultad de Comunicaciones para
hacer una obra itinerante en calles y plazas”, nos dice sobre la siempre
vigente puesta de A ver, un aplauso (2016) de César De María. Alfredo fue
elegido luego del casting para interpretar a Tripaloca y compartió roles con
Daniel Cano, Leny Luna Victoria y Dusan Fung. “Una de las fechas fue en el
Parque Universitario, con los cómicos ambulantes presentes a manera de
homenaje; el anfiteatro se llenó y nadie se movió en las dos horas que duró el
montaje”, recuerda emocionado. “En el Parque Kennedy de Miraflores sí tuvimos algunos
altercados, porque empezamos tarde y los abuelitos querían su sitio para
ponerse a bailar; terminaron sentándose sobre el público, fue incómodo pues no
paraban de interrumpir la obra, se quejaban de algunas lisuras en la obra, pero
así estaba escrito y las palabras en el teatro no están por las puras, además algunos
se horrorizaron del “pico” que me daba con Dusan; ¡cómo es posible que dos
hombres se besen!, gritaban. Pero era parte del espectáculo y de las
indicaciones del director, admito que me costó en los ensayos, pero donde manda
capitán no manda marinero. Siento que actuar en la calle y sostener una obra
por dos horas es para gente brava, me sentí orgulloso del trabajo que logramos”.
Alfredo y su monólogo de Tripaloca lograron conmover al público, que una vez
terminada la función, algunas de las señoras en el Parque Kennedy se acercaron
a darles una propina y a felicitarlos por su trabajo. “Las cosas se dan por
algo, en pleno caos con los adultos mayores al final de la obra parte del
público confundió la realidad escénica con la vida misma, creyeron que el
monólogo final era un reclamo mío, no tenían idea que era parte del texto. ¡Eso
significó que lo hicimos bien, jamás lo olvidaré!”, manifiesta.
Si bien Alfredo se considera “medio” ermitaño, decide seguir
entrenándose como actor y optó por presentarse al grupo Ópalo de su exprofesor
Jorge Villanueva. “Y los dioses del teatro estuvieron conmigo, porque el
monólogo que me entregaron para presentarme al casting con tres días de plazo fue
el de Tripaloca. A Jorge, Marcello (Rivera) y Nidia (Bermejo) les gustó”. Unos meses
después, Jorge Villanueva invita a Alfredo a una lectura para una obra en la
que posiblemente exista un personaje para él. “Tienes la energía para hacerlo, me
dijo; me invitó después a una segunda lectura, pasé la prueba y ya era Nicolás
en Casa de perros”. En Ausentes, Alfredo tenía una pequeña
participación y A ver, un aplauso era un montaje dentro de un contexto académico;
es por ello por lo que considera a Casa de perros como su primera experiencia
profesional en el teatro, como antagonista. “Trabajé nuevamente con Daniel Cano
y con algunos de mis profesores, como Katiuska Valencia, una capa, quien fue
asistente de Alberto en el TUC”.
Casa de perros de Juan Osorio, ganador del premio Oficio
Crítico del público como Mejor montaje en Drama, fue un contundente llamado de
atención hacia una problemática mucho más actual de lo que creemos. “Más allá
de estar ambientada durante la Reforma Agraria, habla del abuso del hombre contra
la mujer, pues el contexto es muy machista, ¿por qué hacer la obra ahora?, ¿por
qué mi personaje es tan violento? El teatro refleja nuestro comportamiento en
la sociedad, no busca enseñar cómo el público se debe comportar, pero casi
siempre te deja una reflexión y tú decidirás qué hacer con ella. Estas cosas
pasaron hace 40 años y siguen sucediendo ahora, todo sigue igual”, asegura Alfredo. “El
tema de la corrupción, tan vigente como hace décadas retrata el hambre de poder
de los seres humanos. El gobierno de turno no expropia al hacendado, es el
gobierno quien les dio herramientas a los campesinos para expropiar las tierras;
fue así como empezaron a organizarse, se crean las cooperativas, asambleas, hay
elecciones, los intereses políticos tras las sombras manejando a los campesinos
como títeres sin capacitarlos crean una base oportunista, mal intencionada y
corrupta que aporta al resultado de nuestros días. En lo que pude investigar,
rescato el cambio social que pretendía Velasco, ya que ciertamente el abuso y
la explotación de los campesinos no tenía por qué tolerarse más. Pero no fue de
buena forma, a mi humilde opinión no favoreció al campesino, vemos todos los
días gente sin preparación, que sorprendentemente adquieren el poder para
dirigir y estar al frente de un país, sin ética, sin moral, sin instrucción,
sin educación y así surge una nueva corrupción acompañado de un atropello
constante de los derechos civiles en todos lados”. Alfredo considera que fue por
eso por lo que se hizo Casa de perros, para constatar el comportamiento del
limeño y del peruano en general, incrustado en el machismo y en la sed de poder.
“Todos llevamos un gamonal metido entre las tripas”, nos hace recordar Alfredo
al citar al personaje de don Julián en Casa de perros.
Alfredo se muestra muy agradecido por la nominación y el
premio de Oficio Crítico por su actuación. “Pienso generar mis propios
proyectos, pero si alguien me llama, ¡acá estoy!”, manifiesta, así como también
nos confiesa que varias personas lo han llamado para trabajar, pero todavía
nada se ha concretado. “Tengo un grupo de teatro en Lima, con participantes de
30 años para arriba, a los que estoy guiando y enseñando, ya que quieren formar
su propio grupo y presentarse a un concurso en agosto”. Asimismo, Alfredo enseña
en un colegio en Chincha, y como nos dice, más que hacerlos actuar, les enseña
a que observen mejor la vida, a que potencien su habilidad corporal, sensorial,
que sean honestos en cada ejercicio pues el actor trabaja con la verdad, a
estar más relajados, despiertos y prepararlos para la siguiente etapa. “En
Chincha la gente pide teatro, pero hay que profesionalizarlo, hay que
descentralizar el teatro, por eso tengo en miras un proyecto por allá, que explique
y ejecute cómo funciona un espectáculo teatral y la técnica del actor. Planeo
con mi experiencia como docente, dictar un taller con técnica profesionalizada,
que no sea meramente recreativo ni súper relajado. Confío en que el aprendizaje
de la técnica del actor ayudará en todo sentido al ser humano, pues el estudiar
teatro te hace mejor persona”, concluye.
Sergio Velarde
2 de febrero de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario