Arte de corporalidades
La Pontificia Universidad Católica del Perú, a través de la
Especialidad de Artes Escénicas de la Facultad de Ciencias y Artes de la
Comunicación, la Especialidad de Creación y Producción Escénica de la Facultad
de Artes Escénicas y el Centro Cultural PUCP, dieron lugar a la décimo séptima y última edición del Festival Saliendo
de la Caja. Este es un evento donde los alumnos de dichas especialidades tienen
la oportunidad de mostrar sus proyectos finales al público en general. Una de
esas muestras fue el montaje Ermitaño de
Martín Pérez del Solar, con Anaité
Caycho y Andrea Zárate como jefas de proyecto.
La puesta en escena contó con la participación de actores
con distintas corporalidades, con el fin de encontrar distintos códigos de
comunicación y enriquecer el montaje. El haber adaptado “El cangrejo ermitaño”
a un lenguaje más inclusivo definitivamente ha sido lo más destacable del
proyecto. La exploración que cada actor ha hecho con su propio cuerpo, saliendo
totalmente de la zona de confort de cada uno, dio realmente buenos resultados
para la creación. El uso de distintas corporalidades fue un recurso efectivo
para introducirnos en el mundo fantástico de estos personajes, donde pudimos
ver a un cangrejo representado de una manera que no se suele ver, o a un anciano
sabio con una forma de hablar pausada y grave.
La dirección en este montaje ha sido un elemento clave para su consolidación. La partitura de movimientos y desplazamientos de
cada personaje fue limpia, respondiendo a las convenciones teatrales que ya se
conocen. No hubo ningún tipo de “trato especial” a los actores por sus
diferentes corporalidades. Era reconfortante ver una puesta en escena en la que
los actores no han tenido que cumplir con un determinado físico, sino que se ha
hecho toda una investigación personal y grupal para poder sacar el jugo al
material actoral. La obra en ningún momento tuvo problemas de ritmo; al contrario,
las diferentes corporalidades ayudaron a comunicar al público cierto tipo de
convenciones respecto a los actores, de modo que la imagen del personaje que
encarnaban quedaba clara. Lo mejor del
trabajo actoral de este montaje definitivamente fue el lenguaje corporal. La
obra se sostuvo gracias al nivel de expresión corporal que todos los actores
alcanzaron de manera uniforme. El elenco logró representar el mundo fantástico
no solo en conjunto, sino a través de la calidad de cada uno de sus movimientos.
Por otro lado, la iluminación y la música fueron elementos que lograron
redondear la puesta.
Ermitaño no solo nos ha traído personajes fantásticos a
escena, sino que nos da la posibilidad de ver otras formas de ver teatro: nos
dice que no solamente actores con una corporalidad “estándar” pueden lograr
comunicar, sino que las posibilidades son infinitas. En el mismo mundo actoral
existe esa idea preconcebida de que el actor debe tener una corporalidad
“flexible y esbelta” cuando en realidad el cuerpo, en cualquier condición, es
un conjunto único de posibilidades. Ermitaño es un ejemplo de aquello.
Stefany Olivos
9 de febrero de 2018
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