domingo, 5 de septiembre de 2021

Crítica: MIRANDO A MIRANDA


Terapia en cuarentena

Las consecuencias que viene generando el encierro por la crisis sanitaria son enormes, pero no debemos olvidar una de las peores: la psicológica. Nada podrá reemplazar nunca el contacto físico con una videollamada, así esta sea en pantallas de la más alta definición. Los alcances del daño provocado por el encierro deben ser medidos y evaluados. Justamente, ese es el tema que aborda de manera ingeniosa la última coproducción del Club de Teatro de Lima y el colectivo Panparamayo, en la que el público es partícipe de la relación que se genera entre una paciente y su terapeuta, titulada Mirando a Miranda.

La propuesta escénica es una creación colectiva interdisciplinaria, en la que nos involucramos en la trama desde varios días antes de la función, a través de un grupo ficticio de WhatsApp, en la que ambas mujeres comparten mensajes, imágenes, audios y videos diariamente. Esta herramienta virtual, utilizada recientemente en Buzón de voz del colectivo EspacioLibre o en Eso que nos altera de El Quipu Enredado, por ejemplo, es efectiva en preparar a los espectadores para la emisión en vivo de la puesta virtual. Y esta no decepciona, pues se logra percibir el vínculo afectivo entre ambas mujeres, que terminan incluso intercambiando los roles de soporte emocional, hasta una secuencia puntual en vivo que rompe la convención con el espectador, pero que resulta muy pertinente para entender sus mundos interiores.     

Sheillah Gutiérrez, responsable del proyecto como dramaturga y actriz, consigue una entrañable propuesta escénica, muy bien secundada por la actriz Patricia Gutiérrez; ambas interpretan con mucha sobriedad y convicción a sus personajes. La directora Leticia Robles Moreno consigue un espectáculo completo y fluido, lleno de detalles y múltiples lecturas, apoyada en un impecable diseño de arte, así como en la musicalización y en las secuencias previamente grabadas. Mirando a Miranda es una sólida puesta en línea que explora no solo las posibilidades de las aplicaciones virtuales para contar historias, también los peligros emocionales que viene generando la reclusión obligatoria.

Sergio Velarde

5 de setiembre de 2021  

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