domingo, 26 de mayo de 2019

Crítica: MERCUCCIO, VENGANZA, MUERTE Y REDENCIÓN

Rímac 1992: Catarsis Total

De temática realista y cruda, la nueva agrupación teatral Proyecto 88 ½, en coproducción con Actoarte y bajo la dirección de Jorge Bazalar, nos trajo este montaje dramático, la primera parte de una triología: “Mercuccio, Venganza, Muerte y Redención”. La única actuación estuvo a cargo de Henry Sotomayor, quien también forma parte del colectivo La Mayu, especializada en teatro para la familia. El lugar escogido para la presentación fue la prometedora Casa Winaray en el Centro de Lima. El montaje estuvo acompañado con música de guitarra en vivo, a cargo de Miguel  Eduardo Cotos.

La ambientación del escenario que se realizó, fue un viaje directo al contexto sobre el que gira el espectáculo: una apocalíptica Lima de 1992, en donde la violencia y el miedo son una constante, y la precariedad de la vida se demuestra en el color. La historia trató de reinventar la historia de “Romeo y Julieta” sobre los Montescos y los Capuletos, pero los revivió no como familias, sino como pandillas juveniles. Antes de iniciar la obra, a los asistentes se les indicó que deben elegir pertenecer a una de las dos pandillas, se les pegó una papel sobe el pecho para ver el montaje desde la izquierda (Montescos) o la derecha (Capuletos) y en el centro, separados por unas líneas amarillas en el piso, ocurrieron todas las acciones. Hablando sobre los aspectos estéticos, se pudo notar que sobre el piso se veía la silueta de un cuerpo como después de un homicidio y la ambientación fue de estilo realista y chicha, resaltada en el color de los afiches y las luces. Claramente, lo que el montaje trató de resaltar fue la temática de la migración a Lima.

La acción dramática giró en torno a cómo el joven Mercuccio trata de escapar de la violencia, en medio de un contexto hostil; en uno en el que se ve obligado a recurrir a la venganza por la muerte de un niño, pero luego resuelve que la violencia lo lleva a su destrucción y trata de encontrar una escapatoria a su alma. Sotomayor desarrolló tres personajes: el mismo Mercuccio, un joven del Rímac, ingenuo y de buen corazón; Bembolio, un chico con problemas en la vocalización de la palabras, pero que es muy amigo de Tito; este último, el villano, un ser cuya moral retorcida lo lleva a la justificación de la violencia como camino a todo y para ello hace uso de armas de fuego. En ese sentido, son tres personajes con personalidades radicalmente distintas, con un vestuario sencillo que los diferencia: Mercuccio, con polo oscuro de temática punk; Bembolio, polo sencillo y gorro verde; y Tito, camisa de colores muy chillones. A resaltar la dicción que desarrolló el actor para que cada personaje tenga una manera particular de hablar. Luego de la presentación, Sotomayor indicó que hizo un trabajo de investigación teatral para poder alcanzar este objetivo, pero que aún le faltó más, pues el personaje de Tito inicialmente estuvo pensado como un migrante de la selva, pero la complejidad de imitar la forma de hablar de este sin caer en la exageración, hizo que lo dejara como se presentó finalmente.

La temática de la migración y la violencia fue la constante en todas las escenas del montaje. En ciertos momentos, Sotomayor pidió a los asistentes ser parte del montaje, principalmente a través del baile, pero por momentos llegó a ser un poco confuso, ya que los personajes se dirigieron a personas específicas del publico y esto generó sorpresa en ellos, pues uno no sabía hasta qué punto participar o responder al personaje. Una experiencia muy parecida a lo sucedido en el montaje “Kapital 2” en el Club de Teatro de Lima. Por otro lado, se debe rescatar que Sotomayor ejerció un buen dominio escénico, de tal manera que el público quedó totalmente inmerso en lo que sucedió y llegó a empatizar con la tragedia de Merccucio, pero el ritmo con el que sucedió todo fue algo acelerado, pues al haber solo un actor y momentos en los que los tres personajes están en una misma escena, podría uno perderse. Personalmente, no capté el momento en el se revela el destino de Tito. Otro aspecto muy resaltante fue la música en vivo, que acompañó los diferentes cambios de humor de los personajes, sus risas y sus dolores. Esa guitarra fue muy precisa y emocionante. Hay que destacar las producciones que apuestan por la música en vivo y no grabaciones. El final fue estremecedor, utilizando la silueta en el piso en forma de cuerpo.

“Mercuccio, Venganza, Muerte y Redención” fue un montaje muy recomendable.

Enrique Pacheco
26 de mayo de 2019

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