sábado, 21 de diciembre de 2024

Crítica: EL GOL DE ALEX


Que no se vacíen las tribunas

¿Qué sitio tiene el amor dentro del fútbol? El gol de Alex, desde la dirección de Silvia La Torre, nos propone que en realidad bastante, si es que nos atrevemos a pensar en un mundo distinto. La dramaturgia de Antonio Hernández Centeno ya corre por sí misma un riesgo siendo una obra queer sobre fútbol, pero el conservadurismo que encierra al fútbol en Latinoamérica puede ser igual de peligroso. Por fortuna, la inteligente dirección de La Torre y las actuaciones de Jesús Oro y Diego Salinas logran encontrar a su público.

La propuesta sabe diferenciar bien cada momento: la pareja principal inicia su conversación de Grindr con un ritmo más apresurado, ácido, en lugares y con narraciones paralelas. Solo cuando ingresan al mismo espacio empezamos a sentir conexión genuina entre ambos. Es justo decir que esta tarda un poco en aparecer, en desarrollarse. Dudas, tal como el personaje de Salinas, de si este encuentro entre ambos personajes es una buena idea.

El desarrollo de la obra nos confirma que esta sensación es natural: ambos personajes están ocultando sus miedos y sentires reales. Una vez podemos dar paso a estos y ambos personajes se muestran de cuerpo completo, es que comprendemos la importancia de su vínculo en lugares donde, sean las apps de citas o el fútbol, este aspecto de la comunicación tiende a disiparse. Aquí Salinas destaca en la naturalidad de sus diálogos, mientras que Oro nos propone un buen misterio alrededor de las inseguridades que su personaje oculta a través de lo banal.

Ambos actores pasan la mayor parte del tiempo juntos, debatiendo sobre sus vidas y la manera en la que han vivido su orientación, ambos desde sus propias vidas y corporalidades. Aun así, es notorio que desde la dirección se ha diferenciado bien a quién le pertenece cada segmento, y el otro personaje da un ligero paso al costado para escuchar sobre la vida del otro.

El fútbol no está tan presente en la propuesta escénica como sí la intimidad entre los dos protagonistas, lo que nos aliena un poco de las metáforas del texto, pero sirve para hacernos sentir el peso del tiempo, de los miedos y de la vulnerabilidad entre los dos actores, que luchan por quererse sin los tapujos aprendidos de sus sociedades.

El gol de Alex cierra de manera similar a la que abre, con un segmento más rápido y disparado que nos dicta el reencuentro entre los dos amantes, pero con sus lugares físicos cambiados. Y aun así, se siente mil veces más sincero. Necesario para que el reencuentro final nos deje con una bonita sensación de conclusión y de esperanza por lo vivido. ¿Y si un futbolista famoso pudiera ser gay y no tuviese ningún problema? La esperanza es lo último que se pierde. De momento, un buen golazo, fue ver varias parejas saliendo satisfechos de la obra.

José Miguel Herrera

21 de diciembre de 2024

jueves, 19 de diciembre de 2024

Colaboración regional: EL DIOS DE LA RAZÓN


Tea
tro y Multimedia

Un viaje entre el mito, la modernidad y la sensibilidad humana

El Dios de la Razón, creación del grupo Simbiontes, despliega un lenguaje escénico que habita en los márgenes de lo teatral y lo audiovisual, proponiendo un viaje inmersivo donde convergen el mito, la modernidad y la búsqueda de verdad en un mundo sometido a las estructuras del pensamiento colectivo. Inspirada en el mito de Casandra, la obra no solo cuestiona los límites de la condición humana, sino que también profundiza en la sensibilidad artística como un refugio frente a la razón impuesta.

Ganadora de los Estímulos Económicos para la Cultura 2021 otorgados por el Ministerio de Cultura del Perú, esta puesta en escena apuesta por una doble narrativa: la acción teatral, directa y tangible, se contrapone liminalmente con una proyección audiovisual que presenta a los personajes desde lo cotidiano, ampliando la percepción del espectador sobre las distintas capas de la representación.

El pasado sábado 14 de diciembre de 2024, El Dios de la Razón se presentó en Casa Darte, en la ciudad de Cusco, cerrando una maravillosa gira nacional que ha llevado la obra a diversas ciudades como Arequipa, Lima, Tacna y Puno. Esta destacada puesta en escena no solo ha resonado con el público peruano, sino que también ha sido seleccionada para participar en el prestigioso 22° Festival Iberoamericano de Teatro "Cumbre de las Américas: Mujeres que Cuentan", que se celebrará en Mar del Plata en 2025, consolidando así su impacto tanto a nivel nacional como internacional.

La propuesta, bajo la dirección de Augusto Navarro, se enriquece con las interpretaciones de Ninachaska Zelada, quien asume una doble representación al habitar dos momentos claves: su presencia en el espacio escénico y su proyección en el audiovisual, otorgando una sutil profundidad a su personaje. Acompañada en escena por Edgar Santiago y en pantalla por Oswaldo Povea y Edgar Carmelino, la obra crea un juego de espejos: el teatro dentro del teatro, donde los límites entre la realidad y la ficción se desvanecen.

Una trama de sensibilidad y lucha interna

El hilo conductor de El Dios de la Razón es la historia de Clarita, una joven actriz que, mientras ensaya una obra inspirada en el mito de Casandra de Esquilo, enfrenta una profunda crisis personal. Su lucha por controlar sus ataques de ansiedad y sus emociones desbordadas se entrelaza con la historia de Juan, un restaurador y artista con síndrome de Asperger, cuya mente ruidosa y caótica crea una barrera invisible entre él y el mundo exterior. La narrativa se sostiene en el encuentro entre estos dos personajes, donde el teatro y el arte se transforman en refugios esenciales y espacios de entendimiento mutuo.

La obra va más allá de una simple conexión entre dos almas frágiles; nos enfrenta a una reflexión más profunda sobre las distintas sensibilidades humanas, las luchas internas y cómo el arte puede ser un puente entre mundos aparentemente irreconciliables. El teatro se convierte para Clarita en el escenario donde puede canalizar sus conflictos y emociones, mientras que para Juan, la restauración es un acto de equilibrio y calma en su universo ruidoso. Ambos hallan en sus disciplinas artísticas no solo un refugio, sino también la posibilidad de enfrentar sus miedos y transformar su realidad.

Esta propuesta escénica nos recuerda que, en medio del caos y la rigidez del mundo, el arte emerge como un lugar de resistencia, donde la verdad individual y la sensibilidad encuentran un lenguaje común para sanar, cuestionar y construir nuevas formas de coexistir.


La condición femenina y la carga del mito

A través de la metáfora del mito de Casandra, El Dios de la Razón aborda también la condición femenina en un mundo dominado por estructuras masculinas. Casandra, quien posee el don de la profecía, pero está condenada a no ser creída, refleja la lucha de las voces individuales por ser escuchadas en un contexto que las desestima o descalifica. Este paralelismo no solo potencia la narrativa personal de Clarita, sino que también subraya las tensiones entre la razón y la sensibilidad, entre la norma y la excepción.

El montaje, al yuxtaponer lo audiovisual con lo escénico, materializa esta carga del mito en dos dimensiones: la primera, en la pantalla, donde Ninachaska Zelada proyecta una Clarita resignificada y atrapada en un bucle de desesperación, similar a la profetisa griega; y la segunda, en el espacio teatral, donde la misma actriz encarna con fuerza la transición entre la vulnerabilidad y la rebeldía. Aquí, el mito se desdobla, mostrando cómo las mujeres contemporáneas, al igual que Casandra, se debaten entre el peso de sus verdades y la indiferencia de un entorno sordo. Esta interpretación multiforme potencia la lectura crítica de la obra, convirtiendo cada gesto y silencio en un grito contenido de lucha y afirmación.

En El Dios de la Razón, la escena no solo es el territorio donde el mito se actualiza, sino también donde la condición femenina se reivindica con una potencia arrolladora, recordándonos que la voz de Casandra, aunque ignorada, sigue resonando.

Una experiencia para reflexionar

El Dios de la Razón nos invita a adentrarnos en el mundo del autismo adulto, pero también a cuestionar nuestra propia percepción de la razón y la verdad. No se trata de pensar, sino de sentir; no se trata de razonar, sino de experimentar.

Al final, esta obra trasciende su narrativa para convertirse en un espejo de nuestras propias contradicciones. Nos invita a ver más allá de la apariencia, a reconocer la sensibilidad distinta en los otros y a reflexionar sobre cómo nos gobernamos —como sociedad y como individuos— bajo el yugo de un dios que no siempre nos ofrece respuestas, pero que nos impulsa a buscar.

En un mundo lleno de ruido, El Dios de la Razón es un llamado al silencio reflexivo, al arte como resistencia, y a la empatía como acto revolucionario.

Miguel Gutti Brugman

Cusco, 17 de diciembre de 2024

jueves, 12 de diciembre de 2024

Crítica: KORTAS (NOVIEMBRE-DICIEMBRE)


Cuatro rupturas con progresión temática

Dentro de esta temporada de cierre de año para Kortas del Teatro Barranco, en las funciones de los martes sucedió una curiosa progresión temática dentro de las cuatro obras alrededor del romance y sus posibilidades en el metateatro, con distintos pero interesantes resultados. 

Con Soy lo Prohibido, la propuesta nos coloca alrededor de una infidelidad que se convierte en una potencial relación no monógama. Lo interesante del asunto proviene de que uno de los participantes es un miembro del público. Aquí, Manuel Baca Solsol genera un ambiente intrigante y seductor, dando precisamente la sensación de algo prohibido. La exploración sobre las relaciones es interesante, así como la disposición que invita al público a ser parte de la experiencia. Quizás una mayor exploración de la premisa con el espectador le daría mayor vida a la situación que presenciamos.

Pasando a Unos Vodkas, el formato se vuelve más tradicional, todavía explorando el ámbito de las dinámicas de parejas pero trasladando lo metateatral a los roles que los personajes asumen. La mayor parte de la obra se puede sentir solo como una experiencia voyeurista entre dos personas coqueteando descaradamente, pero la tensión y química entre los dos actores y un tierno final atan la propuesta de manera satisfactoria.

En Un chiste de M volvemos a lo romántico y lo metateatral, pero a través de la comedia. La rutina de stand-up comedy muy bien interpretada por Vero Rova se siente como su propia obra aparte, pero la construcción hacia esta es divertida y el final reúne ambas mitades de la obra con cierta conexión. Nuevamente la química de los actores, esta vez más explosiva, sostiene la propuesta, y da más color a la situación presentada. La relación preexistente entre los dos comediantes no se siente bien establecida al principio, pero funciona como un buen remate final.

Finalmente, en el estreno de Tu fuego entramos de lleno al metateatro, con el ensayo final-final (ya conocido por quienes hacemos teatro) de un obra pocos minutos antes de su estreno. La carne de la obra, más que en el mismo monólogo sobre el que trata, está en la discusiones sobre el medio teatral entre los personajes de Ale Reyes y Gabriela Velásquez, con la primera dando explosión y la segunda la sequedad necesaria para el balance. Quizás el monólogo pudo haberse variado más para justificar el final de la obra, pero la dinámica de las dos actrices resulta un divertido momento más allá de dicho monólogo.

Estas cuatro obras, en general, presentan propuestas divertidas y que enganchan con el público, y que tienen potencial para desarrollarse de manera más cohesiva.

José Miguel Herrera

12 de diciembre de 2024

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Crítica: EL DÍA DE LA LUNA


Ficciones que no son ficciones: las heridas emociones en el teatro

En Centro Cultural de Jesús María dio lugar a la obra El día de la luna, obra escrita por el reconocido dramaturgo Eduardo Adrianzén. Bajo la dirección de Fernando Romero, esta obra es una experiencia teatral conmovedora que logra conectar profundamente con el público gracias a su impecable técnica actoral y la profundidad emocional de su narrativa. La historia, ambientada en el contexto de la violencia terrorista y las crisis de los años ochenta y noventa en el Perú, aborda el reencuentro casual de un padre y su hijo tras una larga ausencia, en un escenario marcado por el dolor y la memoria. Este núcleo dramático encuentra en los actores la sensibilidad necesaria para transmitir toda la complejidad propia de los personajes.

Los actores Reynaldo Arenas y Beto Sánchez, como padre e hijo, logran una conexión en escena que resulta tan natural como impactante. Arenas logró construir a un padre con una mezcla de dureza y vulnerabilidad con una técnica y maestría tal que evidencia las cicatrices de una vida marcada por el conflicto. Por su parte, Sánchez logra construir su personaje con una contradicción profunda capturando los resentimientos contenidos y escondidos detrás de su aparente éxito profesional frente a la necesidad de respuestas de un hijo abandonado por su padre. Evelyn Azabache, en un papel secundario pero crucial, aporta un dinamismo que enriquece la narrativa, dando vida a los matices en medio de las interacciones entre padre e hijo durante la representación. Los tres artistas escénicos tuvieron la técnica actoral a la altura de las necesidades del montaje, manteniendo la concentración y la escucha activas en todo momento.

La dirección de Romero merece un reconocimiento especial. El director tuvo habilidad para manejar un texto de esta profundidad, además de demostrar su capacidad para extraer de los actores un trabajo tan orgánico y sincero. Las pausas, los silencios y las miradas en escena se sienten cuidadosamente tejidos, sin perder nunca la autenticidad.

El día de la luna es un recordatorio de la capacidad del teatro para explorar las heridas emocionales que nos pueden afectar en la vida adulta. El texto de Adrianzén, cargado de humanidad y memoria, encuentra en este montaje una interpretación que le hace justicia, con actuaciones que conmueven y una dirección que potencia su impacto. Esta obra es, sin duda, una experiencia teatral que combina una impecable técnica actoral con un relato profundamente conmovedor. Un producto artístico comprometido que, al final, deja al espectador con una reflexión duradera sobre las heridas familiares y sociales que cargamos, y cómo el arte puede ser un espacio para empezar a sanarlas.

Stefany Olivos

11 de diciembre de 2024

Crítica: SOS PATAS AL RESCATE


El llamado de los patas en acción

Grupo Cultural La Casa de Tespis presentó SOS Patas al Rescate, una propuesta teatral dirigida por Katya De los Heros, en un escenario vibrante y cargado de energía. Este fue un espectáculo que combinó canto, danza y actuación para abordar temas de vital importancia como el cuidado del medio ambiente y la cultura del reciclaje. Con un elenco compuesto por Alana La Madrid, Andrea Fernández, Sofía Rebata, Henry Sotomayor y Gonzalo Talavera, la obra se convierte en una experiencia educativa y emotiva para públicos de todas las edades.

La narrativa de SOS Patas al Rescate sigue las aventuras de Garci, Tija y Zari, quienes, tras la llegada de Paco el Playero Blanco, se embarcan en un viaje para enfrentar a un monstruo marino creado por los desechos humanos. A lo largo de su travesía, se suman a su misión un Perro Peruano y la Tortuga Surf, personajes entrañables que aportan humor y carisma a la historia. Esta fábula ecológica no solo plantea una reflexión sobre el impacto del cambio climático, sino que también motiva a la acción concreta en la misma representación, a través de una campaña de reciclaje: todo el público es invitado a recoger los “desechos” pegados en las paredes de la sala teatral.

La dirección de De los Heros logra un equilibrio entre el mensaje ambientalista y el entretenimiento, sin perder de vista la importancia de conectar emocionalmente con el público. Fue clave el hecho de que los personajes interactuaran todo el tiempo con los espectadores, pues terminó siendo una buena estrategia para mantener su atención (especialmente la de los más pequeños). Las actuaciones fueron técnicamente logradas, destacándose la química entre los actores y su capacidad para interactuar con la audiencia. La concentración perenne de los actores a lo largo de la representación dio como resultado una obra con un ritmo propio y adecuado, sin lugar a tropiezos técnicos y caídas de energía. El uso de elementos visuales y sonoros es otro de los puntos fuertes de la obra. La música, compuesta para reforzar los mensajes clave de la representación, invita a cantar y reflexionar, mientras que la coreografía añadió dinamismo al montaje.

Uno de los aspectos más notables de SOS Patas al Rescate es su enfoque en el impacto social del reciclaje. Más allá de los beneficios ambientales, la obra resalta cómo esta práctica puede unir a la comunidad y fomentar una relación más protectora con la naturaleza. La campaña de reciclaje que acompaña la función es un acierto, cerrando el círculo de reflexión sobre el medio ambiente al dar al público una oportunidad tangible de involucrarse.

En resumen, SOS Patas al Rescate es un espectáculo que educa y divierte, logrando transmitir un mensaje esperanzador sobre el poder del cambio colectivo. Su apuesta por sensibilizar a través del arte es una muestra de cómo el teatro puede ser una herramienta poderosa para inspirar a las futuras generaciones a cuidar de nuestro planeta con acciones de fácil alcance para todos.

Stefany Olivos

11 de diciembre de 2024

martes, 10 de diciembre de 2024

Crítica: CAMBIAR EL TRAZO


De la playlist al escenario

Existen varias maneras de clasificar las obras de teatro musical, por ejemplo, de acuerdo al empleo de sus canciones para hacer avanzar las respectivas tramas: están las puestas originales que nacen con las canciones ya en la mente del autor, pero también se encuentran aquellas historias no musicales, incluidas series o películas, a las que se les componen canciones específicamente para su representación en los escenarios; y además, los espectáculos que condicionan sus tramas a las playlists ya existentes. Este último formato no debería ser problemático en sí, siempre y cuando se realice con creatividad y coherencia. ¡Ay! ¿Qué será de mí?, con canciones de los Hombres G o Estamos todos locos, inspirado en el dúo Pimpinela, son claros ejemplos de ello. En el caso que nos compete, es el mismo cantautor Luis Golding el dramaturgo y protagonista de esta historia musical llamada Cambiar el trazo, compuesta por sus propias canciones grabadas previamente y que consigue, salvo ligeros detalles, una puesta en escena amena, entretenida y sobre todo, muy humana.

La mayor fortaleza de la propuesta de Golding, en sus dos únicas funciones en el auditorio del CAFAE, es la de contar con banda de músicos en vivo, hecho que todavía sigue pareciendo (y no debería) una novedad cuando se habla de teatro musical. Además, por tratarse de temas propios, el cantautor conoce lo que dice y canta, muy bien secundado por el siempre eficiente Sebastián Ramos, la carismática Paola Boggio y la joven promesa Gabriel Chávez. Acaso los reparos pueden notarse en la dramaturgia de la obra: Golding se interpreta a sí mismo, como un emergente artista en país ajeno y envuelto en una relación tóxica que lo mantiene en un estado depresivo. Sus canciones, bellamente ejecutadas, que hablan de dependencia afectiva y amores no correspondidos, acaso dilatan en demasía su estado anímico en personaje, sin cambios notorios durante buena parte de la obra; sin embargo, la probada calidad interpretativa de Golding se encuentra por encima de estos detalles, manteniendo siempre la expectativa en el espectador. 

Eso sí, al intentar incluir todas sus canciones, aparece una acerca de la homofobia, que si bien resulta absolutamente pertinente, descoloca al espectador de la trama principal, luciendo incluso algo forzada. No obstante, estos son reparos menores frente al gran logro de Golding, en términos generales, al armar todo un espectáculo con su propio repertorio, sean ciertas o no (del todo) las propias experiencias que cuenta. Conmovedor además, incluir a su yo del pasado (Chávez) a manera de autoanálisis acerca de sus logros y sueños aún por cumplir. Cambiar el trazo consolida a Golding como un valioso y sensible intérprete de teatro musical, al que contribuye con su talento para así mantener la excelente calidad de este formato teatral en nuestra comunidad. Y por supuesto, nos invita a volver a escuchar su playlist en Spotify.

Sergio Velarde

10 de diciembre de 2024

Crítica: UNA ENTREVISTA CON LA C.S.M.


Sátira inmersiva sobre la corrupción


Descartando a todos aquellos que prefieren (de manera irresponsable, sin duda) mantenerse indiferentes frente a los continuos atropellos y delitos cometidos por nuestros gobernantes de turno en contra de la población, pues solo existen, para nuestra comunidad teatral, dos maneras de reaccionar frente a tales injusticias: o reír o llorar. Y esta primera opción tiene mucho valor: ¿acaso la comedia no nace, en primer lugar, con el propósito de burlarse de las malas acciones de la clase política? Esa sería la consigna del novel colectivo La Real Compañía Estólida y de su primera apuesta teatral, una singular y divertida comedia llamada Una entrevista con la C.S.M., escrita por José Miguel Herrera y dirigida por Dánitza Montero Baumann.


Desde el inicio, entramos en la convención que la puesta propone, con la entrega de un boletín informativo con algunas noticias de actualidad, como el último escándalo de “Los gatos negros de Chacarilla”, que parece involucrar a la señora presidenta del país, llamada La Celestial Reina Suprema de la Nación (Gabriela Gutiérrez); o como la agresión hacia un periodista por parte de un agente de seguridad presidencial, que responde al nombre de Bobi (Ricardo Bromley); o como el éxito de rating que viene teniendo el programa “Vega a Saber”, conducido por Max Vega (Herrera). El espacio que ofrece Selina - The Basement en Miraflores permite experimentar con los formatos inmersivos; este se encuentra acondicionado como el set de televisión del mencionado programa de entrevistas en vivo y el público estará participando activamente, especialmente cuando llegue la invitada sorpresa: la mismísima presidenta.


La decisión más acertada, por parte de la dramaturgia y la dirección, es la de evitar la redundancia en las situaciones y no extenderse innecesariamente, como efectivamente lo menciona uno de los personajes. Todo el espectáculo entra de lleno en el terreno de la sátira de trazo grueso y en ese sentido, los actores lucen absolutamente comprometidos, sin temor a la sobreactuación, que incluso en esta propuesta resulta muy coherente y hasta necesaria. Una entrevista con la C.S.M. es un prometedor debut del colectivo La Real Compañía Estólida, que elige el humor para denunciar, a su manera, las reiteradas arbitrariedades de un gobierno insensible e incompetente, y que se queda corta en retratarlo en toda su dimensión. Pero esa será la excusa (ojalá) para sus futuros proyectos.


Sergio Velarde


10 de diciembre de 2024

jueves, 5 de diciembre de 2024

Crítica: VEN A MI CASA ESTA NAVIDAD


Navidad sabor a recalentado

El título de esta crítica no es un ataque a la obra de Ricardo Caffo, Ven a mi casa esta Navidad, dirigida por Jorge Bardales. Es más bien un reconocimiento para la buena utilización del espacio de la Casa Tomada para crear una obra navideña con tensión, dulzura, y una menguante sensación de incomodidad entre hermanos hasta su inevitable caída de cartas.

El trasladar la obra de Piso 1 a Casa Tomada es un primer gran acierto. Este último espacio parece tener como especialidad el albergar propuestas inmersivas, que te colocan como espectador dentro de la misma sala de una casa, valga la redundancia. La dirección aprovecha este espacio para hacer la experiencia lo más inmersiva. Sus puntos fuertes son, pues, lo bien trabajado del espacio para hacer sentir, en lo pequeño, un lugar real. Detalles como el colocar la puerta de entrada fuera de nuestra vista, lo que nos hace oír un saludo pero no verlo, ayudan a sentir que hemos sido invitados a presenciar una situación real.

Los dos hermanos protagonistas, interpretados por Thalía Estabridis y el mismo Caffo, ayudan con su actuación a acrecentar este sentido de incómoda realidad. Se interrumpen de vez en cuando, guardan silencio, se nota su intención por reducir la incomodidad a pesar del notorio rencor entre ambos. No se sienten como hermanos ficticios, pero tampoco cercanos. El apoyarse dentro de este código de naturalismo es el fuerte de la obra, tanto por la situación fácilmente identificable como por la cercanía física del público. Apoyarse en este naturalismo podría hacer que los silencios incómodos y las peleas alturadas entre los hermanos se sientan aún más fuertes: silencios más duros, hablar por encima del otro, discusiones más difíciles de ver y por eso mismo momentos dulces y de conexión más placenteros (por más que sepamos que no pueden durar).

El final de la obra nos deja con un aguijón que, quizás por la brevedad de la obra, no termina de cerrar. Sabemos que no hay forma que la discusión siga sin que alguien se vaya, sería inverosímil, pero me queda la duda de cuánto más pudimos haber conectado la discusión final con las anteriores para que explote de manera aun más satisfactoria. Como está ahora, de cualquier modo, la obra logra satisfactoriamente sus objetivos: es una puesta corta que te mantiene al filo toda su duración por su acting, es fiel a su carácter inmersivo en la dirección y los diálogos, y me hace temer personalmente por la cena navideña que se viene en unas semanas. Felices fiestas.

José Miguel Herrera

5 de diciembre de 2024

Crítica: REMATE/FORTUNA


La clandestina vida del teatrista

Resulta por demás curioso que la clandestinidad pueda ser considerada como una característica de uno de los oficios más públicos que existen: el de ser teatrista. La exposición del trabajo escénico frente a los espectadores, quienes se convierten en los últimos receptores de los resultados, hacen de este oficio uno en constante escrutinio público. Sin embargo, Karlos López Rentería, artífice de aquella maravilla indescifrable que fue Horizonte de evento (2019), viene explorando muchos de los (insólitos) aspectos que permanecen “detrás del telón”, como las múltiples vicisitudes que actores, directores, dramaturgos y demás involucrados en las artes escénicas deben atravesar, en una saga teatral que él mismo titula La vida clandestina. La primera pieza, Superstición, no pudo ser reseñada por quien escribe (cualquier intento de redacción no le haría justicia a la mencionada experiencia teatral); no obstante, sus dos recientes estrenos en sesión continuada, Remate/Fortuna, sí que permiten un tímido pero honesto acercamiento.

Si se trata de tomar riesgos, pues López Rentería y compañía no se andan con rodeos y los asumen con valentía. Por ejemplo, este servidor conoce a muchas, muchísimas personas que no estarían dispuestas a pagar por ver una obra de teatro y que se les omita la dirección del lugar en la publicidad, con el propósito de vivenciar la clandestinidad. A pesar de no acceder deliberadamente a este significativo sector de público, el proyecto producido por Falso y Medio y Espacio Libre Teatro sí que exige al espectador una experiencia completamente inmersiva (incluso, con contraseña para el ingreso al lugar) y el hacer función en un íntimo espacio de Miraflores, del que se nos pide no revelar su ubicación. Y lo mejor de todo es que las furtivas diligencias realizadas previamente sí que valen mucho la pena, pues las dos obras de formato corto presentadas manejan códigos que no se agotan en la risa fácil y que se prestan a múltiples e interesantes interpretaciones.

Luego de la presentación de rigor con Micaela Mercado, encargada de la sonorización de los microespectáculos, se nos ofrecen dos piezas que amalgaman crítica social, drama, sarcasmo y un corrosivo humor que no deja a nadie indiferente: en Remate, una dramaturga convertida en sicaria desea conocer el destino de una de sus obras y para ello cuenta con una disparatada pareja que se pregunta la razón por la que el terrorismo no podría engrendrar una comedia; y en Fortuna, la grabación de un programa concurso de lavado de platos, destinado al público extranjero, pondrá a prueba los sueños de la pareja participante. 

Más allá de lo disparatadas que puedan parecer las historias, estas se encuentran tan impregnadas de una dolorosa cuota de realidad que entretienen y conmueven en partes iguales. Destacar al trío de actores en doble papel, integrado por el mismo López Rentería e Ilda Polo, en cuidadas y sobrias actuaciones, dejando el calculado histrionismo para una intensa Eliana Fry García-Pacheco en dos personajes de antología. Remate/Fortuna es un díptico hilarante y valioso y que, por supuesto, no merece permanecer en la clandestinidad.

Sergio Velarde

5 de diciembre de 2024

martes, 3 de diciembre de 2024

Crítica: TRES HISTORIAS DEL MAR


¿Cuánto nuestro pasado determina nuestro futuro?

“Dicen que antes de entrar en el mar, el río tiembla de miedo, mira para atrás, para ver su recorrido, para ver las cumbres y las montañas, para ver el largo y sinuoso camino que abrió entre selvas y poblados; y ve frente a sí un océano tan extenso que entrar en él solo puede ser desaparecer para siempre. Pero no hay otra manera: el río no puede volver, nadie puede volver, volver atrás es imposible en la existencia. El río necesita arriesgarse y entrar en el océano. Al entrar, el miedo desaparecerá, porque en ese momento sabrá que no se trata de desaparecer en él, sino de volverse océano…" Este pequeño cuento de Khalil Gibran lo escucho más fuerte en mí cada vez que veo una puesta en escena como la de Tres historias del mar, escrita por Mariana de Althaus.

La conducta del ser humano está regida por su historia de aprendizaje y los contextos donde se ha desarrollado, quiere decir esto que de alguna manera nuestro pasado condiciona nuestro presente por lo que hemos aprendido. El ser humano finalmente es aprendizaje. La mencionada puesta en escena nos muestra cómo una historia del pasado, que relaciona a estas mujeres como hermanas, impacta en su presente. Mostrándonos cómo el vínculo más significativo que existe, que es el vínculo con la madre, lo experimenta cada una como si el mar las hubiese arrojado a la orilla de reconocer sus emociones no sanadas. Esto lo logra muy bien en la puesta en escena la directora Gimena Vartu, desarrollando momentos de mucha profundidad emocional y logrando que veamos la compleja relación entre las tres hermanas. Con una escenografía con los elementos mínimos necesarios que siento que mostraban la desolación que había también en cada una de ellas y las murallas de pensamientos rígidos que habían construido para protegerse.

Las actrices Nazaret Ortiz, Joselyn Pozo y Wendy Gutiérrez tienen una muy buena interacción en escena mostrando, cada una, un trabajo profundo de interpretación y conexión con sus personajes. Cada una con claridad y precisión en cuanto a los tiempos y ritmo de cada escena, valorando cada instante qué pasaba. Las tres actrices a destacar. La producción a cargo de Sofía Cuadros y la música por Luiggi Mina. Recomendada.

Manuel Trujillo

3 de diciembre de 2024