El accidente bendito de Bärfuss
Veinte mil páginas de Lukas Bärfuss se ha estrenado en el
CCPUC, bajo la dirección de Jorge Villanueva con estudiantes de actuación 8.
Función de estreno.
Un maravillo texto de Bärfuss que, en su dramaturgia en esta
obra, nos conmueve y arrincona nuestra frágil memoria ante el olvido, la
indiferencia, la complicidad de hechos trágicos y sobre todo, el conocimiento
como arma letal para la liberación y justicia.
La obra inicia muy densamente, el director apuesta por una
técnica propia de las escuelas de formación actoral: ubica en el escenario a cuatro
alumnas que interpretan al personaje de la Dra. Gosbor y a otros dos, a Tony. Ambos
grupos, en un canon actancial, se turnan para decir sus textos, pero en el caso
de las mujeres, están faltas de un trabajo vocal, energía y organicidad; eso se
hace más notorio al ceder la posta a otra alumna y es allí donde la energía se
desvanece, en contraposición de los alumnos. Gabriel Soto, quien ejecuta de
manera interesante su personaje (el otro Tony), pasa desapercibido. Esta
técnica se va a repetir en varios momentos, sin buen resultado. Es raro ver en
este montaje al protagonista y al personaje John que se proyectan como buenos
actores, porque generalmente las mujeres son las que muestran mejores capacidades
actorales.
La puesta usa esencia alemana de Piscator en las
proyecciones y los carteles propios de la estética brechtiana para
contextualizarnos en las escenas. En ambos casos, sugerimos que se hagan los
ajustes necesarios para lograr mejor los efectos deseados.
Una obra con pocos elementos escénicos que funcionan bien,
pero las estructuras solo lograron su cometido para la escena del show de
talentos, que fue de muy baja actuación, donde tuvimos que presenciar seis
“números artísticos” ralentizando el desarrollo del montaje. Aquí aparece el
personaje John, que con buena energía y composición, hace de este un buen
momento junto con Tony.
Este montaje nos muestra cómo la complicidad para sacar del
camino a aquel que posee el conocimiento, siempre ha sido y será una amenaza
para el “business” y somos tan frágiles que olvidamos rápidamente, como las
atrocidades de la Segunda Guerra Mundial. No aprendemos. Nuestra condición
humana posee tantas deficiencias que preferimos no ver lo que está frente a
nosotros y pasar de largo, como los personajes en “La parábola del buen
samaritano”. Los experimentos humanos para la modificación del carácter ante la
amenaza, evidenciados por Kubrick en “La naranja mecánica”, fueron mostrados estéticamente
de manera magistral y en este montaje, se desaprovecha cuando Tony aparece
después de la operación para extraerle las veinte mil armas (libros), que la
circunstancia del accidente supuestamente lo había bendecido, pero la sociedad
consumista lo encuentra como una amenaza.
Este texto maravilloso, lastimosamente fue desaprovechado
por un gran porcentaje de los alumnos; un alivio fueron las escenas donde se
usa el micrófono, porque fue allí donde los textos se entendían mejor, desde mi
fila K de las butacas y fue también un alivio para los asistentes alrededor mío.
Un consejo para el centro cultural: mejorar su sistema de
aire acondicionado, es complicado no poder ver el montaje, porque uno observa
primeramente los improvisados abanicos del público para apoderarse del casi nulo
aire fresco de la sala y eso contribuye al fastidio de no apreciar bien el
espectáculo.
Dra. Fer Flores
17 de febrero de 2019
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