Una isla feliz
El maestro Mario Delgado, entre bromas y sabia tempestad, nos decía en esas reuniones interminables después
de toda una mañana de entrenamiento, donde el hambre se veía menguado con una
bolsa de 50 centavos de maní, que con aliento a futuro eran almendras: “El teatro no está en crisis… el teatro es
la crisis”. Ese eterno provocador,
como diría Vallejo: “El resorte
supremo de toda revolución” y cuando se piensa en revolución, en su más
amplio sentido, “hay que revolucionarnos
como seres humanos, mirar y hacer el futuro”. Siendo 1998, pregunté: “¿Qué es el Encuentro Ayacucho?” y el maestro no dudó en
responder: “Una isla feliz”.
Este concepto vuela en mi mente durante años, décadas, y aún
no tiene una repuesta, pues evoluciona en tiempo y espacio. Cada vez tiene nueva respuesta, que
quizás sea la misma, pero en mi afán de
comprender pido ayuda; en esta ocasión a Irini Sfiri, joven y talentosa
actriz de “Residui Teatro”, que desde una mirada nueva, lejana y curiosa, me ayuda a ordenar las ideas de
este Encuentro Ayacucho 2018 y me dice: “Una
isla feliz, donde un grupo de seres extraños se ponen de acuerdo sobre una
normalidad que usualmente nadie reconoce. Fuera de esta isla luchamos y dentro
de esta, encontramos manos para
sostenernos, miradas para entendernos, pies para saltar juntos y
corazones agitados que desde la mañana hasta la noche hablan, piensan y son
teatro. Desde la mañana hasta la noche. Si alguien lo ve desde fuera es una
locura y desde dentro, es tan normal que te crea la ilusión que quizás es
cierto”.
Es casi una locura pensar en un encuentro de teatro de grupo,
que se realiza cada diez años, más en estos tiempos de inmediatistas y de
procesos cortos o casi inexistentes, pero sí existe y este mito se llama “Encuentro Ayacucho”, fundado por el
Maestro Mario Delgado, director de Cuatrotablas y hecho realidad gracias al
esfuerzo del grupo, que en 1978, después del impulso del Encuentro de Belgrado de 1976 y el
encuentro con el Odin teatret, el grupo es el motor fundamental de creación y producción,
intentando transmitir esto generación tras generación, pero también valiéndose
de productores como Bruno Ortiz, que desde 1998 se vuelve un aliado valioso de
Mario en la realización del Encuentro Ayacucho 1998 – 2008 – 2011 (40
aniversario – Rumbo a Ayacucho 2018) y tras la muerte del maestro, en alianza
con Shirley Pucara, quien había sido un apoyo importante en el Encuentro del
2008, y de acuerdo con el grupo, toman el impulso y el compromiso para realizar
el Encuentro Ayacucho 2018, dividiéndolo en dos momentos.
En Lima, donde los
banquetes teatrales y el intercambio fueron los motores principales, el maestro
Mario dijo en el “Rumbo a Ayacucho 2011”: “Creo
firmemente que los banquetes son los que le dieron identidad a nuestro
encuentro y los que demostraron la existencia y vigencia de un teatro de grupo,
que no puede morir porque es la esencia misma de todos los teatros”. Es por
ello que a pesar de la dificultades logísticas, como el ruido en mitad de un
banquete o el polvo que nos abrazaba a cada momento, esto resultaba irrelevante,
pues no había tiempo para otra cosa que no sea el oficio; desde la mañana hasta
la noche y los pocos espacios de descanso eran para consultar a algún maestro o
compañero de lo último que vio, o qué opinión o consejo hay para el desarrollo
y evolución del trabajo. Todo espacio era válido: la mesa del desayuno, el mate
de la tarde, la cola del baño, el minuto antes de dormir, ese instante donde no
quieres que se acabe la conversación para no quitarle belleza a la noche.
Ayacucho fue el
momento de vitrina que se usó para exponer nuestros procesos y resultados ante
nuestros pares y la comunidad. Aunque ahora fuera del encierro, como diría
Eugenio Barba, “un campo de concentración
pero en el mejor de los sentidos, un espacio de constante concentración en el
oficio, pues era muy difícil distraerse en ese encierro” que nos brindó “Los
cielos de Carapongo”, pues el encuentro dentro de Ayacucho fue un momento de
confrontación con otras realidades, que la distracción de cotidiano nos hacen
ver, “donde los dioses se hacían
presentes y ayudaban en la organización”, pues la realidad avisa que el
sueño ha partido.
Los mitos tienen sustento en la realidad y en personajes que
bordean lo real con la fantasía, realismo mágico me gusta creer, y ver a Isso Miura, de quien Mario hablaba
siempre como un ejemplo de la disciplina y entrenamiento llevado al límite,
ahora con 82 años de edad en un eterno fluir de energía constante y sostenida
hacen de ese mito una realidad. Escuchar a Edgar Dario recitar en cada ocasión
posible con intensidad y pasión es un ejemplo de persistencia y fuerza. Escuchar
discursar a Raul Osorio con la sapiencia que da los años y la experiencia en el
oficio es vital. Escuchar a la maestra Beatriz Camargo, con la voz desde la
tierra hacia lo eterno es alimento constante. La presencia de Beatriz Iacoviello,
amiga querida del grupo, crítica e investigadora del oficio, es importante, vital para el
crecimiento constante. Laurietz Seda, mente brillante de la investigación del
oficio en Latinoamérica. Ver a las mujeres de La Rueca, fuertes y luchadoras
maestras Susana Frank y Aline Menasse es aliento fresco para seguir. Apreciar el compromiso y disciplina de Maguey. Encontrarse
con el maestro Miguel Rubio, querido amigo de Mario, es fundamental para
comprender el teatro de grupo en Latinoamérica. Julia Varley, quien en su
master class de trabajo en Ayacucho nos muestra que la repetición, la búsqueda
y aprendizaje es constante, demostrando que es una gran maestra, sin lugar a
dudas. Y claro, la mirada del maestro Eugenio Barba nos brindaba su lucidez, y
todos ellos reunidos por el vendedor de sueños en una isla feliz, el maestro
Mario Delgado, quien diría: “Gutti , no
me llames maestro, yo soy un eterno discípulo“, pues siempre decía: “Yo soy el que más aprendo”.
También el encuentro con nuevos grupos es un alimento
constate y no solo en la creación de nuevos contactos, redes del oficio; sino
redes emocionales que crean un tejido vivo entre los pares en el oficio. El
maravilloso encuentro con el grupo Residui Teatro muestra de una pedagogía
avanzada y en constate desarrollo; Ceta teatro, con una demostración
espectacular de manejo del personaje y su transformación física; Contadores de
mentiras, quienes nos invitaron a un convite suculento; Nami Kaigaishi, quien
nos obsequió su danza celeste; Maria Collazo, en eterna repetición con el vigor
que su grupo joven le puede dar; el intuitivo teatro Ruda; la fuerza del mar de
Biyo Kikushi; entre otros colegas. Y el encuentro siempre maravilloso con los Cuatrotablas
mayores como Pilar Nuñez, Lucho Ramirez, Ricardo Santa Cruz, Helena Huambos,
Zhita Elias, Jaime Lema, Fernando Fernández, Juan Maldonado, Antonieta Pari, Flor Castillo, etc. Son
activadores de nuevas memorias.
El reunirse, el encontrase, el vernos, viniendo de
diferentes lugares del mundo quizás con la misma búsqueda o semejantes y con
muchas inquietudes, cómo hacen para vivir, cómo va la investigación, cuál es tu
proceso: preguntas comunes entre todos, que con técnicas semejantes y ante todo
buscando ser verdaderos, creamos códigos comunes para comunicarnos, pero creo
que nuestro punto en común es como diría Raul Osorio: “La disidencia y el refugio”, que solo en espacios que bordean el
mito puede pasar, es por ello que es importante el Encuentro Ayacucho, un espacio
de disidencia y refugio para quienes quieren visitar esta isla feliz.
Miguel Gutti Brugman
Cusco, 4 de diciembre de 2018
1 comentario:
Maravilloso tu punto de vista. En verdad creo que somos muy afortunados de encontrarnos en este infinito mar de desencuentros que presenta la modernidad. Creo conocer ahora el sentido de "Patria". Y bueno mi patria no conoce distancias, lenguas, razas o estéticas, la patria es donde arde ese fuego de hogar. Sé que el encuentro de Ayacucho es una de nuestras fiestas patrias. Gracias Miguel, te mando un fuerte abrazo desde México. Deseando ver a ustedes, mi familia, pronto.
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