domingo, 4 de noviembre de 2018

Crítica: TARDE PARA ARREPENTIRSE


Tres mujeres en su laberinto

Alan Blasco, joven dramaturgo originario de Veracruz, autor de obras como Psicomanía, Amor, locura y cartera vacía, El Casting y En Línea, estrenó en el 2017 su último montaje, Tarde para arrepentirse, en los teatros del centro histórico de la Ciudad de México. El actor de teatro y televisión, Martín Martínez, readaptó la obra para el contexto peruano, sin perder el espíritu de humor negro sobre los temas controversiales que caracterizan a Blasco. Para esta versión se contó con la participación de jóvenes actrices profesionales, como Claudia Ruiz, Natali Zegarra y Ana Lucía Pérez, que interpretaron a un grupo de amigas con personalidades diferentes en constante conflicto.

El montaje abordó la complejidad de las diferentes personalidades femeninas que comparten un mismo espacio (un departamento) y los sucesos que tienen que atravesar para poder mantener el valor de la amistad a pesar de tantas tensiones. Fueron tres personalidades: en primer lugar, una joven novia de mirada risueña y carácter ingenuo (Zegarra), que está ansiosa por su próxima boda; la chica intelectual del grupo (Ruiz), con tendencia a fumar en exceso, siempre sincera en sus comentarios, cuestionar todo lo que sucede a su alrededor, incluso sus propios logros, y que está tratando de publicar un libro; y finalmente, la pragmática del trío (Pérez), una funcionaria pública sin escrúpulos, superficial y egocéntrica, que practica el doble sentido y la ironía que les hacen daño a sus amigas.

El acto dramático giró en torno a la desilusión de la novia, quien se entera que vive una “feliz” relación ficticia y lo va desentrañando gracias al choque de personalidades, que progresivamente va revelando verdades ocultas, que poco a poco irán abriendo heridas en las historias personales de cada uno de los personajes. La obra fue un reflejo de cómo detrás de personalidades muy definidas, que el espectador puede identificar como mujeres empoderadas y feministas, sí existen complejidades que las hacen vulnerables. A lo largo del montaje, se vio cómo la amistad va erosionándose con peleas y rencores, pero es finalmente la verdad la que reúne a las mujeres y la reconciliación solo es posible luego del dolor. Por otro lado, cabe resaltar el esfuerzo del equipo de vestuario y utilería, por la gran ambientación del departamento con todos sus elementos, así como el vestuario de las actrices, que siendo ropa casual reflejaron muy bien el carácter de sus personajes.

En resumen, Tarde para arrepentirse fue una obra que llevó a la reflexión sobre la complejidad de la lealtad en una amistad y el reto que conlleva ser fiel a los amigos en situaciones de tensión de personalidades. La puesta estuvo en una corta temporada en el mes de setiembre en el Teatro Auditorio Miraflores.

Enrique Pacheco
4 de noviembre de 2018

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