Un ideal de plástico
Es un problema actual el hecho de definir la feminidad bajo
una mirada utilitaria. En una sociedad consumista como la nuestra existen cada
vez más agentes de protesta en contra de los
padecimientos que sufrimos culturalmente hablando. Es así como el teatro,
dentro de su papel como agente de cambio, se adapta cada vez más a recursos
comunicativos para mezclarlos en puestas en escena de obras como “Plástica carne”,
escrita por el dramaturgo peruano Pepe Santana y estrenada recientemente bajo
la dirección de María Alejandra Ramírez.
La obra nos muestra la lucha de tres mujeres contra las
normas sociales que definen los parámetros de lo idealmente femenino. Constantemente
se hace referencia a la cosificación de la mujer en relación a su cuerpo y lo
que estéticamente resulta más atractivo; todo esto como una información que
está insertada culturalmente desde que tenemos uso de razón. La lucha de la que
habla la obra está representada en escenas que, en conjunto, parecen ser
fragmentos de una fotonovela o de una exposición de museo: una serie de
situaciones que tienen la misma esencia, la misma interrogante.
El montaje contó con las actuaciones de Rosalía Hernández, Ana
Moloche y Araceli Campos. Las tres actrices, a lo largo de la obra, mutaban de
personajes para representar distintas situaciones donde se cuestionaba la
cosificación cultural de la mujer. También contó con elementos escenográficos que transmitían la imagen de
una vitrina de tienda: tres marcos de puerta y el vestuario usado durante toda
la obra a la vista del público en maniquíes. Desde el principio hasta el fin de
la obra se percibe, por parte de las tres mujeres, una sensación de estar
siendo juzgadas todo el tiempo, ya sea por la escenografía como vitrina, por
las escenas donde predominan las referencias a partes del cuerpo femenino o por
la constante comparación con la idea de un cuerpo perfecto. A nivel de
dirección, todo lo mencionado me parece muy de acuerdo con lo que la obra
trastoca.
El uso de elementos audiovisuales aportaba a una atmósfera
frívola; hicieron referencia a canciones y dibujos que tienen alta popularidad
donde se muestran aquellos preceptos sobre la feminidad que la sociedad defiende:
mujeres con curvas prominentes, mujeres coquetas, delgadísimas, etcétera. La
mezcla de las historias y la estética que se propuso hace de esta obra un
manifiesto teatral a favor del feminismo que invita a los espectadores a que
realmente nos preguntemos sobre qué es ser mujer. Nos invita a dar ese primer
paso que las mujeres dentro de la obra dan: el poder reconocer que las mujeres
no solo somos curvas y que tenemos todo el derecho a decir que no a las normas
que socialmente aún se nos adjudica.
Stefany Olivos
8 de julio de 2017
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