Oportunidad perdida
Ya desde el afiche, la obra anticipaba tener ciertas características; pero siempre debe otorgársele el beneficio de la duda. Lamentablemente, estas sospechas iniciales se materializaron. Esposada es una puesta en escena fallida en varios niveles y desde esta tribuna intentaremos explicar el porqué. Con objetivos poco claros (¿se busca denunciar la violencia de género o la corrupción o el machismo o la codicia del hombre o todo junto?), el espectáculo es presentado por el experimentado actor Walter Taiman, de intensa actividad en la década de los ochentas, quien manifestó en la noche de estreno de la mencionada puesta que había tenido que sacarse las “telarañas” del cuerpo para volver, después de tanto tiempo, al ruedo teatral. Aquella declaración no puede ser considerada como una justificación, pero sí acaso como una posible explicación para el estreno de una obra que luce completamente fuera de lugar en medio de nuestra cartelera teatral, con interesantes estrenos que incluso abordan las mismas temáticas que la mencionada puesta.
Quizás los problemas empiecen desde el planteamiento mismo de la historia, con idea original de Taiman y dramaturgia de Enrique Malatesta. La obra, presentada en dos actos, enfrenta a solo dos personajes: el hombre, malvado, machista y corrupto hasta la médula, que agrede física y psicológicamente (literalmente, sin parar) a su mujer, una víctima que pudo y puede escapar de su agresor desde hace un par de décadas en cientos de oportunidades, pero que no lo hace por razones que se nos escapan. No llegan a aparecer en la trama las “esposas” del título: no se mencionan ni chantajes sentimentales, ni hijos secuestrados, ni amenazas familiares; solo una dependencia emocional que se hace inexplicable a pesar de los esfuerzos de los actores, quienes combinan en sus discusiones términos rebuscados con groserías de alto calibre.
Víctor Prada es un excelente actor, de probada eficacia, que hace lo que puede con uno de los personajes más ingratos que le ha tocado interpretar: insulta y violenta a su pareja desde el inicio hasta su previsible final, sin matices, sin transiciones y en el único registro del malo “malísimo” responsable de todas las desgracias del país; mientras que a Marisol Aguirre le tenemos que creer que es agredida psicológicamente y ultrajada con violencia desde hace veinte años hasta la fecha, luciendo siempre radiante y espectacular, dentro de su casa. Muy válida la postura de enfrentar abiertamente, desde el teatro, los grandes lastres que nos mantienen hundidos como sociedad, como la violencia de género, el imperante machismo y la corrupción que vemos en el día a día; pero se hace indispensable el hacerlo utilizando todas las herramientas y posibilidades que proporciona el arte teatral con creatividad, ingenio y coherencia. Lamentablemente, Esposada, estrenada en el maravilloso Teatro Municipal de Surco, constituye una oportunidad perdida, que no cumple con los requisitos mínimos para convertirse en un espectáculo recomendable.
Sergio Velarde
7 de julio de 2025
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