Ficciones que no son ficciones: las heridas emociones en el teatro
En Centro Cultural de Jesús María dio lugar a la obra El día de la luna, obra escrita por el reconocido dramaturgo Eduardo Adrianzén. Bajo la dirección de Fernando Romero, esta obra es una experiencia teatral conmovedora que logra conectar profundamente con el público gracias a su impecable técnica actoral y la profundidad emocional de su narrativa. La historia, ambientada en el contexto de la violencia terrorista y las crisis de los años ochenta y noventa en el Perú, aborda el reencuentro casual de un padre y su hijo tras una larga ausencia, en un escenario marcado por el dolor y la memoria. Este núcleo dramático encuentra en los actores la sensibilidad necesaria para transmitir toda la complejidad propia de los personajes.
Los actores Reynaldo Arenas y Beto Sánchez, como padre e hijo, logran una conexión en escena que resulta tan natural como impactante. Arenas logró construir a un padre con una mezcla de dureza y vulnerabilidad con una técnica y maestría tal que evidencia las cicatrices de una vida marcada por el conflicto. Por su parte, Sánchez logra construir su personaje con una contradicción profunda capturando los resentimientos contenidos y escondidos detrás de su aparente éxito profesional frente a la necesidad de respuestas de un hijo abandonado por su padre. Evelyn Azabache, en un papel secundario pero crucial, aporta un dinamismo que enriquece la narrativa, dando vida a los matices en medio de las interacciones entre padre e hijo durante la representación. Los tres artistas escénicos tuvieron la técnica actoral a la altura de las necesidades del montaje, manteniendo la concentración y la escucha activas en todo momento.
La dirección de Romero merece un reconocimiento especial. El director tuvo habilidad para manejar un texto de esta profundidad, además de demostrar su capacidad para extraer de los actores un trabajo tan orgánico y sincero. Las pausas, los silencios y las miradas en escena se sienten cuidadosamente tejidos, sin perder nunca la autenticidad.
El día de la luna es un recordatorio de la capacidad del teatro para explorar las heridas emocionales que nos pueden afectar en la vida adulta. El texto de Adrianzén, cargado de humanidad y memoria, encuentra en este montaje una interpretación que le hace justicia, con actuaciones que conmueven y una dirección que potencia su impacto. Esta obra es, sin duda, una experiencia teatral que combina una impecable técnica actoral con un relato profundamente conmovedor. Un producto artístico comprometido que, al final, deja al espectador con una reflexión duradera sobre las heridas familiares y sociales que cargamos, y cómo el arte puede ser un espacio para empezar a sanarlas.
Stefany Olivos
11 de diciembre de 2024
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