“En mi test vocacional me salió que iba a ser artista,
militar o administrador de empresas”, recuerda el joven intérprete Martín
Martínez, ganador del premio del público como el mejor actor de reparto en la
categoría Drama en la premiación del Oficio Crítico 2016, por su desatacada
participación en la pieza José Aurelio rumbo a Francia, escrita y dirigida por
Esteban Philipps. Pero si bien Martín está haciéndose un lugar dentro de los
actores de su generación, tanto la milicia como la administración de empresas (esta
última carrera que terminó) jugaron un papel importante en su vida. “El
tener una formación como administrador
me aterriza. No voy a estar haciendo obras muy abstractas a las que no vaya
nadie; por eso tengo que ver lo otro: la sala que disponga, el costo de
producción, los objetivos para hacer la obra, a quién va dirigida, etc. y así
puedo vender mucho mejor el producto”, reconoce.
Pero en el fondo, Martín no se sentía al inicio
completamente feliz siendo solo administrador. “Luego de egresar de
Administración en la Católica y estar trabajando en una empresa del Estado, me
enteré de un taller de teatro, que dictaban en aquella época Aristóteles Picho
y Javier Echevarría”. El de Picho se llenó, así que Martín permaneció en tres
talleres seguidos y un montaje con Echevarría. “Esto es lo mío”, se dijo Martín
en aquel momento. “Luego llevé talleres con Carlos Acosta en el Teatro Racional;
postulé a los talleres de Bruno Odar y de Alberto Isola; siempre procuro llevar
talleres, porque esta carrera es la de nunca acabar y yo siempre busca
prepararme”.
Sus inicios en el mundo de las artes escénicas
Como se mencionó anteriormente, la milicia tuvo mucho que
ver con el primer montaje profesional de Martín. “Me enteré de un casting para
interpretar a cadetes en La ciudad y los perros (2012), dirigido por Edgar Saba”,
recuerda Martín. “Estaban pidiendo prácticas pre-profesionales para los
estudiantes de Artes Escénicas, pero yo era administrador. Igual me mandé,
estaba trabajando en la Agraria y puse cualquier excusa para salir y volar al
casting”. Sin embargo, llegó tarde a la prueba y no pudo hacerla. “Le rogué a
Nadine Vallejo (encargada del casting) que me diera una oportunidad, ya que me
venía desde muy lejos. Me contestó que era complicado, pero que si había chance
me llamaría. Me fui destrozado”. Finalmente, la llamada llegó, pues Vallejo
percibió en Martín muchas ganas por
participar. “Volví a inventarme cualquier excusa para salir de la Agraria y
llegué al casting, que lo estaba haciendo Josué Méndez (director adjunto).
Estaba nervioso y emocionado a la vez, prestaba mucha atención y seguía todas
sus indicaciones, que incluían una marcha y una secuencia de movimientos”. Un
par de días después, Martín recibe el comunicado que se le iba a contratar para
la obra, a pesar de no estar en Artes Escénicas, ya que su trabajo gustó a los responsables
del casting. “¡Salté de la alegría!”, exclama Martín. “Eso fue determinante
para decidir qué iba a hacer con mi vida en adelante”.
Para Martín, un buen actor de teatro debe tener mucha
humildad y ganas de querer aprender. “También mucha buena onda y resistencia a
la frustración, además de no sentirte cómodo nunca, siempre estar en la
búsqueda”. Por otro lado, un director al que Martín admira es Adrian Saba. “Es una
persona súper educada y correcta; te sientes mal a veces de no poder cumplir lo
que te pide y te esfuerzas más. La educación y el respeto me parecen
importantes, más que el golpe y la tensión”. Asimismo, menciona Martín, debe
existir mucho profesionalismo por parte del director. “Desde la puntualidad
hasta darle seriedad al montaje, que se ve en el compromiso con su trabajo,
teniéndolo como prioridad”. Además, el director debe darles mucha confianza a los
actores para que puedan explorar con tranquilidad. “Nos gusta mostrarnos en
escena, pero hay una inseguridad latente; si el director te da confianza, hace
que el estrés disminuya bastante”.
Bolognesi y José Aurelio
Uno de los montajes más importantes dentro de la carrera de
Martín fue, sin duda, Bolognesi en Arica (2013), escrita y dirigida por Alonso
Alegría. “Fue una experiencia muy bonita y se puede decir que fue
la obra en la que nací, porque tuve mi primer papel importante”, afirma. Sobre
Alegría, Martín menciona que tiene una formación muy norteamericana. “Para el
Maestro, la hora es la hora, con el texto aprendido. Fue una escuela de profesionalismo,
podías llegar 10 minutos antes del ensayo, tomar tu café y hacer la cháchara,
pero al momento que habíamos quedado se empieza”. Martín admira la pasión de
Alegría y lo considera una persona intensa, franca y frontal. “Pero también te
exige lo mejor y en ese aspecto fue muy buena experiencia aprender con él;
tiene carácter fuerte pero lo aprecio por darme la oportunidad”.
“José Aurelio rumbo a Francia es uno de los proyectos más
bonitos y más satisfactorios que he podido hacer”, asegura Martín. Gracias a la
amistad con Philipps (con quien ya había trabajado en La ciudad y los perros),
este convocó a Martín para participar en el mencionado proyecto. “A mí me
estaban llamando para un casting de una obra más grande, en la que de repente me
iban a pagar más y podía darme a conocer a más personas para que me llamen a
hacer otras cosas”, recuerda. “Pero cuando leí José Aurelio rumbo a Francia sentí tanto feeling y me encantó, así que me dije: ‘Prefiero
ser cabeza de ratón que cola de león’, es decir, preferí estar en una producción
pequeña pero de corazón grande”. Y la elección no pudo ser mejor, ya que el montaje no solo obtuvo muy buenas críticas, sino que estará en
un festival en México en abril. “Incorporamos a Ivete Palomino en producción,
ella se está encargando de ver festivales fuera, ya que esperamos que la obra
siga creciendo”.
Retos y proyectos
Martín asegura que no necesariamente percibe que exista una
crisis en nuestro teatro. “Siento que si algo no está funcionando, pues tienes
que tener la muñeca suficiente para aventurarte a hacer otras cosa. Por
ejemplo, una amiga de Colombia estudió en un teatro importante que solo hacía
obras clásicas, pero ahora están usando obras contemporáneas para llegar a
otros públicos”. Martín, en ese sentido, se considera multifacético, pues
aparte de actuar, también escribe obras de microteatro y dicta talleres de
actuación con Javier Valdes. “El quid del asunto radica en el cambio y la
renovación, por ejemplo, en sacar nuevos talleres si no salen bien los primeros,
en siempre cambiar lo que sale mal”. Así como muchos colectivos que se
mantienen en actividad, como los Yuyachkani, Martín aconseja a los nuevos grupos
teatrales que sigan arriesgando y haciendo lo que les gusta. “Muchos hacen una
obrita que al final no resulta del gusto del público. ¿Qué pasó? Se debe
replantear en cómo hacer crecer el espectáculo y mejorar. Considero que todo
grupo que no se renueva, muere por atrofia; yo me incluyo, si no le pongo
pasión a lo que hago”.
Los múltiples reconocimientos a los teatristas que se
entregan en la actualidad son considerados por Martín como muy
recomendables. “El premio Sala de Parto
del Teatro La Plaza o el mismo premio del Oficio Crítico son importantes”,
reflexiona. “Por más que mucha gente los tomen a la chacota, estos permiten que
nos vayamos conociendo y vayamos formando redes. No hay que ser mezquinos y
tirar la piedra porque se hace esto o lo otro. Esa gente debería pensar que qué
bien que haya esto y qué mal de su parte que no haya tenido antes la iniciativa.
Es muy fácil criticar y no hacer nada, ¡ponte a hacer algo! Mi premio lo tomo
como una palmadita en la espalda en esta carrera tan difícil”.
Este 2017, Martín estará en varios proyectos como el dictado
de talleres con Javier Valdes; la posibilidad de escribir y producir no solo
microteatro, sino también obras más grandes; y continuar llevando a la mayor
cantidad de lugares el montaje de José Aurelio rumbo a Francia.
“Particularmente, me parece una pérdida de tiempo ensayar tanto para una
temporada de solo dos meses y que mueran después los proyectos. Hay que darle toda
la rotación que se pueda, y ojalá que llegue a Francia (risas)”. Martín no dudó
en su momento, en renunciar a un trabajo fijo por entregarse de lleno a la
actuación (y que además le deparó este año un pequeño papel en la cinta El
soñador de Adrián Saba), cambiando un sueldo fijo por pagos eventuales. “He
aprendido a buscármelas día a día y a mejorar para que te sigan llamando,
siempre viendo otras posibilidades”, concluye.
Sergio Velarde
6 de febrero de 2017
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